Es de Zaragoza y se llama Aarón Palacio

Los descartes me llevaron al tercer integrante –segundo por orden de antigüedad–. Aarón Palacio. «¡Vaya nombre!», pensé. «¡Así es imposible!», continué. Hasta que este domingo removió prejuicios para regalarnos nuevamente la ilusión tras dos primeras novilladas que habían ahondado en el pesimismo de los aficionados. Cortó la misma oreja que 'El Melli' y casi la misma que a punto estuvo de lograr Carrión –vaya el presidente–, pero suyos fueron unos compases de autor que le distinguen del resto y harán que quienes este domingo lo conocieron quieran volver a verlo. Resolvió con dignidad la inteligencia del primer novillo, una alhaja con ideas de espía ruso, y se explayó con el quinto, al que toreó con una entrega proporcional, siempre reunido y haciendo de cada pase un gesto torero.

Debutaban los novillos salmantinos de Torrealba sobre el ruedo de la Maestranza, desigualmente presentados –con más cara que cuerpo– y horrendamente enlotados. Los dos colorados fueron a parar a través de la misma bolita al sanluqueño Germán Vidal 'El Melli', que cortó su tercera oreja en la Maestranza –una por temporada– en la víspera de su alternativa del próximo sábado en el Coso del Pino. Fueron para él los dos novillos más equilibrados en su compartimiento, con un primer manso encastado que embistió mejor junto a los chiqueros antes de que lo llevaran a los medios y un cuarto algo tardo, aunque de buen estilo. Sus formas, poderosas y solventes, se adaptarán rápidamente a las embestidas del cuatreño, aunque deba trabajar en la reunión de los muletazos para que el conjunto tenga eco en la memoria de la afición.

Un torero poderoso, un torero primoroso y un torero valiente. Esa fue la terna de este domingo, pues además del dominio de El Melli y la maravillosa actuación de Aarón, destacó el valor innato y sereno del algabeño Manuel Jesús Carrión, a quien recordaban algunos aficionados por aquel toque de atención en las novilladas de promoción del mes de julio de 2023, cuando se declaró triunfador del ciclo de nocturnas, aunque apenas se le haya vuelto a ver torear. Es un milagro que un torero que ha toreado tan poco, verdaderamente poco, tenga la valentía no sólo se enfrentarse a los novillos, sino de procurar un toreo extremadamente ajustado sin inmutarse cuando le pasan junto a las taleguillas. A través de ese valor le nace un meritorio temple con el que consiguió meter en la muleta a sus dos novillos, a los que cualquier otro novillero no hubiera entendido por más oficio que tuviera. El temple hace milagros, y lo de Manuel Jesús Carrión es un auténtico milagro. Se equivocó el presidente al negar la fuerte petición de oreja –algunos incluso se aburrieron de pedirla– porque en el resultado se ha hecho una distinción con un novillero que se entregó y demostró tener mimbres como para que un taurino apueste por su carrera.

Y antes de que a Manuel Jesús Carrión le negaran la oreja fue Aarón –hay que cambiar el nombre– Palacio el que sí la paseó. Después de un par de afarolados de rodillas, se llevó Humorista hasta los medios a través de un hermoso recibo a la verónica. Los tendidos rápidamente captaron que algo ocurría cuando quitó por tafalleras, más estéticas que bullangueras, amarradas con una bellísima media verónica invertida, con apariencia de cordobina. Fue extraordinario su arranque de faena, arrodillado entre ayudados por alto, logrando arte en el efectismo. Su propuesta, por encima del resultado, fue extraordinaria: natural en las formas, cadencioso en el trato y reunido en el toreo. Su muleta se muere en el hocico de los animales y sus muñecas bailan al compás de su cintura. Fue tan soberbia la obra que pese a la defectuosa estocada le pidieron con fuerza la oreja. ¡Ojo con A. Palacio!