Tarde de Pascua fundida en gris

Este año se ha recuperado de una forma circunstancial por la cercanía con San Jorge y su feria, y la realidad es que el apañado cartel no tuvo tirón en una Zaragoza a medias entre la huída de la ciudad y el fervor por las procesiones. Y por si fuera poco, a los aficionados incondicionales les aguó la fiesta de Pascua una deslucida corrida de Villamarta. Bien presentada, con seriedad por delante, pero con muy poca bravura en en sus entrañas. Ni buena ni mala, todo lo contrario, que es decir desilusión para los tenedidos y desesperación para los toreros.

De los seis se salvó el segundo, que empujó en el caballo y se movió con enrazadas embestidas. Lo aprovechó Fernando Adrián que le pudo en una faena que fue a más, plena de voluntad y sin volver nunca la cara. El final por ajustadas bernadinas y un cierre torerísimo con la mano izquierda pusieron todo a favor del torero, que precisó de un pinchazo antes de cobrar la estocada definitiva. Se pidió el trofeo, pero no llegó.

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En el quinto, aplaudido de salida por sus descarados pitones, no se tenía en pie. Se protestó con fuerza, pero el usía lo mantuvo en el ruedo, propiciando que siguiera la bronca, ya que cada vez que Adrián se empleaba el toro se derrumbaba.

El mejor parado fue Ginés Marín, que anduvo centrado toda la tarde, pese al poco rédito que consiguió. La vuelta al ruedo que dio tras acabar con el sexto no levanta el tono gris de la tarde, pese a las buenas formas que exhibió el torero y el estoconazo fulminante que recetó al de Villamarta.

No tuvo apenas opciones Paco Ureña con su lote, y eso que se esforzó al máximo por partida doble.