molinetes y trincherazos
Lo sonado y lo sonoro de Ortega
Poesía que no es para todos, y que precisamente por ello sabes que es poesía
Quedaba por nombrarles al as de copas. Y es que a veces, ocurre que los astros se alinean y aquello de lo sonado hace consonancia con lo sonoro, aun sin ser lo usual, pues lo sonado, con todos sus fuegos estruendosos para la algarabía, no ... tiene nada que ver con ese sonoro canto, no gregoriano, pero sí espiritual, en ese subrepticio del creador. Juan Ortega, por personalidad, pertenece a esa querencia de lo sonoro más que a lo sonado, tal como ha solido ocurrir con los buenos toreros. Y como aquellos, también ocurre que suele ser lo mejor de ellos lo más mal entendido por esos cortos de alma pero largos de lengua, los desbocaos, pero ésos no nos atañen. Y es que el toreo de Ortega, por intimidad sonora, no precisa ser escuchado por las hordas. Su toreo encierra un cierto desafío, y es el de llegar a ser comprendido desde su incomprensión. Y es justo lo único que le falta, aceptar sin miedo esa falta de entendimiento de la masa, para, a su vez, entenderse más a sí mismo. Naturalmente, ello exige el precio de aceptar las broncas y las batallas perdidas. Quizás, este dilema jamás lo alcance, pudiera ser. Lo que sí ha alcanzado tal como hizo el pasado viernes, es andar por esa epopeya del temple que nos trajo Juan Belmonte, y hacerlo además con un ritmo propio. Ése es su leitmotiv, desafiar al propio temple en ese imposible pero soñado parar el tiempo. La verónica hecha cadencia en ese ganarle el terreno al toro cargando la suerte. Vaya, eso de cargar la suerte suele cabrear a muchos que se pierden en conjeturas contrarias del sin saber, y que sin embargo, cuando ocurre, tampoco precisa convencer a nadie, pues eso es el arte mismo, un decir la verdad entre pequeñas mentiras, tal como hacen los poetas con la poesía. Poesía que no es para todos, y que precisamente por ello sabes que es poesía. El citar en el sitio de torear, esto ya es mucho, pues su pretensión siempre es la de andar cruzado y ofrecer el pecho a las astas. Ante la desclasada corrida de Victoriano del Río, los toreros hubieron de estar muy firmes. Y si bien no llegó a cuajar al único con opciones, sí hizo verdaderas sonoridades en esas 'Torerías y Diabluras', remembranzas de un libro que entre trincherazos y molinetes, tampoco es para todos.
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