CORRIDAS GENERALES
Emotiva despedida en Bilbao de Enrique Ponce, un padrino histórico
La deslucidísima corrida de Daniel Ruiz arruina el adiós del maestro de Chiva en su feudo; sólo Roca Rey roza la oreja con el único (medio) toro. Pablo Aguado debuta con naturalidad con un lote sin vida
Así contamos la despedida en directo
Borja Jiménez, a corazón abierto

Los toros asolaron faenas para el recuerdo, pero no un adiós de histórica emotividad. Porque histórico era el torero que se despedía de su feudo. Era el paseíllo número 71 de Enrique Ponce en Bilbao, donde le rindieron tributo en la plaza y en ... la calle. Contaba el maestro de Chiva en el hotel Ercilla que se había ido como Forrest Gump: un día de junio de hace tres años decidió salir a correr, por otra vida y otros condados, sin el compromiso de los ruedos. Hasta que pensó que era suficiente y se detuvo para volver: una figura de su categoría no podía retirarse a la francesa.
El sabio que inmortalizó a Carjutillo –el samuelazo que no cabía en la muleta–, a Cucañero –un victorino al que bordó sin espada–, a Histrión –del Ventorrillo–, o al victoriano de su sexta puerta grande –vestido de marfil y oro–, ambicionaba ampliar su palmarés. Pero la corrida de Daniel Ruiz, pese a apuntar su calidad, andaba con el poder y el fondo tan mermados –sin bravura, en definitiva– que resultó deslucidísima, especialmente el cuarto, su último toro en tierra vasca.
Era más fácil que cogiera un taxi en Venecia a que ese segundo de su lote regalase una embestida en la franela. Qué animal más desaborido y desrazado. Y eso que había colocado la cara con buen aire en los lances del saludo, ganando terreno con listeza. Sabedor de que no le sobraba la vitamina de la fuerza, apenas lo picó –tónica del sexteto–, lo probó y dejó un sabroso lance genuflexo a Visitante. El valenciano jugaba en casa. Porque siempre será su plaza. En pie se pusieron los tendidos, ocupados por 13.200 espectadores (200 menos que el día anterior), cuando se dirigió a los medios en un ceremonioso brindis. Doble, pues luego se acercaría al callejón para estrecharse con Ramón García ‘Ramontxu’, su amigo del alma.
Con esa clase tan suya, Ponce prologó por doblones y continuó vertical con su innata elegancia. Pura estética, con algunas imágenes para enmarcar, como ese cambio de mano, aquel molinete o ese derechazo a pies juntos. Tan noblón como sin vida este Visitante, en el que se metió entre los pitones y se pegó un arrimón. Como el chaval que empieza y no como el hombre que se va. Agarrado al asta del castaño, se pasó de faena y se puso incómodo para matarlo. Un pinchazo hondo bastó en una labor en la que la música, tan demandada, nunca llegó. Porque hasta en tarde tan sentimental Matías se aferró a los mandamientos del reglamento. En unas cosas, claro; en otras –como devolver algún inválido o no aprobar algún toro sin la suficiente presencia–, no tanto. Eso sí, hasta el presidente aplaudiría luego la vuelta al ruedo de Ponce, que recogía parsimonioso los aplausos y los sombreros que le lanzaban. El maestro parecía no querer irse mientras agradecía el cariño de todos. Hasta a los areneros, que soltaron el rastrillo, se abrazó. Uno a uno. Sólo faltó que subiera al tendido para seguir con la procesión de achuchones. Un derroche de afecto y agradecimiento por todos lados. Al fondo, una pancarta con blanco sobre rojo: ‘Ponce=Dios’.
Desde que Mariano de la Viña, su fiel escudero, le ayudó a liarse el capote, la tarde estuvo cargada de sentimiento. Fue una sucesión de nostalgias y momentos, como el ‘aurresku’ en su honor y la ovación de gala tributada por los tendidos antes de la salida del primero, con su cara, pero sin el trapío necesario y escasísimo de fuelle. Que ese animal merecía el pañuelo verde era evidente, pero el palco decidió aguantarlo, sabedor de que enfrente iba a tener un doctor en traumatología. Especialista, lo acarició, a su media altura. Qué suavidad imprimió, con derechazos despaciosos, con ese toque elegante que le fluía en cambios de mano de alhelí. Aunque protestaba, respondió en una serie por cada pitón gracias a su exquisito trato. Hasta el final aprovechó la calidad del noble Revoltoso, aunque aquello nunca treparía por la poca vitalidad del daniel. Con la mirada nublada, saludó más allá del tercio tras una estocada trasera.
Sólo un toro ‘sirvió’. A medias. Fue el quinto, tan serio como feo, pero con más fondo que sus hermanos. Claro que lo cuidaron mucho. Tanto que ni Roca Rey replicó al quite del reciente ganador de la Concha de Oro, Pablo Aguado, al que da gusto ver –tan natural y con esas pinceladas de sevillanía en el blando lote de su debut–. El peruano, como su compañero, brindó su primer toro a Ponce. De los discípulos al padrino. Al público dedicaría su faena a Madrileño, explosiva en la apertura de rodillas. Incombustible el Cóndor. Con mando y templando, tanto con el mejor pitón derecho como en el otro, al que se empeñó en dominar con su inagotable raza de figura, que pisó las cercanías mientras rugía la parroquia. Más aún en las ceñidas manoletinas finales, pero el pinchazo previo frenó algo la petición y se quedó sin la presentida oreja.
Corridas Generales de Bilbao
- Plaza de toros de Vista Alegre. Viernes, 23 de agosto de 2024. Sexta de las Corridas Generales. 13.200 espectadores. Toros de Daniel Ruiz, desiguales, más serios por delante que por detrás; apuntaban calidad pero sin fuerza ni fondo, sin bravura en definitiva; destacó el 5º.
- Enrique Ponce, de rosa palo y oro: estocada trasera (saludos); pinchazo hondo trasero tendido (vuelta al ruedo tras aviso).
- Juan Ortega, de negro y azabache, con el chaleco en oro: pinchazo y estocada rinconera (silencio); pinchazo hondo arriba y estocada delantera (aviso, petición y saludos).
- Roca Rey, de negro y plata con el chaleco en oro: pinchazo, otro hondo atravesado y descabello (silencio); estocada (ovación de despedida).
Ansiaba la gente el triunfo, aunque ni un solo trofeo se pasearía con una corrida tan ayuna del verdadero trapío como de la verdadera bravura. Más allá de la obra roquista, toda la emotividad estuvo en la despedida de su padrino, un maestro para la historia.
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