Toreo grande en La Glorieta de tres toreros en plena sazón

Tres toreros en momentos muy distintos de sus carreras, pero con elementos muy similares: capacidad, poderío, ambición y una carrera en la que nadie les ha regalado nada, más bien, todo lo contrario. Pero ello, a base de esfuerzo, trabajo y afición, han llegado a la cima (o están en ello). Circula en redes un vídeo de Borja entrenando ayer por la noche, horas antes de hacer el paseíllo. Otros deberían hacer lo mismo, y no aceptar sólo verse las caras en un pueblecito perdido de Dios.

Recibió el de Espartinas al sexto con dos largas de rodillas en el tercio, con el que dejó verónicas de categoría; pero para categoría, una media belmontina eterna… ¡Qué media! Parafraseando al abecedario de Corrochano: ¿No se te ha parado el corazón al darla, Jiménez? Porque a los que la vimos se nos paró gritando un «olééé» tan sentido como ella. Los tercios transcurrieron con el runrún por la que podría formar el sevillano, y que formó hasta que el toro se paró. Comenzó la faena como la de aquel Dulce que cuajó en Madrid, pero poco tuvo que ver este Madrileño con aquel de Victoriano, aunque le acabó arrancando una oreja.

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Otra le había cortado a Jaleante, tercero de la tarde, al que Jiménez recibió a pies juntos con templadas verónicas, lidiándolo después hasta los medios para estirarse allí con él y recetarle dos buenas verónicas. Brindó Borja a sus «paisanos» de adopción y comenzó apoyado en tablas, torero, como quien se toma una cerveza en la barra de un bar. Se lo sacó a los medios con un pedazo de trincherazo y uno del desdén de escándalo, por medio. Con la figura entregada, despatarrado, y la verdad por delante estuvo Borja ante un animal con genio al que pudo en todo momento, y con el que dejó naturales al ralentí, largos y profundos. Terminó por luquecinas, previas a una estocada trasera y tendida, como las suele dejar este torero.

Un lío le formó Perera al cuarto también, con un excelente recibo rematado de buena media. Se desmonteró Fini tras dos extraordinarios pares. Tiestero se llamaba el toro que enamoró a los tendidos por su gran clase, humillación y fijeza. Pero Perera no iba a ser menos, y cumbre estuvo con el animal, toreando despacio y con el poso que ha adquirido estos últimos tiempos. Por ambos pitones lo toreó con gusto, templando y exigiendo al del Vellosino, que fue aplaudido en el arrastre, mientras Perera paseó dos justísimas orejas, la segunda algo protestada, porque este público salmantino no se casa con nadie y a veces, hasta peca de algo frío.

Muy diferente historia tuvo el primero de la tarde. Palmerillo, aplaudido de salida, se coló por el izquierdo en el capote de Duarte mientras recorría la plaza dando vueltas. Tras un picotazo y clavar los pitones en el suelo, quitó el extremeño por chicuelinas rematadas por una bonita revolera. Pese a eso, continuó con esa complicación al natural. Se vio en el inicio por bajo de Perera intentando ahormar la embestida del desigual animal. Basó la obra en la mano derecha, haciendo al toro en un principio, para luego poderle en series profundas e importantes. Imposible fue por el izquierdo, aunque lo intentó. De vuelta a la diestra, dejó una gran tanda, rematando por mondoñinas.

El peor lote le correspondió a Emilio. Huidizo salió el segundo, desesperando al personal. Era acercarse un capote, y pegar un respingo hacia toriles. Al relance fue al peto cuando salía el picador al ruedo, y eso ya contó como puyazo. Cierto es que el animal se pegó un chocazo contra el peto, más de rabieta que de bravura. Rápidos estuvieron los subalternos con este Banderillero. Buen inicio, primero con poderosos doblones, luego con ayudados por bajo hasta los medios, con un muletazo del desdén precioso. Y en la primera tanda, ya se había hecho con la embestida del animal. El pase de pecho de la segunda tanda fue una cosa seria. Menos recorrido tenía el toro al natural, por donde Emilio comenzó aliviándolo para luego bajarle la mano. Volvió a la diestra, pero el del Vellosino se quedaba ya cortito, con lo que el de Torrejoncillo se fue por la espada en el momento preciso. Precioso final de faena por ayudados por alto, de aroma manzanarista. No se podía sacar nada más (ni mejor) del animal.

Las dos medias que le dejó de Justo al quinto bien las firmaría orgulloso cualquier torero nacido en la tierra de María Santísima, como algunas de las verónicas que dejó. Tras dos rápidos tercios, brindó al público el extremeño. Pero poco toro tuvo, ya que si le bajaba la mano un mínimo, el animal se derrumbaba. Así que, con un temple exquisito y el toque preciso, intentó sacarle muletazos, con un Caminero defendiéndose cuando no se doblaba de manos. Una lástima, porque viene el extremeño en un momento extraordinario, en el que ya se ha quitado los fantasmas del pasado y ha vuelto para quedarse.