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TOROS | FERIA DE ABRIL

La gran tarde de Morante en la irreconocible portátil de la Maestranza

Fue la tarde más colosal desde su regreso, entregado sobre su inagotable fuente de valor, y a pesar del matillazo, del presidente y de las mulillas

Ofreció la impresentable corrida de Matilla dos puertas del Príncipe a Manzanares y Talavante, despedido este último al grito de «¡torero, torero!»

Entregado natural de Morante de la Puebla al primero (bis) de Matilla RAÚL DOBLADO
Jesús Bayort

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Tiene la Maestranza de plaza portátil lo que el traje de flamenca de faralaes, pero se empeñaron entre unos y otros –presidente, ganadero y peregrinos ocasionales– en revestirla como si de una talanquera de la España profunda se tratase. Hoy todos venían a ... ver a Morante, pero en el fondo muy pocos saben verlo. No está hecha la miel para la boca del asno. Y después de haber cuajado su tarde más bravía desde que su mente volvió a darle (darnos) problemas, de insultante arrojo e inigualable personalidad ante dos alhajas, la plaza se decantó al grito de «¡torero, torero, torero!» por los rodillazos de Talavante en su eléctrica e intermitente faena final. Debería la Delegación del Gobierno crear una comisión de investigación para determinar por qué razón Fernando Fernández-Figueroa, rigurosísimo desde las siete de la tarde en el palco presidencial, aprobó junto a su equipo veterinario animales tan impresentables como tercero y cuarto. Y también averiguar por qué actuaron areneros y mulilleros con tanta prisa en el cuarto, y tanta parsimonia en el sexto.

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