Cuando un torero se deja afeitar la barba con el ojedismo como religión
el var del tendido
Valiente de verdad, Juan Leal se la juega; Perera hace una meritoria faena y Álvaro Lorenzo no se entiende con el lote de más opciones
Madrid
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Iniciar sesiónQué bien anda a los toros Curro Javier. Fabulosa su lidia al primero, en el que se desmonteró Ambel. Brindó Perera al público que había ovacionado a sus hombres de plata y sobre las rayas cató a Levítico. Los mismos que no dicen ni 'mu' ... con 'sus' consentidos recriminaron Perera rápido con un «¡ponte derecho!» En medio los pitones de irregular embestida se metió entre el «piiico» de unos y los plácemes de otros. Valentísimo en los llamados terrenos ojedistas, en una faena de mucho mérito que no todos supieron valorar, le pidieron una oreja denegada. En saludos quedó todo: si da la vuelta al ruedo a más de uno le sale un sarpullido.
Juan Leal, que había dejado su tarjeta de visita en el 'abreplaza' con unas ajustadas gaoneras. Entre las rayas se plantó por estatuarios, pero en el remate el fuenteymbro se desplomó. «Y sin picar encima...», gritó una voz. En las proximidades, ¿qué digo?, ¡más cerca todavía!, se pegó un arrimón tremendo después de trazar naturales con asiento. El ojedismo como religión. «¡Dónde se está metiendo el tío!», se oyó en el palco, donde se cantaron también un par de pases de pecho con su aquel.
Aroma torero desprendían los doblones rodilla en tierra de Álvaro Lorenzo, noble como sus hermanos pero de mejor condición dentro de la deslucida corrida de Fuente Ymbro, la enésima de la temporada. En los cambios de mano, que los borda, se vio la clase del pitón zurdo. Y precisamente cuando lo cató los dos chinos del tendido alto del 2 dijeron que se piraban. Escalera abajo, los frenó en seco un acomodador. No entendían nada, como el toledano no acabó de entenderse con Hostelero. Un aficionado les explicó que hasta que no muriese el toro no podían abandonar su sitio. Y antes de que Fernando Sánchez lo apuntillara ya estaban en la puerta. «¿Qué dicen, qué dicen?» Los de al lado traducían. «Que se le ha ido el toro». Con una ovación de sol y sombra se despidió al de Gallardo en el arrastre.
Se desmonteró Curro Javier en el cuarto, un inválido que quería pero no podía. Las palmas de tango no se hicieron esperar. Los trasteos de enfermero no gustan en Madrid.
Lo que encanta a la capital es un tercio de varas como Dios manda. Soberbio González, que vio como media plaza se ponía en pie desde el 7 hasta el 3. Había empujado Mimoso, que prometía emociones. Sangró mucho y se apalancó algo en banderillas. Y cuando Leal cogió la muleta, el toro no admitió ni un muletazo. «Pero si era nuestra esperanza», dijeron en el palco de al lado. Con un calamocheo constante, era tremendamente incómodo. Aunque a Juan pareció no incomodarle, porque se quedó quieto y aguantó cabezazos y derrotes. Qué malo fue. Y qué firme anduvo el francés, que se dejó afeitar la barba y la cabellera entre los lógicos enganchones y la división, porque a alguno que se autoproclama purista no le agrada valor a puro huevo de Leal.
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Faltaba el remiendo del Puerto, en el que Iván García majó un gran par con la plaza en pie. Todos los metros que acortaron los demás, los dio Lorenzo en el primer muletazo. Pero Faraón no iba a llevar la contraria a sus hermanos del día anterior.... Y empezó a puntear. Pero cuando Álvaro se la dejó puesta embistió con su picante. «No se la quites», le decían. Pero no era la tarde del toledano, que no logró someter a Faraón, a menos también. «Mal», resumieron. Solo se echó el toro.
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