Toros Marbella
Talavante devuelve el lujo a Marbella
Corta dos orejas y rabo tras cuajar, a través de la entrega y el talento, a un bravísimo y exigente Borracho de Julián López 'El Juli'
Salió a hombros junto a José María Manzanares y Roca Rey en la feliz vuelta de los toros a Marbella
El ilusionante regreso de los toros a Marbella y el inicio de un ambicioso proyecto empresarial andaluz
Alejandro Talavante cortó las dos orejas y el rabo del quinto
Apenas se movían los coches desde la salida de la A-7, no quedaban plazas libres en el aparcamiento del centro comercial La Cañada y era intransitable el entorno del coso taurino desde una hora antes del festejo. Sin que pudiera terminar el Himno Nacional, ... una estruendosa ovación ensordeció la Plaza de Toros de Marbella, nueve años después de su última corrida. La expectación generada por esta reapertura era proporcional a la emoción de volver a festejar la libertad de los vecinos y visitantes de Marbella tras aquella puñalada traicionera del tripartito del odio (PSOE, Izquierda Unida e independentistas de San Pedro de Alcántara), a quienes hoy conviene recordar tras la encomiable nueva página escrita por su actual gobierno municipal y la nueva UTEA (Unión Temporal de Empresas y Amigos) que ha vuelto a levantar la persiana de la emblemática plaza de toros marbellí.
Fuera del siempre multitudinario periodo estival, sin apenas tiempo para su promoción y con la dolorosísima baja de última hora de Morante de la Puebla, la corrida salvó todos los escollos –incluso el juego de los toros, pasado por alto– para devolver la libertad a sus vecinos, la emoción a los aficionados y el lujo a su plaza de toros. Esto último, por cuenta de Alejandro Talavante, rotundo intérprete de las ochenta y ocho teclas de ese lujoso piano llamado Borracho y criado por Julián López Escobar. Más que la faena de la tarde, la obra del verano. Por su autenticidad, por la entrega con la que moldeó una bravura rabiosa y desbordante en la dulce compañía de su exquisita tauromaquia.
Como un tren salió del quinto chiquero Borracho, herrado a fuego con la marca de El Freixo. Un carbón suficiente como para tapar cualquier carencia física. Como el cachorro que persigue el trapo, fue un rayo detrás del recibo a pies juntos de Talavante. Colocando la cara abajo, aunque revolviéndose con toda la rabia. Sólo un par dejó que le colocaran antes de desarrollar una prodigiosa inteligencia que le llevaba a dos metros por delante del cuarteo. Fue ese arranque de rodillas en los medios –con Talavante entregado y Borracho propulsado– el aviso del espectáculo por vivir. Una faena maciza, más por el paso adelante dado por el torero que por el conjunto artístico. Siempre intermitente por la violencia con la que solía sorprender este animal, tan insospechado como emocionante. Fue su final en redondo, insuflando el alma y embarcando tan adelante, la rúbrica gloriosa de la obra talavantina. Un sello de calidad, de lujo. Como sus pases de pechos, navegando hasta el mar Mediterráneo. Dos orejas, un rabo y una plaza entregada, como el torero, como el toro a su final. ¡Viva el toreo!
No es que fuera una escalera el encierro de distintas ganaderías, pero sí que adoleció de equilibrio. Toros poco rematados, toros espectaculares y toros presentables. La viña del Señor. Con Borrachín –que no el quinto Borracho– regresó José María Manzanares tras la neumonía que le dejó dos semanas en la cama. No fue este primero de Garcigrande el más aparente de la corrida. Alto y sin remate; como noble y sin poder. Fue, eso sí, el idóneo para la vuelta de una convalecencia. Podrido, aunque siempre quiso fluir hacia adelante. Medido y lacónico, se recuperó Manzanares con la espada: brutal. Lanudo, el cuarto de Álvaro Núñez, parecía tener mejor nombre e iniciativa que estilo, sin afianzarse durante el primer cuarto de faena. Ahí se disfrutó del mejor Manzanares, pausado y acertado hasta saber cuándo apostar por este finalmente encastado Lanudo al que dio el frente y toreó suave y mecido al natural. Con gusto, con empaque.
Hasta la aparición de ese fulgurante Borracho había sido Remendón, de Juan Pedro Domecq, el más vibrante de la tarde. Un toro algo gacho y recortado en su tipo que apretó desde su salida hasta obligar a Roca Rey a doblarse como pocas veces entre muletazos genuflexos. Desde la tablas hasta los medios. Con el toro crecido, con el torero apretado. Se mostró incómodo por el viento en el toreo en redondo, más incómodo este Remendón por el pitón izquierdo, con menos fijeza y más agilidad de cuello. Conectó entre circulares y estalló con luquecinas –¡qué cosas!–. Fue la estocada, bajando la muleta y soltando el brazo, lo mejor ejecutado del conjunto. Menos convencido se mostró con Labrador, el sexto de Santiago Domecq, con más presencia que el resto. Bien castigado por José Manuel Quinta y Sergio Molina (se fue a la puerta), terminó reservado, escarbando y disparando acometidas. Pareció tomarle el pulso en una tanda por la diestra, atacando al pitón contrario, aunque nuevamente interrumpido por la discontinuidad del animal.
Se lidió en segundo lugar a Acerradito, de Carlos Núñez, un toro espectacular en su lámina: brocho, bajo y redondo; sólo empañado por su poquita raza y voluntad.
Toros en Marbella
- Plaza de Toros de Marbella. Sábado, 8 de junio de 2024. Corrida de toros reinaugural. Tres cuartos de plaza. Dos horas y diez minutos de festejo. Se lidiaron toros de Garcigrande (noble, sin fuerza y sin emplearse), Carlos Núñez (poca raza), Juan Pedro Domecq (bravo y con temperamento), Álvaro Núñez (con mejor intención que estilo, fue a más), El Freixo (bravo, fluctuante y tremendamente exigente) y Santiago Domecq (exigente y sin entrega).
- José María Manzanares, de burdeos y oro. Estocada (dos orejas); pinchazo y media (oreja).
- Alejandro Talavante, de sangre de toro y oro. Estocada de rinconera (silencio); estocada (dos orejas y rabo).
- Roca Rey, de sangre de toro y oro. Pinchazo contrario y estocada (dos orejas); pinchazo, media y dos descabellos (silencio).
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras