¡Torero, torero! ¡Viva Morante! ¡Esto es el toreo! ¡Vivan los toreros buenos de Sevilla! La Maestranza era este miércoles de Feria un clamor único tras la faena histórica que los aficionados allí presentes acababan de presenciar. José Antonio Morante, Morante de la Puebla, ... el genio de la localidad ribereña del Guadalquivir acababa de cortar dos orejas y un rabo a su segundo toro, Ligerito, tras una lidia que pasará a la historia del toreo como única e irrepetible.
Tres trofeos que le valieron para abrir la Puerta del Príncipe y salir a hombros hasta el Paseo de Colón. Fue morir el último toro y pasados unos minutos decenas de jóvenes -el arte de la tauromaquia está más vivo que nunca- empezaron a saltar al ruedo para participar de un momento memorable. El futuro de la fiesta alzaba por encima de sus cabezas a un genio, a un ser mítico, ente aplausos, oles y lágrimas.
La vuelta al ruedo a hombros fue de película y la salida por la Puerta del Príncipe como un tsunami apabullante de emociones. Pero el recorrido no se quedó en el Paseo de Colón, como ha sucedido en otras Puertas del Príncipe en las que el torero se monta en su furgoneta en el mismo paseo.
Una faena como la que se vivió este miércoles en la Maestranza no podía terminar ahí. Era tanta la pasión por lo visto y disfrutado, que en volandas, lo llevaron hasta la misma puerta de su hotel.
Se cortó el tráfico, y así sucedió la apoteosis del torero por la calle Almansa, pasando por Santas Patronas, Reyes Católicos, la Magdalena y llegada hasta la misma puerta del Hotel Colón, el hotel de los toreros, donde como si de un paso de Semana Santa se tratase, le dieron la vuelta para que cruzase la puerta del hotel mirando a su público.
Aficionados todos del toro, del toreo y de un mito coronado como es Morante de la Puebla.
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