Tesoros ocultos en el Oeste bravo: un toro, un hombre y un caballo
Mariana Gasset rescata la memoria del campo de 1860 a 1960, con fotografías inéditas del álbum íntimo de los ganaderos, «héroes en extinción» a los que se rinde homenaje en un libro de lujo, con prólogo de José F. Peláez
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Madrid
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Iniciar sesión«Marqués, teniendo las mejores vacas de carne del país, ¿para qué se mete usted en este lío tan grande que es la cría del ganado bravo?», le preguntó Joselito el Gallo al marqués de Tamarón en la finca 'Las Lomas'. Y en la ... respuesta que se adivina se halla la esencia de la casta. Tres siluetas clavadas en la misma tierra roja, en la misma dehesa verde, esa piel que cría toros de la lidia con la muerte en la mirada. Huele a encina, a romero seco, a sudor antiguo, a sangre que aún no se derrama, la de ese toro que lleva el cielo en esos pitones como lanzas de obsidiana. Las espuelas plateadas y el moquero de oreja a oreja del caballo, lo más campero. Y sobre la montura un hombre erguido, con el sombrero de ala ancha y el oído abierto para escuchar el lenguaje del animal más misterioso que brama, reburdea y estremece la tierra.
Aquello del torero que alcanzó la gloria en las astas de Bailaor y el marqués es una de las anécdotas que figuran en 'Memorias del campo bravo, cien años de fotografía inédita 1860-1960', una obra de Mariana Gasset editada por su sello Verso Suelto. Este lujoso libro, continuidad del primer volumen, completa un mosaico visual que rescata del olvido los álbumes familiares de las ganaderías que oxigenan el pulmón de España. Un tributo a esa joya genética que es la sangre brava, un homenaje a todos los artífices del material indispensable para hacer de la tauromaquia ecología, arte y vida. «Se habla mucho de los toreros, de que están hechos de otra pasta, y es así, pero es que los ganaderos son una especie única, héroes un poco en extinción. Me han abierto las puertas de su casa a través de las fotos y les estoy muy agradecida», dice Gasset.
Un siglo de silencio roto al destapar esas imágenes sin más colorido que la sombra y el sol, estampas inéditas que atesoran la intimidad de las familias ganaderas. Con la meticulosidad de una arqueóloga, la editora sevillana ha desenterrado instantáneas que nunca antes vieron la luz pública. Sin poses ni artificios, con toda la desnudez poética de la fotografía de antaño, con toda la crudeza prosaica de una vida atada a la tierra. Un libro para contemplar como se contempla una iglesia, como se reza, con imágenes alzando las voces del pasado para ser cosidas al valor de lo eterno. Y no son solo las fotos, sino que Gasset invita a los herederos de estas divisas a narrar en primera persona su árbol genealógico.
Abre plaza Santiago Domecq Bohórquez para ahondar en este último y asolerado apellido, asentado en el siglo XIX en la finca 'Cardela' de Ubrique con su tatarabuelo, Fermín Bohórquez Zarco. «Echando la vista atrás, para mis primos y para mí es todo un orgullo comprobar que, durante un siglo, nuestra familia ha estado ligada al mundo del campo y del toro inalteradamente. Algo que hemos llevado con gran honor y con la esperanza de que las generaciones venideras continúen con este legado», subraya el criador de reses de lidia, dueño de una de las divisas más premiadas de los últimos años.
Al texto, claro, le acompañan fotos de añejo aroma, como la de un tentadero de machos a campo abierto en la que aparecen Fermín Bohórquez Gómez, Pepe Luis Vázquez Garcés y Carnicerito de Málaga. O ese otro retrato con Soledad Escribano Aguirre a caballo. Porque no faltan los jacos en esta obra, tan vinculados a la dehesa: el hombre, el toro y el caballo. «La santísima trinidad del campo bravo», como señala José F. Peláez, columnista de ABC, en el hermoso prólogo. «El campo bravo no es un lugar: es una forma de estar en el mundo», la de hombres que se visten por los pies antes de que cante el de las plumas confinadas.
Hay marqueses y condes en este libro, pero también ganaderos sin títulos nobiliarios. La mayoría con 'don', algo que le sorprendió a la editora de textos: «Mariana, aquí se repite mucho el don tal y el don cual, ¿lo quito». Y Gasset lo mantuvo, «pues es la manera natural con la que ellos hablan, con ese respeto a los suyos». Una lista de nombres imprescindibles que se suma a la del anterior volumen: Bohórquez, Fernando de la Cámara, Núñez y Abreu, Marqués de Tamarón, Joaquín Buendía, Concha y Sierra, Conradi, Escobar, Marqués de Guadalest, Guardiola Fantoni, Guardiola Soto, López Plata, Peralta, Pérez de la Concha, Conde de Santa Coloma, Súarez Ternero, Rafael Surga, Urquijo/Carmen de Federico, Isaías y Tulio Vázquez, Ybarra, José Carvajal, Indalecio García Mateo, Florentino Sotomayor, Morales Hermanos, Arcadio Albarrán, Contreras, García de la Peña, Conde de Ruiseñada, Vicente Martínez, Marqués de Albayda, Carreros, Atanasio Fernández, Galache, Antonio Pérez-Tabernero y Sánchez-Rico.
En un mundo de hombres, también aparece la mujer como figura central de muchas ganaderías, desde doña Celsa a doña Carmen de Federico
Cada página recoge fotos inéditas, rescatadas del baúl familiar, en las que a la autora, para lograr lo más memorable e insólito, no le ha faltado por llamar ni a un pariente lejano, caso de los Pareja Obregón. Manuel Diego narra la trayectoria de una ganadería con la leyenda de negra de varios toreros muertos y en la que doña Celsa, como conocían a la Viuda de Concha y Sierra, llevó con «mano férrea» el ganado. Impresiona Pardillo, cabestrero en el cortijo de 'La Abundancia', montado en el buey de Trailla. Faenas de acoso y derribo, como la de Salvador Guardiola a lomos de Carapalo. O ese tentadero en El Roque (López Plata) con maletillas y curiosos en la tapia y el caballo de picar sin peto.
¿Y qué hay de aquella en la que el conocedor de Vuelta del Cojo escolta a los toros mientras cruzan el río Brazo de la Torre? Hipnotiza el conde de Santa Coloma con su bombín, rodeado de su familia. Comenta su bisnieto, Enrique Queralt, que su afición le venía -además de por su parentesco con el duque de Veragua-, por sus amistad con el duque de Gor: «Los dos solteros no se perdían ninguna corrida, tentadero o tertulia taurina». Precisamente a un ejemplar de este hierro le cortó Joselito la primera oreja concedida en la Maestranza. Protagoniza el llamado Rey de los toreros varias de las escenas de esta pieza de coleccionista, como una singularísima a caballo en una faena campera en Juan Gómez o ese otro retrato junto a Juan Manuel Urquijo e Ignacio Sánchez Mejías. Tirado en la arena, el torero de la Generación del 27 sujeta a un becerro, con los cercados de palos y Carmen de Federico en la página anterior.
Más adelante, observa con su mirada el conde de Ybarra, acompañado de sus hijos. En Casas de Marcos se desplanta Antonio Ordóñez y traslada al pasado siglo el transporte de los toros al ferrocarril dentro de un cajón de madera sobre un carromato. A caballo el Pasmo de Triana en Palmoralejo, con el ganadero Arcadio Albarrán Díaz de la Cruz. Señorial la estampa de Juan Contreras, que se animó con la ganadería asesorado por el Papa Negro. Coincidiendo con la muerte de Gallito decidió vender el ganado y, dos años más tarde, en 1922 el Rey Alfonso XIII le otorgó el título de vizconde de Burguillos del Cerro por su defensa de la monarquía. Al alimón torea la marquesa de la Vega de Anzo con Jaime Malaver en García de la Peña.
Atrapa el herradero en lo de Martínez, tanto manos a la obra como en el descanso. El gran Monstruo cordobés, Manolete, ocupa varias páginas, tanto con Atanasio Fernández en Campocerrado como con Ava Gardner en Carreros de Fuenterroble, con fotos para enmarcar: enamora la del encierro, con el mayoral abriendo paso con el cabestro. La sombra de los atanasios se refleja en el arroyo de Martihernando, con el mayoral a caballo. Hay ganaderos, toreros, mayorales, vaqueros, garrochistas, amparadores... Y cuadros que son auténticas escenas del Oeste, con los carromatos de madera abriendo las aguas. Fotografías que bien podrían aparecer en 'Yellowstone', en la precuela y en la secuela. Tan salvajes, tan puras.
En las páginas de 'Memorias del campo bravo', descubrimos también el camión adaptado para que los invitados a la comunión del hijo de Antonio Pérez-Tabernero viesen la faena de acoso. Maravillosos los retratos custodiados por la familia Terrones, tratados con la fórmula de los catálogos de arte -como toda la obra- por Gasset. Una obra de arte de puerta grande, con el sabor de las raíces, con el aroma de lo auténtico, de esas que ya deberían estar rifándose para una magna exposición.
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