Las cuentas de las novilladas: ¿quién apuesta por la cantera?

Ser empresario taurino no es rentable. O eso dicen -menudo mensaje para la sociedad de una actividad tan cuestionada-. Aquí el que no pierde, empata. Y a veces gana algo, que son cifras irrisorias para todo lo que una empresa se juega. Porque los aficionados, ya lo saben, tenemos el don de jugar a empresarios. Con el dinero de otros, claro. 

¿Dónde están los Balañá, los Camará, los Choperita, los Chopera (con Baillères ya al frente) o los propios Lozano (excepto su perla gallega, con una Peregrina reducida)? ¿Alguien cree que si dar toros fuese realmente rentable esas familias no seguirían en primera línea del negocio? ¿Alguien cree que Matilla hubiese dejado escapar Valladolid si, pese a la subida del canon, fuese una plaza rentable? El dinero está en las comisiones de apoderamiento. Ese es el negocio.

La ruina absoluta son las novilladas. Ni a muchos ganaderos les interesa lidiarlas actualmente. Borja Domecq, propietario de Jandilla, lo reconocía en ABC: «En 2022 lidié una novillada y media. ¿Novilladas en 2023? Una, media o ninguna. Se han puesto a niveles de gastos inasumibles». Para los ganaderos y para los empresarios. Ricardo Gallardo, dueño de Fuente Ymbro, lo contaba recientemente en estas páginas: mucha facturación, sí, pero más gasto aún. «Aquí los únicos que no pierden son toreros de la parte alta y media», decía. Los ganaderos, a los que con la subida de costes criar un toro les cuesta cerca de seis mil euros, andan con la soga al cuello, y los empresarios hacen malabares.

Por eso, repasando la estadística de la temporada que se fue adquiere mayor dimensión la apuesta de 'la Oportunidad' de Lances de Futuro: además de dar nueve becerradas, sumó cinco novilladas picadas en la plazas de todas las categorías: Morón de la Frontera (Sevilla), Málaga, Santander, Córdoba y Almería. Y de cada una brotó una sorpresa que se ganaba un puesto en la siguiente. Si en la primera ilusionó Marcos Linares, en Santander lo hizo Víctor Hernández y en la última encantó Jorge Martínez.

Dar una novillada en una plaza de primera cuesta 83.000 euros; en una de segunda, 75.000, y en una de tercera, 53.000. Una locura. Pero sin inversión no hay futuro. Y Garzón, el empresario que dijo hace año y medio en ABC que al toreo había que darle «una vuelta como un calcetín», lo sabe.

Las cuentas son claras. Solo hay que irse a la tabla oficial de Anoet. Contratar a un novillero en una plaza de primera cuesta 6.484 euros; en una de segunda, 5.902; y en una de tercera, con un debutante del grupo C, 4.158. A todo eso hay que sumar la Seguridad Social de los actuantes (cerca de seis mil euros), los mil y pico de los veterinarios, los mil y pico de médicos, los riesgos laborales y, claro, el ganado. Si un ganadero cobra quince mil por una novillada en determinados escenarios, ya se da con un canto en los dientes. Pérdidas para el que cría los animales y pérdidas para el que organiza el festejo. ¿Saben qué taquilla hizo, por ejemplo, la novillada de la Feria de la Virgen del Mar? Poco más de treinta mil euros, por lo que al empresario le costó casi treinta y cinco mil.

Qué mérito el de Garzón, el empresario que aún se ilusiona y lucha por la juventud. Sin olvidar, claro, ferias como el Alfarero o el Zapato e iniciativas como el Memorial Iván Fandiño de BMF en Bilbao o el Camino hacia Las Ventas de Víctor Zabala, entre otras. Pero si a la estructura del toreo no se le da esa vuelta «como a un calcetín» poco futuro habrá. Porque las empresas están para ganar, no para palmar o empatar. Otro invierno que se les va a los que mandan... «Vamos a llevarnos lo que podamos mientras esto dure». Jodo, vaya enseñanza.