Un último brindis a la luna con Joaquín Sabina
«Han sido unos años duritos, para qué lo vamos a negar. La noche que salí de aquí en camilla me operaron un par de veces y cuando salí del hospital empezó el Covid», dijo en su regreso al WiZink
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Iniciar sesiónHistoria histórica, que vomitaba Eskorbuto, Joaquín Sabina puso una única condición para lucir raspa vocal por última vez. El de Úbeda haría un «hola y adiós» al tablao cuando la audiencia fuera sin mascarilla y pudiera tomarse una copa. Finiquitado el corralito vital del ... SARS-CoV-2, esta pasada noche madrileña tenía carga y morbo. Por probable tour de despedida y por la visita a un WiZink emblemático para sus traumas con huidas del escenario por pánico, afonías fatales y el gran susto, hace tres años, con aquella caída tremebunda junto a Serrat que devino en traslado a la UCI y operación intracraneal. 'Contra todo pronóstico' ha titulado la gira mundial. La sanísima coña sabinera que nunca falte…
«¡Por fin, carajo!», celebró de inicio. «Han sido unos años duritos, para qué lo vamos a negar. La noche que salí de aquí en camilla me operaron un par de veces y cuando salí del hospital empezó el Covid. Estuve a palo seco un tiempo y empecé a moverme para prepararme para este concierto», dijo un risueño Sabina. Después recitó un poema para la ocasión que cerró: «Y el milagro de estar vivo sobre el mismo escenario de Madrid».
Y ya el primer estremecimiento en la fuerza. «Muchos creyeron que me había amortizado, cuando viajé del WiZink Center en camilla al hospital. Con los dedos de Serrat entrelazados. Devolviéndome las ganas de cantar», cantó sin Leiva, entre el público, 'Sintiéndolo mucho', justo después de 'Cuando era más joven', un suave rock discursivo de primera toma en donde el «Mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana». Pero llegó.
La vibración del traicionero pabellón era de justicia poética, aunque con el 'cagómetro' en lo alto, pues aún queda otro WiZink mañana, no fuera que algo malo pasara. Y pasó pues arribó 'Lo niego todo', aplaudido 'egotrip' coqueto sobre sí del rey emérito de los canallitas, tequila, humo y princesas, una figura cimera de la música popular de los últimos 40 años en nuestro país, y que tiene ahora 74 y está muy agradecido a la vida con un público que rugía como si Vinicius metiera un gol de chilena en Mestalla, pero al revés. El amor.
El tema de la voz: ronquísima, caprina y frágil, estuvo bien. Salvo momentos. Tampoco es que fuera nunca Pavarotti y las mayores leyendas son mudas, miren a Dios. Y enmudecen a sus devotos. Sobre todo si estás arropado por siete musicazos, sin ya el destituido Varona (ni mencionado), pero con el guitarrista Jaime Asúa, el teclista Antonio García de Diego, la cantante Mara Barros... que empujaron con arte en 'Mentiras piadosas' y 'Lágrimas de mármol', en donde Sabina se levantó por primera vez de la butaca. Luego llegó 'El bulevar de los sueños rotos', muy coreada, con Chavela Vargas en el recuerdo. Sabina tiene una movilidad escasa, pero valoren la importancia de simplemente estar: «Aquí y a ustedes os digo: ¡no me cambio por nadie!», gritó el viejo zorro.
Para 'La chica Almodóvar' y 'La canción más hermosa del mundo', Sabina se dio el piro porque ya no le da para cantarla y volvió con 'Tan joven y tan viejo', de una hondura y emotividad elevadas, una de sus grandes joyas intimistas que terminó con un contraintuitivo 'oe, oe, oe' en el pabellón hasta la bandera. «Piel de gallina», clamó alguien detrás. Y el artista nos miró con los ojos vidriosos, haciendo una triada emotiva con 'A la orilla de la chimenea' y 'Una canción para la Magdalena'.
Y elevó la marcha. '19 días y 500 noches' y 'Peces de ciudad', con el respetable ayudando a Sabina a la voz, pues ya empezaba a rajar tímpanos. La fiesta continúo a tope con 'Y sin embargo', 'Princesas', 'Contigo y 'Noche de bodas' en un darlo todo general con aroma a final de cuento alegre. Y terminó, de nuevo risueño, con el himno: «Y nos dieron las diez y las once. Las doce y la una, y las dos y las tres. Y desnudos al anochecer nos encontró la Luna…».
Hace poco se retiró Serrat, y el bardo jienense hará lo propio a no más tardar. Nuestros Beatles-Rolling cantautoriles recogiendo cable. Calle melancolía, sí. Y una anacronía lírica en tiempos de IA y reguetón, que aún palpita. Una palpitante eternidad. Y no es poco en el maléfico WiZink. Es extraordinario.
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