Una tarde en la escuela taurina del Batán: «No sabemos si saldrán toreros o no, pero sí salen hechos hombres»
«Hoy es más difícil ser figura del toreo que presidente del Gobierno, sobre todo si no se tienen escrúpulos», dicen los profesores, con Robleño como nuevo director
Alicia P. Velarde
Madrid
Con los trastos bajo el brazo, llegaba Daniel Rivas al Batán. Era su primer día en la Escuela Taurina El Yiyo, donde los maestros Sergio Aguilar y Rafael de Julia esperan a los alumnos. Al entrar, los ojos de este chico de 15 años ... se clavan en el famoso frontón, que reza: «Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro». La frase continúa con unas palabras duras, pero tan reales como lo es esta profesión: «Al que llega podrá el toro quitarle la vida, la gloria jamás». Es más «difícil y trabajoso» ser figura del toreo que... «incluso ser presidente del Gobierno hoy en día, si no se tienen escrúpulos», comenta Aguilar, haciendo alusión a la situación política actual. Daniel, al igual que sus compañeros, da las buenas tardes a sus profesores y se presenta. Deja los trastos en un pupitre, y se une a compañeros. Mientras, José Luis Cabrero, el profesor de gimnasia, les explica los ejercicios que hay que realizar después de correr. Minutos después, llega Fernando Robleño, el nuevo director de la escuela. Normalmente, hay unos cien alumnos, «aunque es complicado dar un número exacto, porque algunos salen y otros entran». Pero esta tarde hay varias bajas: «Es época de exámenes y faltan más, sobre todo los pequeños», cuenta Aguilar al recién estrenado profesor. «Lógico, dependen más de los padres», responde Robleño.
Llega la hora de salir a correr; pero antes, ordenadamente, saludan al maestro, uno por uno. La educación y el respeto son algunos de los valores más importantes que aún atesora la tauromaquia, a contracorriente, por desgracia, de lo que se ve en nuestra sociedad. No es sólo una escuela en la que se les enseña a torear, es una escuela de valores, como explica clarísimamente Robleño: «De aquí no sabemos si saldrán toreros o no, que intentamos que salgan, pero sí salen hechos hombres». La humildad, la sana ambición, el compañerismo y la fortaleza de espíritu para afrontar el esfuerzo, el sacrificio y las disciplina diarios, son algunos de las enseñanzas que inculcan a los jóvenes que se apuntan, por voluntad propia, a esta escuela de vida, teniendo, desde el minuto uno, libertad plena para abandonar cuando quieran.
Aprenden lecciones importantes para su vida futura y, por supuesto, para cuando llegue ese momento de encuentro, cara a cara, con el toro: «Gracias a estas instituciones, los chicos que sueñan con esto tienen la oportunidad de poder tener, con excelentes profesores, una preparación –tanto física como teórica– y oportunidades en el campo de poder torear. Yo hablo de la escuela que represento, y aquí, el chico que quiere ser torero lo consigue». Robleño también fue alumno de esta escuela, y se le ve feliz y orgulloso de desempeñar este nuevo cargo: «A mí me sorprendió. Me preguntaron si quería ocupar este puesto y me quedé un poco extrañado. Pero rápidamente lo acepté. Yo estuve cinco años en esta escuela, y gracias a ella creo que he sido lo que soy en mi profesión. Pensar en ser el director de donde yo me inicié me hace una ilusión tremenda. Es muy bonito poder enseñar y poder hablar a los chicos que sueñan con ser toreros sobre tus experiencias y tus conocimientos».
Mientras sus compañeros corren por la Casa de Campo, Olga Casado se queda, muleta en mano, toreando de salón. Olga es una de las alumnas más aventajadas y una de las cinco chicas que forman parte de la escuela. Ha toreado ya en importantes plazas, como la novillada sin caballos de Ronda, donde abrió la puerta grande. Muy metida en lo que hace, muestra ya buen aire en el entrenamiento. Fernando se acercó para darle algunas indicaciones: «Es fundamental el juego de la muleta y la palma de la mano. El palillo juega un papel muy importante …», le explica a la joven segoviana, que, atenta, no pierde ni una palabra del maestro. Casado ya ha demostrado que tiene capacidad con el eral y que tiene valor. Como ella, hay varios chicos en la escuela que sobresalen, como Jarocho, novillero que ha sonado mucho esta temporada, y que, precisamente, celebraba su cumpleaños. «Hay chicos con muchas condiciones, con una gran afición, que tienen cualidades para poder ser toreros. Luego es cierto que esta profesión es muy difícil y que la suerte juega un papel importante, pero hay alumnos que nos ilusionan mucho».
Siempre se ha dicho que, mientras quede una sola persona en el mundo que quiera ponerse frente a la cara de un toro bravo, para crear arte, será imposible acabar con la Fiesta. Viendo la ilusión de tantos chicos, muchos de ellos niños, y el esfuerzo que ponen mientras entrenan, parece muy complicado que pueda llegar ese final. «Hay chavales que sueñan con ser toreros, y mientras tengamos esto, y mientras tengamos unos locos, como son los ganaderos, que críen toros, mientras haya aficionados jóvenes, como pienso que está habiendo estos últimos años, el futuro está 'asegurado'». señala Robleño: Y añade: «Sólo falta que el entramado empresarial, que es el que maneja y mueve realmente casi en su totalidad este mundo, sepa encajar a los toreros nuevos, los toreros jóvenes, a estos novilleros, para garantizar el futuro».
Mientras conversamos, escalonadamente, llegan los alumnos de vuelta de la carrera; ahora les tocaba hacer los ejercicios de fuerza, resistencia y equilibrio, que dirige Cabrera. Cuando cae la tarde y arrecia el frío, después de una hora de gimnasia, los chavales despejan el aula y cogen los trastos. E hora del toreo de salón.
Llega entonces Raúl Ruiz, otro profesor de la escuela. Como los alumnos están divididos en tres grupos –los chavales pueden subir o bajar de grupo, según su evolución y comportamiento–, Ruiz se llevó al suyo a la plaza de tientas, mientras que en el polígono permanecen De Julia y Aguilar con los otros dos grupos. Unos chicos hacen de toro, mientras otros cogen los tratos, ante las atentas miradas de los profesores, que les dan indicaciones. Daniel, que antes estaba en la escuela de Valdemorillo, se queda aquí, y coge un carretón para hacer de toro a un compañero, con el que cambiará de puesto, varias veces. Fuera, en la explanada, Sánchez Vara y Christian Parejo entrenan sin quejarse del frío. La anochecida avisa de que ha concluido una tarde más en la escuela. Es martes, y los martes no hay teórico de toreros ni de ganaderías, ni las disciplinas de otras jornadas. En esta escuela de vida, cada día tiene su afán perfectamente trazado. Los chavales recogen y vuelven para sus casas a terminar sus deberes, cenar y acostarse con el cansancio a cuestas tras un intenso entrenamiento, pero dispuestos a continuar con ese sueño: llegar a ser matadores de toros. Que nadie les robe ese sueño.
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