Toros
Borja Jiménez: «He salido adelante gracias a los aficionados, ahora no puedo fallarles»
Torero revelación de la temporada
El torero de Espartinas ha recibido varias ofertas de apoderamiento tras su puerta grande de Las Ventas, aunque asegura que continuará con Julián Guerra
Sevilla
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Iniciar sesiónUna puerta grande en Madrid ha refrendado la temporada de su revelación. La del binomio que arrancó el año desde lo más profundo del abismo para terminar repicando las campanas de casi todas las principales ferias del panorama taurino. Julián Guerra y Borja Jiménez, ... apoderado y torero, sensei y sempai. Juntos bajan por la suntuosa escalinata del Hotel Colón con gesto de complicidad. Traen la resaca (emocional) del cierre de temporada en el festival benéfico de la Maestranza. No hay planificada una agenda vacacional: tres o cuatro compromisos durante esta semana con grupos de aficionados y peñas taurinas y, en unos días, de nuevo a Salamanca.
En el campo charro se instaló el de Espartinas a finales del pasado año. Julián Guerra, salmantino de cuna, se había fijado en él. Lo descubrió en un tentadero en la ganadería de Aldeanueva, «excesivamente metido» en su profesión para las contadas oportunidades que recibía –desde 2017 sin apoderado–. Cuenta que, poco a poco, y sin que Borja lo supiera, fue pidiendo vacas y toros a ganaderos para terminar de conocerlo. «Quería conocer su capacidad de entrega y cómo es capaz de reaccionar ante diferentes situaciones», recuerda. Por último, una llamada de Juan Antonio Ruiz 'Espartaco' fue determinante: «El maestro estaba convencido de que Borja merecía una oportunidad».
Fue ahí cuando comenzaron la vinculación; primero hablando, después entrenando. «El fondo físico estaba claro que lo tenía, una voluntad que es primordial para poder pedirle al cuerpo que desprecie su vida». La conversación se bifurca suavemente hacia el cauce de Guerra. Sus refractarios lo acusan de teledirigir a los toreros, quienes se sientan a escucharlo terminan persuadidos por un dogma inusitado. Una manera distinta de ver y comprender la tauromaquia. En el caso de Guerra, lo fácil es quedarse en la anécdota, en las formas; lo interesante es descubrir al personaje. Que te habla de una vaca concreta tentada hace quince años, que estudia cada ganadería con la convicción de que sólo a través de ese conocimiento superlativo del toro bravo se alcanza la excelencia torera. «Hay que estudiar la psicología del animal para terminar siendo el psicólogo de un toro en diez minutos», cuenta.
«Sé que soy demasiado insistente, pero sólo siendo perfeccionista se logra que la técnica desaparezca en la plaza y que los conocimientos pasen a ser invisibles. Ése es el final de mi enseñanza, cuando se inicia el salvajismo». Y la conversación, planteada inicialmente como una entrevista, va dando paso a constantes consideraciones del mentor, con Jiménez mirándolo con cara de admiración, de adoración. «Aquí sólo torea bien el que se sabe colocar, el que sabe lidiar y al que le caben más embestidas en su mente».
Borja rompió en 2017 con Tomás Entero, al que estuvo vinculado desde la temporada de su alternativa. Desde entonces, navegó sin apoderado, zozobró por las tempestades de la soledad. Aunque muchos reconocían su buen oficio en los tentaderos, nadie daba el paso para luchar porque lo trasladara a la plaza. «Entrenaba con mi hermano y José Luis Peralta, pero la verdad es que estaba solo. En esa época me preocupaba de ponerme bonito, de que mi toreo gustara a todos. Pero fue llegar a Salamanca y desmontar todo aquello. Gracias a Julián logré darme cuenta que para torear realmente bien hay que olvidarse de la compostura». «Es normal que eso te pasara –contesta Julián–, porque tú buscabas un éxito efímero que te ofreciera una nueva oportunidad; pero el éxito que debes buscar no es ése, sino el del toreo eterno, el que hará que tu alma se vacíe».
La doctrina espartana de Antonio Ruiz 'Espartaco' había calado en la adolescencia de Borja Jiménez, disciplinado hasta en el destierro: «La exigencia de Julián no me chocó porque el maestro siempre me habló con mucha verdad y seriedad, aunque no sea fácil de escuchar. Su hijo, el maestro Juan Antonio, de primera hora me dijo que éste era el camino, que lo que ahora puede parecer un ogro en el futuro será la luz». «Borja traía una voluntad de hierro, aunque el problema de casos como el suyo, de haber dedicado tantas horas al entrenamiento, es que los defectos también se graban a fuego. Los entrenadores que verdaderamente marcan son los del 'acción, reacción'. El ataque funciona mejor que la caricia, aunque en el fracaso se agradezca esa caricia», replica el apoderado.
«Al principio me costaba sacar ese carácter que buscaba Julián. Me decía perrerías en el campo, pero como no soy así, nunca fui capaz de contestarle. Conseguía que me irritara, que sacase lo mejor de mí delante de los toros». «Es que hay toreros que parece que compiten en el campo, cuando lo que de verdad deben hacer es desnudarse como toreros. Cuanto antes te quites la ropa, antes te vestirás. El tentadero no puede ser un acto social para dar las gracias veinte veces y hablar con todo el mundo. Todo eso es desconcentrarse. La concentración es fundamental. Decir: 'no oigo, no escucho, sólo tengo una mirada, una vista'. Ese animal merece un respeto porque el ganadero lleva, por lo menos, tres años criándolo. De ti depende que le puedan perdonar la vida», señala Guerra, antes de rematar: «El campo debe ser un laboratorio para investigar las diferentes embestidas, para encontrar la variedad del toreo, que nace en el trazo del muletazo, no en los floretes que se le pueden hacer a un animal. Tener variedad no es pegar molinetes o trincherazos, sino un trazo de muletazo, que va unido a las alturas y a la medida del recorrido. Porque los terrenos no son del toro, sino del torero; el toro tiene querencias».
Su estilo tiene el eco inconfundible de Antonio Corbacho, aunque Guerra matice las diferencias: «Él le daba una fuerza bestial al rito y a la liturgia, pero yo me he centrado mucho más en los conocimientos técnicos. De hecho, de todos los toreros a los que he llevado –Fortes, López Simón, Miguel Abellán y Pepe Moral, entre otros–, ninguno se parece. Él no le daba tanta importancia a las ganaderías, yo estudio todas. Fue un estudioso del marketing, con la suerte de encontrarse a dios –José Tomás– y Alejandro Talavante».
Hay dos ocasiones en las que brotan las lágrimas de Guerra por su rostro. Hablando de su enfermedad, un linfoma de Hodgkin con el que lleva varios años batallando –«La decisión de apoderar a Borja la medité especialmente porque pensé que podía ser mi última obra»–, y sus últimos coletazos como torero: «En mi locura inmensa sólo quería torear. Era lo único que pedía cuando entraba en la capilla a rezar, que me dejara llegarle al hocico un día más, pisar donde yo sé que embisten los toros, aunque ya sabía que no podía hacer nada por mi carrera».
El año ha terminado con catorce corridas toreadas. Durante este encuentro se recuerda aquella página 'Taurina' de ABC para «dar un toque de atención» durante la confección de los carteles de la temporada taurina de Sevilla. Un gesto natural bajo la desesperación. Ramón Valencia los atendió, cuando no había motivos sólidos que lo justificaran. Que terminó justificándose con la espada y la muleta, como en la Copa Chenel o en Las Ventas, donde confirmó su alternativa y terminó toreando tres tardes. Como las tres orejas a la corrida de Victorino Martín que lo catapultaron en la Feria de Otoño.
Unos días después de aquello se anunciaba en la Feria del Pilar de Zaragoza con la corrida de Palha, un plato 'poco' apetecible para algunos. «Muchos nos llamaron para aconsejarnos que nos cayéramos de la corrida, pero nosotros hemos salido adelante gracias a los aficionados y ahora no podemos fallarles», asegura el torero, que tiene claro que no rechazará determinados hierros en el futuro: «Victorino, por ejemplo, que es la más exigente que puede haber. Jamás la rechazaré». «Borja tiene claro que irá, siempre y cuando tenga interés lo que le ofrezcan. Si no lo tiene, nos quedaremos en nuestra casa. Si las empresas quieren arruinar su carrera, la arruinarán, pero como un muñeco de trapo no lo van a tratar. No lo puedo consentir. No pediremos lo mismo que una figura del toreo, pero sí la mitad».
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