El VAR de San Fermín: los caprichos del señor de la chistera
«Los toros y los toreros han estado bien. Los que han estado fatal son el que está ahí arriba y su asesor», dijo el ganadero Ricardo Gallardo después de que el palco birlara y regalara orejas a su antojo
Pamplona
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Iniciar sesiónApoyado en el burladero del 2, Ricardo Gallardo dirigía su mirada al horizonte de toriles. Serio el gesto, solo roto por tibias sonrisas para los muchos que le pedían fotos en el callejón. Como una estrella del rock el ganadero de Fuente Ymbro. Qué barbaridad. ... Pamplona, por la universalidad de sus encierros, es de los pocos sitios en el que todos conocen la divisa que se lidiará. No hay mejor escaparate para el toro bravo que los Sanfermines. De las imponentes caras de los astados se hablaba en la andanada del 7. Asustaban las velas del primero. Qué seriedad la de Comisario. Su amplia cuna apuntaba hacia las peñas, que calentaron gargantas con un «hemos venido a emborracharnos, lalalalala» mientras Luque dibujaba la verónica. Lo más valioso llegó en unos aquilatados naturales, exprimiendo el estupendo pitón izquierdo del ejemplar de Los Romerales. «Para que luego digan que los toros grandes no embisten», anotaron en la sombra. Más grandiosa que la cornamenta –y eso es mucho decir– fue la bronca al presidente, que por el arte del 'birlibirloque' se guardó en la chistera la oreja pedida al torero de Gerena por toda la plaza. Impresionaban los tendidos, rebosantes hasta la bola con una terna que, con todos los respetos, no convocaría ni media entrada en cualquier otra feria. «Aquí se anuncia mi primo de Soria y llena», espetó un aficionado. Hasta doscientos euros pagaron dos alemanas por una fila que costaba un billete de los azules. De lo lindo lo gozaron.
Y de repente, un brutal Roca Rey calló a la plaza del ruido
Rosario PérezEra 7 de julio y Pamplona era una fiesta en la que el peruano desató pasiones y logró el imposible del silencio; con guiños a San Fermín se vistió Morante, que hizo el toreo aunque no todos se enteraran
Tras la pitada al palco, las caderas de ellos y ellas se contoneaban al ritmo de 'Sigo siendo el rey' y 'La chica ye-ye'. Con un tren humano en el pasillo, no dieron 'tregua' al son de Barricada. Agitaban los brazos las peñas; se sentaba en el estribo Garrido. Se gustó el extremeño en unos naturales, pero el alma de la fiesta pamplonica, que son los peñistas, pedía más 'salseo'. Demasiado al hilo anduvo el torero y demasiado escarbó el negro, no el de la canción de «mami, qué será lo que tine el negro», tarareada por unos vecinos, sino el toro. Sabedor de que la conexión no había surgido, el extremeño hizo un guiño de rodillas a la solanera, pero pinchó, y eso aquí es pecado mayor.
Poco le importó a la sección 11 y 12 que manseara en el inicio el tercero. ¡Cómo botaban! La letra de 'Un beso y una flor' contagió a toda la zona alta. Y con «ligero equipaje para tan largo viaje» (ni pintada la letra), Álvaro Lorenzo se presentó en San Fermín. Tanta corrección, frente a un toro que respondió con clase, aburrió al gentío, pero mató a la primera y el usía le regaló una orejita. «Menudo criterio tiene Sagardoy, el de la chistera», señalaron en el balconcillo mientras destapaban un bocata de medio metro.
Zampaba el personal a dos carrillos cuando Jesulín de Ubrique, ídolo otrora de multitudes, pisó la arena de paisano. Ni se inmutó el graderío, más pendiente de la merienda que del ruedo. De torero a torero el brindis de Luque. Y festivo el cumpleaños feliz que entonaron en el 10, aderezado de una ducha de sangría y serpentina. Eso, arriba; abajo, el torero sevillano ponía la muleta en la cara a Impositor para imantar su aquerenciada embestida. «Estoy feliz, me voy satisfecho», dijo Daniel Luque tras pasear la oreja de este cuarto, con bastante menos petición que en el primero, donde cuajó la obra superior de la tarde. Pero el de la chistera seguía con sus trucos de magia: ahora no, ahora sí... Hasta el generoso Dani Martínez hubiese dado calabazas en 'Got talent' al mago del palco.
La chistera también sacó un pañuelo blanco para Garrido en el notable quinto, en el que se la jugó en unas bernadinas cambiando el viaje. Aquello alborotó a las peñas, volcadas en la hora final. Vacío quedó el marcador en el sexto.
Si el toreo es cuestión de suerte, la presidencia, sin ningún criterio, optó ayer por jugar a la tómbola. Fue la única canción que faltó en el repertorio de las peñas, encantadas con los fuenteymbros. «Los toros y los toreros han estado bien. El que ha estado fatal, fatal, fatal, es el hombre que está ahí arriba (el de la chistera) y el asesor que tiene al lado. Lo que han hecho en el primer toro con Luque ni queriendo se debe hacer. Si no saben, que se vayan», comentó a Victoria Collantes el ganadero, orgulloso por la seria y notable corrida lidiada. De puerta grande. La que nadie abrió.
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