FEria de Otoño
La alargada sombra de Victoriano del Río en el mayúsculo petardo de Domingo Hernández
Fue un sábado sin noticias bravas de Domingo (Hernández), un muro de mansedumbre contra el que se estrellaron el confirmante Jarocho, Talavante y Aguado
El doble milagro de Emilio de Justo
Así embistió el infumable sexto en la muleta de Jarocho,con la montera calada
Aún resonaban los ecos de bravura de la extraordinaria corrida de Victoriano del Río del día anterior, con toros de triple Puerta Grande, para escribir una corrida del siglo, pero con una 'a añadida' a aquella de Victorino del 82. Una tarde en la que ... la épica de Emilio de Justo, cuya heroicidad se agiganta aún más después de que los estudios radiológicos confirmaran su doble fractura de costillas, las dos figuras y el desplazamiento. Roto el de Torrejoncillo para despertar al natural su quinta gloria, que robó titulares a la divisa madrileña. Pero el cauce del Río de Victoriano es alargado, sin aguas que contaminen su sangre brava. ¡Vaya temporada la suya! De premio. Hablaban y no paraban los profesionales del sexteto del viernes, con tanto lujo, con tanta entrega. Uno a uno los definían para detenerse en ese Carterista que era para llenar bolsillos y carteras. Qué suprema su embestida, qué clase, qué profundidad. ¡Qué categoría! Toda la que le faltó al encierro de este sábado sin Domingo (Hernández). Ni un toro se libró de la quema, de un absoluto petardo, redondo de cabo a rabo, sin apenas nada para salvar el honor de esta divisa, con alguna media embestida por equivocación. Ya vendrán mejores tardes; ahora toca reflexionar. Aunque de toros, ya se sabe, no entienden ni las vacas...
Se estrelló con semejante muro de mansedumbre Jarocho en su confirmación de alternativa. Tardía llegó la justicia para el novillero que devoró la Monumental con su izquierda en la primavera de 2024 y que merececía, por derecho propio, un cartel de campanillas en San Isidro. Se postergó a la Feria de Otoño, con el ruedo como altar donde ratificar su raro doctorado palentino. Desde el burladero de areneros su padre, del mismo nombre, estaba más pendiente del toro que de la ceremonia, con Talavante de padrino y Aguado de testigo. Porque el veterano Jarocho, en sus filas de plata, radiografiaba el comportamiento de Jienense. Y no, no le gustó cómo cazaba la perrina, que dicen los de la escopeta al hombro. Eran las seis y cuarto cuando Jarochito decía adiós de verdad a la infancia, a la del niño que jugaba al toro para hacerse hombre con el toro de Madrid.
Camino de los cinco años este primero, serio, musculado, con una fea pelea en varas. Despacito entró Talavante al quite, pero aun así Jienense perdió las manos: no era lo más idóneo. Como tampoco la réplica. Sabía su progenitor que este Domingo no se parecía en nada a los Victorianos que habían derramado bravura 24 horas antes. Aunque poco había que rascar, el confirmante brindó a los fríos tendidos y al caluroso cielo. Con cabeza para improvisar un molinete cuando vio el peligro de caída en el inicio genuflexo. Sobre la derecha, quiso correr la mano y acompañar el viaje, que era más bien una carretera de baches. Qué animal tan deslucido, tan flojito, tan a la contra de Madrid. Gustó su actitud serena, su listeza para leer los registros venteños y no darse coba. El acero, ¡ay!, se desafiló al completo en la terna. Para que no le faltara nada a la plomiza función.
Con la montera calada presentó la zurda que deslumbró hace un año con el último cartucho, un Cuarteto que se iba a los pechos del caballo y que echó la cara arriba en los palos. Más que embestir, se limitaba a pasar y hasta lo buscaba en su cabeceo. Buscó la colocación Jarocho, torero, de uno en uno. Imposible. «¡Pum-pum, petardo!», estalló con los decibelios a todo trapo. Vaya mansada infumable.
Pueden preguntárselo también a Talavante –y eso que el cuarto engañó a izquierdas– o a Aguado, que no pudo refrendar en la capital su divino año. Por encima del manso Limonero, quiso endulzar con su torería el agrio zumo. El quinto era primo del 'maneki-neko', ese gato japonés de la fortuna, pero en vez de mover la mano agitaba el cuello; antes, escarbó cual Ferdinando. Con habilidad lo mandó al arroyo de los desbravados, mientras se agigantaba aún más el mar profundo y bravío de Victoriano del Río. ¡Que salude el mayoral!
Feria de Otoño
Tercer festejo
- Monumental de las Ventas. Sábado, 4 de octubre de 2025. Tercera corrida. Segunda corrida. 22.462 espectadores en tarde de lleno. Toros de la ganadería de Domingo Hernández (incluido el sobrero, 2º bis, que sustituyó al blando titular), desiguales, mansos, flojos y descastados, desbravados y de mal juego.
- Alejandro Talavante, de violeta y oro: metisaca, estocada perpendicular y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada desprendida (silencio).
- Pablo Aguado, de fucsia y oro: cuatro pinchazos y media (silencio tras aviso); estocada baja (silencio).
- Jarocho, de rioja y oro: dos pinchazos y se echa (silencio); dos pinchazos (silencio).