El último Borbón de Río de Janeiro
ABC del verano
Juan de Borbón, que se gana la vida como cantante en Brasil, es nieto de María Pía Luisa de Borbón, quien era tataranieta de Carlos IV, Rey de España, y de Juan VI, Rey de Portugal
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Río de Janeiro (Brasil)
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Iniciar sesión«No es fácil ser un Borbón en Río de Janeiro». El príncipe cantor llega puntual a la cita, sonriente y cargado con pergaminos envejecidos, estampados de árboles genealógicos que trazan un linaje que se remonta a nombres para un español legendarios como Felipe V o Carlos III ... . Es un fascinante maletín de otra época, casi un viaje a otra dimensión.
Don Juan Alberto Pedro Alcántara Gabriel Fernando de Coelho Lisboa Padilla y de Borbón no es, definitivamente, de este tiempo. Río no es ni de lejos la fastuosa capital que fue en la era imperial, muerta con el golpe militar y republicano de 1889. Tampoco es ya aquella metrópolis ora melancólica, ora eufórica, del siglo XX, en la que nacieron y estallaron la bossa nova y la samba.
En el Satyricon, el restaurante de Ipanema elegido por Su Alteza, de marisco y estilo mediterráneo, los hombres de negocios chinos y las actrices de telenovela tienen esta noche trato preferente, pero nadie parece reconocer a todo un Borbón, por impecable que se vista. Las americanas y los vestidos de cóctel se combinan con las chancletas de goma, ubicuas en un Brasil ya poco dado a formalismos.
Herencia familiar
Don Juan de Borbón no lleva chancletas, de hecho dice odiarlas, habla de ellas como de un emblema de todo lo que hoy no le agrada de su país. Durante la charla se dice extrañado ante las preguntas sobre su linaje, sobre los recuerdos de su abuela Maria Pía, sobre la herencia familiar, parte de ella, admite, ya vendida.
Su mayor preocupación ha sido y es cantar. Aun hoy se gana la vida dando conciertos, y hasta probó suerte en la España de a finales de la transición, con poco éxito. Quienes hoy le reconocen aquí en Río le llaman, simplemente, el príncipe de Copacabana, y se contentan con publicar que es primo, sin más, del Rey emérito español, Juan Carlos, algo que si no es del todo una mentira, sí es una exageración.
Entre los pergaminos, libros y mensajes de móvil que facilita, emerge su biografía. Nació en 1948. Su madre era hija de un diplomático brasileño. En Argentina, ésta conoció a los 17 años a Rafael de Padilla y de Borbón, hijo de María Pía Luisa de Borbón, quien era tataranieta de Carlos IV, Rey de España, y de Juan VI, Rey de Portugal.
La joven pareja se separó pronto, y ella volvió a Brasil con tres hijos, dos de los cuales han fallecido ya. Desde muy joven, Juan, el menor, ya era un inconformista. Su abuelo materno, el diplomático, le intentaba inculcar la importancia de ser un Borbón, le obligaba a estudiar Derecho, quería algo serio. Él escapaba, soñando con ser modelo, actor, cantante, en un Brasil de futuro y de ensueño.
Vestido de torero
Recortes antiguos de revistas de los años 60 y 70 le muestran en un set, vestido con un kimono, disfrazado de torero, junto a titulares de leyenda, ensoñaciones de un pasado monárquico: «Juan de Bourbon, nuestro príncipe encantado», «La nobleza carioca», «El príncipe de la TV».
Hay una explicación para la letra «u» que aparece y desaparece de su nombre en esos recortes. «En la primera telenovela que hice me sacaron como Juan de Borbón, y mi abuelo, que ya era embajador, me llamó y me dijo: Juan tú no puedes usar ese nombre. Juan de Borbón es el nombre de un Rey, es el nombre del padre de Juan Carlos», dice. «Así que cambié a Bourbon».
Su primera telenovela era 'Las brujas', emitida por TV Tupi en 1970. Tuvo después papeles de reparto en otras series de TV Globo, como Salomé o Bandera 2. En esta última cantó el tema 'En cada verso, en cada samba'.
'La chica de Ipanema'
El canto fue la entrada al mundo de la farándula. Apareció brevemente en la versión cinematográfica de 'La chica de Ipanema'. Demostró tener buena voz. Se fue labrando un nombre, como el Borbón cantor. Y dónde mejor ser Borbón que en España.
En los 90 probó suerte al otro lado del Atlántico. Apareció en programas con María Teresa Campos y Raffaella Carrà, dio conciertos, vivió cerca de la plaza Mayor en Madrid y en Gràcia en Barcelona.
Sin embargo, Juan afirma que pronto se dio cuenta de que no había lugar para un Borbón brasileño en España. «Ya me lo decía mi abuela Maria Pía, que iba a sufrir mucho», dice. «Si te apellidas Borbón debes actuar como hombre rico, aunque los nobles en realidad no tienen dinero. Lo que yo tengo lo he recibido de mi madre. Y en realidad ser Borbón es una faca de doble filo. Cuando descubren que eres Borbón, sobre todo en España, todo lo demás da igual, llegan las envidias, las rivalidades, no te dejan crecer, no te dejan ser tú mismo», cuenta.
En España dice Juan que fue invitado a cenar una vez a la casa de la infanta Margarita de Borbón, y allí se vio con el hermano de esta, Don Juan Carlos, entonces Rey, y con Doña Sofía. «Margarita, que es ciega, me tocaba la cara, me decía que era lindo, fue muy agradable», dice.
El príncipe cantor
Fue una noche que él recuerda como memorable; cara a cara, el príncipe cantor y el Juan que reinaba. «Yo no les pedí nada, yo sólo quería cantar, probar con la fama», dice.
Poco después, ya en los 90, sin grandes éxitos españoles, volvió a Brasil, donde sigue. Aquí, entre recital y recital ha visto como su país va perdiendo su conciencia de imperio. Lo de la realeza es un recuerdo lejano, material de telenovelas, pero lo cierto es que esta fue la sede de la única monarquía sudamericana, dominada en parte por la Casa de Borbón.
Don Juan VI de Braganza, Rey de Portugal y casado con Carlota Joaquina de Borbón, hermana del monarca español Fernando VII, huyó a Brasil en 1807, cuando las huestes de Napoléon avanzaban por la península. Su hijo, don Pedro, que era a la vez Braganza y Borbón, declaró la independencia de Brasil como imperio constitucional en 1822. Su hijo heredó el trono, y con él desapareció la corona.
Telenovelas
El recuerdo de ese pasado no es precisamente amable, ni en Río ni en Brasil. Los niños aprenden en las escuelas de las graves afrentas históricas de la familia real que hoy reina en España. El odio se concentra en Carlota Joaquina, tradicionalista, absolutista, que maniobró fallidamente para tomar el control del trono en Portugal y en Brasil y para ser proclamada reina de La Plata, sobre los restos del imperio español en Sudamérica.
En las telenovelas brasileñas, Carlota Joaquina nunca ha salido bien parada. Es retratada como una mujer intratable y ambiciosa, insatisfecha durante su tiempo en Brasil. Se dice que despreciaba el clima, la comida, la cultura y las costumbres brasileñas. En los retratos aparece como una caricatura horrenda, y hasta los cócteles que se le dedican en los bares cariocas son amargos, ásperos y cargados de cachaza.
Una anécdota que aun a día de hoy se cuenta en Brasil es que en el momento de regresar a Portugal, Carlota Joaquina se quitó los zapatos y los sacudió con vehemencia para asegurarse de que ni siquiera una mota de polvo brasileño se llevara de vuelta a Europa.
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Estos cuentos no son tan frívolos como parecen. Para la reconocida historiadora Mary del Priore, cuando en Brasil se proclama la república hay un esfuerzo consciente de las nuevas élites de ridiculizar a la realeza, creando una suerte de leyenda negra local.
«Los republicanos respaldaron estas caricaturas de la monarquía en Brasil. Se debe mucho al movimiento republicano que eligió nuevos héroes», dice esta escritora, especialista en divulgación. «El problema, que considero importante, es que Brasil tiene muy poco interés en su pasado. Brasil no quiere mirar hacia atrás y los jóvenes desconocen el pasado, la dictadura, la esclavitud, hechos importantísimos».
Aun quedan, sin embargo, evidencias del pasado en Río. En la cena, Juan juega con un anillo. Es de oro. Tiene tres flores de lis bajo una corona. Es el armorial de la Casa de Borbón, parte de su herencia. Lo muestra, junto con sus pergaminos y sus legajos del pasado. En 1993, cuando Juan volvía de España para Brasil, hubo un referendo sobre si el país quería monarquía o república. Seis millones de brasileños votaron a favor de la corona; muchos, pero no suficientes. Fue un 10% del total. A Juan de Borbón no le tuvieron que decir el resultado. Ya lo sabía, dice. «El pueblo brasileño no está preparado para una corona, porque ya tiene su cuento de hadas, que son el carnaval y el fútbol, no necesita más».
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