Tomás Rufo saca la escoba de barrer ante un Talavante liberado y torero
El toledano le añade grados superlativos a un buen lote de Juan Pedro Domecq en el cierre de la Feria de la Magdalena de Castellón
Talavante, sin la suerte de Valencia, volvió a mostrarse cómodo e inspirado por la plaza; Diego Ventura confirmó por qué es la máxima figura del rejoneo
Castellón
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Iniciar sesiónA Talavante le han liberado de su camisa de fuerza. Y a Tomás Rufo le han afilado sus espuelas. El maestro llegaba animado, el pipiolo engallado. Que sigue el toledano con la velocidad de crucero marcada, a todo trapo, dejando una ... estela de fogata tras su paso. Con la llama del toreo siempre prendida. Y con la escoba de barrer siempre en sus manos. Hablamos de un joven maestro predispuesto a generar antipatías. Sin cara de pena, sin demagogias, sin alharacas, sin populismos. Tan sagaz y acertado que elevó a grados superlativos lo que parecía un lote potable de 'Juampedro'. Que rascó la segunda oreja en un pundonoroso cierre a su primero y que rozaba un montante de cuatro antes de pinchar al sexto. Que finalmente fueron tres, como las tres que pudo llevarse el torbellino Ventura.
Una lección de tratamiento fue su labor con el tercero, cadencioso con el capote, sutil en la muleta, atronador con la espada. Tendencioso era bello desde el tendido y ofensivo desde el ruedo. Apretado el melocotón, también en sus pezuñas. Se aburría pronto, al límite de celo. El de Pepino, tan tomasiano con la mano izquierda, lo bordó. Con el compás minúsculamente abierto, con el codo semicaído. Elegante hasta por redondos. Milimétricos los toques, los gestos. Hasta bañar en oro los pitones, que topaban en los canutillos. Una faena majestuosa, aunque ensuciada con unas rudas voces en las luquecinas. Le enterró el acero en dos tiempos, empujando con los dientes y el alma en ese último tramo. Que lo tiró patas arriba.
A Caracolito le quitó revoluciones con lances a pies juntos, que casi eran delantales. Sacándole los vuelos por debajo de la pala y soltándolo en la boca de riego. Volvió Rufo a brindar en los medios, como si las dos orejas previas no le fueran suficientes. Una ambición que sabe manejar, que logra templar cuando se encara con los rizos. Y volvió a deslizar la mano izquierda con precisión, rascando siempre un tranco más cuando parece que los animales van al límite. Aplomado sobre la arena, con el compás justamente abierto. Esa muleta tan bien planchada, con ese tamaño justo, con ese color… ¡Ay, Manzanares!
Que el primero de Juan Pedro no se pareciera al de Justo Hernández de Valencia hacía aún más significativo que Talavante sí fuera el mismo. El que se viene barruntando desde Olivenza, el que recuerda más al 2018 que al 2022. Como si le hubieran quitado la coraza. Anímica y corporal. Suelto en sus extremidades, alegre en sus gestos. Anda suelto, más natural. Y con el capote ha tomado magnitud. Embarcando con las yemas, con las palmas siempre abiertas, ofreciendo medio pecho. Le salen canas entre lances, de lo que duran algunos. Después de Morante, 'naide'. Y después de 'naide', Talavante. Teatrero, su primero, muy cuesta arriba, fue brusquito, sin terminar de atemperarse. Rabieta, su segundo, tuvo más verdad en su embestida, aunque no le terminara de encontrar el pulso.
Lo de Diego Ventura volvió a ser una clase magistral. De los terrenos, de la paciencia que tuvo con su primero, tan murubeño en su fría salida. Tres vueltas al ruedo le dio a Bloncherito, con el hocico sobre la grupa. Recordándole que por su sangre corre ese galope sostenido de lo de Urquijo. Que terminó reluciendo. La reunión de Ventura con los toros no la tiene nadie. Y si no, vean lo de Caracolito, el acarnerado cuarto, cuando armó la revolución. Con Lío, con Bronce…
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