Toros en las Colombinas de huelva
Precipitada vuelta de Roca Rey en las Colombinas, incómodo y sin lucidez
El peruano fue doblemente volteado en el descafeinado e interminable mano a mano con David de Miranda
El torero de la tierra salió a hombros tras cortar tres orejas de una intermitente corrida de Matilla
Emilio Silvera, en la víspera de su alternativa: «Espero triunfar para que me salgan más corridas»
Huelva
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Iniciar sesiónContrastaba la pizarra que colgaron de la fachada del Coso de la Merced con la imagen que realmente ofrecía su interior. «Para la corrida de hoy no hay billetes», decía. Que no sabemos de qué tipo de «billetes» hablaban, porque huecos había, para ... qué nos vamos a engañar. Al rebufo de la popularidad del astro peruano (casi) se llenaban unos tendidos que, ya en el sitio, tomaron parte por el torero de la tierra, David de Miranda, cuyo meritoria trayectoria sigue provocando el reconocimiento de todos: paisanos, aficionados y hasta compañeros. Si en el festival invernal fue Aguado el que le brindó una faena, este jueves fue Roca, que no esperó ni al tercero ni al quinto para tomarle prestado el cariño de los suyos. Pacto de favores: uno llevó a la gente; el otro, las voluntades. Quizás, lo más emocionante de un disparatado mano a mano que cumplió con las expectativas que muchos traíamos, a las que sumamos la preocupación por las dos nuevas volteretas a la gran figura del momento, torpe y precipitada en su regreso.
Feria de las Colombinas
- Coso de la Merced de Huelva. Jueves, 3 de agosto de 2023. Segundo festejo de las Colombinas. Casi lleno en los tendidos. Se lidiaron toros de Matilla (Hermanos García Jiménez). Justos, aunque bonitos, de presentación; intermitente en su comportamiento.
- Roca Rey, de azul rey. Estocada casi entera levemente caída (oreja); aviso antes de pinchazo y pinchazo agarrado (silencio); dos avisos entre pinchazo, dos bajonazos y descabello (ovación).
- David de Miranda, de rioja y oro. Estocada (dos orejas); aviso antes de estocada casi entera (oreja); pinchazo y estocada (silencio).
Con la máxima parsimonia trató Roca de alargar la apertura del telón, una pompa que estalló conforme el inocentón Carcelario salió por chiqueros. Torero grande, toro chico. Parecía renegar el peruano de su condición de director de lidia, de 'abreplaza'. Escurridizo por el callejón, ensimismado mientras desdoblaba la capa, recreándose en el credo. Artimañas insuficientes para tapar la moribunda salida del de Matilla. Sin celo, sin remate y sin perfil. Astillado por delante. Al que iba bandeando un adormilado Roca, que perdió el capote entre lances, que perdió el pie entre tafalleras. Zancadilleado entre la indolencia; cogido de julay. Volvía a tragar albero, como primer aviso de la tarde de que así, con las sábanas pegadas, no se puede salir. Dolorido regresaba a tablas antes de que se destapara Carcelero, que pasó de babosa capotera a liebre muletera, con la codicia de un conejo entre terrones, aunque tan pegajoso como un galgo. Le atacaba Roca, tratando de suplir su tardía arrancada con la cercanía de una muleta que no terminó de volar al compás de la clase del talentoso animal de Matilla. A la tercera serie, por la zurda, se najó a tablas; y tras él, el torero, que optó con rapidez por el efectivismo de cercanías.
Un alboroto formaron Chacón y Domínguez en el tercio de banderillas de Fandanguero, el tercero. Un toro guapo, aunque cuesta arriba. Arreaba el de Camas en banderillas; fluían las muñecas del de Tomares en la lidia. Torero fue el gesto de Chacón, que no se desmonteró, que únicamente saludó. Ese parón que acababa de hacer el de Matilla en banderillas se repitió en la muleta, con Roca puesto de hinojos en la raya del tercio. Desparramando la vista el animal, que no lo volvió a acusar entre intermitentes y profundas arrancadas. Con el peruano tratando de apretarse, aunque igualmente encorsetado y por varias veces desarmado. Con guasa salió el quinto, que desbordó a Roca con el capote, nuevamente por los aires en un estatuario. Fue al final de esta faena, con el de Matilla rajado en tablas, cuando por fin se redondeó el torero, imponiendo el mando de su zurda para cuajar naturales con categoría. La que le faltó con la espada, entre sartenazos y dos avisos.
A Miranda lo recibieron por bulerías los mismos que terminaron pidiéndole el fin, entre desconciertos y momentos de aprieto. Se gustó por gaoneras en el segundo, cayendo las muñecas, tratando de deslizar los vuelos. Como también apretó sus garras en un vibrante inicio que remató con una interminable arrucina. La estocada fue de libro. Milagrosamente volvió a escaparse unas cuantas veces con el cuarto, que no tenía mala condición, aunque a veces perdiera el celo. La faena fue prototípica: caleserinas, estatuarios y bernardinas, que entre tirones, algún que otro susto, una certera estocada casi entera y el cariño de los suyos le valió una oreja. Recibió un aviso, imagínense lo que duró aquello. La extensa faena al sexto no terminó de remontar una tarde (ya noche) de difícil digestión.
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