feria de abril 2012
Fandiño, serio matador de toros

Los reiterados fiascos ganaderos se lo habían puesto a Victorino Martín como las carambolas a Fernando VII. (Ya ha sucedido otras veces). Bastaba con que sus reses tuvieran algo de fuerza y casta para que la afición las reciba como el santo advenimiento. Felizmente, así ha sido: toros serios, encastados; además, no presentan dificultades insalvables a los diestros: los dos primeros, algo apagados; los otros cuatro, francamente buenos.
Iván Fandiño aprovecha bien la ocasión: corta una oreja y le piden otra. David Mora tiene una digna actuación pero está menos lúcido —y lucido— que otras tardes.
Leemos que sobran toros en el campo, que los ganaderos reclaman más dinero por sus productos porque no es rentable criarlos... Y, luego, hemos visto salir por los chiqueros, en Sevilla, reses de escaso trapío, demasiado débiles, que no permiten la suerte de varas, impiden el triunfo de los diestros y encrespan al santo público.
¿Quién tiene la culpa? Los ganaderos, que crían esos toros para poder venderlos; los diestros, que los exigen; los empresarios, que los compran; los Presidentes, que los autorizan; los públicos, que los toleran... Todos, en definitiva. ¿Recuerdan el viejo refrán? "Entre todos la mataron..." Espero que no se llegue a aplicar a la Tauromaquia.
El gesto de anunciarse mano a mano con toros de Victorino merece respeto. El público sevillano, lamentablemente, no llena la Plaza: una mala noticia para la Fiesta y para la afición sevillana.
En los dos primeros, hay cierta frialdad en el ambiente. El que abre Plaza se llama «Baratero» , como el que dió a Victorino su primer gran triunfo en Las Ventas (tomó cinco varas y Andrés Vázquez le cortó las orejas). El de esta tarde humilla mucho pero vuelve rápido, no se entrega. Brilla Fandiño por la derecha, cuando le baja la mano, tapándole bien la cara; por la izquierda, derrota con fuerza. Vaciando muy bien, logra una gran estocada.
No mejora la cosa en el segundo toro de la tarde: mansea, se para a mitad. David Mora está correcto, valiente, pero la gente no entra en la faena. Sólo después de un susto aprecian su labor.
El panorama cambia por completo a partir del tercero, al que pica muy bien, moviendo el caballo, José Francisco Aguado . En el centro, Fandiño da naturales con vibración, dejándosela puesta. La faena no es perfecta porque el toro vuelve rápido pero se vive con emoción auténtica; además, es corta, clásica, medida. Y la remata con otra gran estocada, dándole el pecho al toro, al entrar: merecida oreja.
Al quinto , cárdeno oscuro, largo, badanudo, de casi seiscientos kilos, lo lidia bien con el capote. El toro es reservón pero transmite mucho. Por la derecha, Fandiño logra buenos muletazos; manda menos por la izquierda. Otra gran estocada, entrando muy recto: la tercera de la tarde. El Presidente no concede la oreja pero Iván da una clamorosa vuelta al ruedo (y una segunda, con menos fundamento).
El cuarto se llama «Jaquetón» , como su hermano premiado en el San Isidro de 1975. Mora lo recibe con una larga de rodillas y vibrantes verónicas. El toro prueba, en el caballo, pero resulta espectacular, en la muleta. David le da espacio, consigue derechazos emocionantes pero no se lo quita de encima; al final, aguanta mucho, se justifica.
Tampoco logra el triunfo en el último, serio, enmorrillado. Quita por gaoneras ceñidas Fandiño; replica Mora, con buena media. Saluda El Chano después de dos grandes pares. Brinda David al ganadero Cebada Gago. El toro tiene picante y un pitón izquierdo muy bueno: naturales lentos, de buen estilo, pero... El toro se raja un poco al final. El diestro ha estado digno, en conjunto, pero creo que le ha pesado el compromiso.
A Bogart y Bergman siempre les quedará París: el recuerdo feliz de su amor. A los aficionados, esta tarde, nos quedan los toros de Victorino. Y un gran Iván Fandiño, que logra entrar en Sevilla, como un serio matador de toros serios: lo que siempre ha pedido esta Fiesta.
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