Peña El Puyazo, desvelo por la suerte de varas
TERCIO DE PEÑAS
Desde 1949 es, en la actualidad, de las agrupaciones más antiguas de Madrid
Justo Algaba, cuando la inspiración es soledad

En 1949 en los carteles había puestos nombres que si se podían mirar. Parrita, Luis Miguel Dominguín y por ahí seguido. Corría mayo, con sus lluvias tan a destiempo y sus soles de moscas. Era mayo, como en el 'Romancero', y en el ... nuevo coso de la calle de Alcalá no se hablaba de otra cosa que de los carteles: como siempre, como nunca.
No hay ley de asociación seria estando en los años en que estamos, pero sí se daba la potestad, la gracia, de que los amantes a la tauromaquia pudieran congraciarse en la naturaleza de una sana peña y de ahí a volar. Era 1949, sí, cuando tanto el presidente de la peña El Puyazo, Juan Montoro, como el del historiador 'ad hoc' de la peña, José María Moreno Bermejo, cifran el inicio de esta agrupación que tiene el mérito de ser, por disolución de otras, la más antigua de Madrid. Una peña que además tiene repartidos a sus peñistas en diferentes tendidos de Las Ventas pero que que animan bastante 'los isidros' a «a pesar de lo elevado de la edad».
Pero eso es el hoy, sucede en el presente, aunque en Juan Montoro, como en Bermejo, hay nostalgia de la arcadia como peña o de la peña como arcadia: «Aquellas salidas al campo, los baños en el río». Aunque antes hay que comprender la idiosincrasia de esta peña que viene, cómo no, de la historia que el propio Moreno Bermejo, cincuenta años en la asociación, revela. Entrelazándose sus vivencias con las de la propia peña.
En los escritos de Moreno Bermejo en obras como 'La peña El Puyazo. Madrid y los toros. Cincuenta años' se fija un hito fundacional: cuando ciertos aficionados a los toros, José Mondéjar «hijo de banderillero», y Salvador Molina, «hijo de picador», fueron aglutinando gentes en «el barrio de Pacífico. Y como era la suerte de varas de la s más admiradas en esos momentos y por esos tipos, se llevó la afición y el nombre la peña que nos incumbe. Si hacemos caso a sus escritos, ya el nombre de El Puyazo se vio esa pancarta en los tendidos del 8. Justo en «la contraquerencia» de donde con más frecuencia se picaba.
Andando los años, y según lo investigado, en 1963, quien fuera presidente de la entidad, el Sr. Chamorro entrega un premio a al picador que mejor puyazo ha exhibido al público. Los integrantes del jurado eran de tronío: Ramiro Calle, patrocinador, Luis Fernández Salcedo, Antonio Bellón, Luis Giménez Guinea, Rafael Campos de España, Vicente Zabala, Alfredo Quinta y Curro Fetén junto al presidente de la Peña de entonces, Miguel Chamorro, y el secretario José Asensio. Desde entonces, un trabajo asociativo «por la suerte de varas» que no quita, y también en el patrimonio, «aquellos 18 autobuses que iban a la finca La Guapísima los domingos», que es algo que Juan Montoro (más de veinte años en la presidencia) lleva a gala. Que una peña taurina pudiera ser tegumento para el ocio entre familias, como lo fue. Su memoria son las de «largas caravanas a ver al matador del momento», si se dejaba, «que no siempre fue así». Aunque la peña El Puyazo siempre tuvo su dilectos: «José María Manzanares y Paco Camino.» Tan eran del diestro alicantino, y ahora de su hijo, que iban y van a «desearle suerte a la puerta del hotel Barajas», que es, dicen en la peña, donde se ha hospedado la dinastía. Esa romería se ha hecho tradición. Y ambas partes de reconocen en la costumbre. En fuerza de la costumbre.
Cuota anual de 108 euros
En la Peña El Puyazo están todos los que son, pero también todos los que tienen que estar. 22 miembros. Ni más ni menos. Con una cuota de 108 euros al año hay en Madrid un grupo de personas velando por la ortodoxia de la suerte de varas. No una peña dedicada a un matador en las mieles de éxito, si no a una parte muy concreta de la tauromaquia. Eso, ya la diferencia de otras más generalistas o en defensa de la Fiesta en general como único aliciente.
Una peña no tiene por qué ser creciente en número. Por mucho patrimonio que conserve, los recuerdos están ahí. El Puyazo tiene establecidos tres premios tres, que le sirven para que en San Isidro sean una entidad a tener en cuenta.
Así, entregan el LXII Trofeo a la mejor suerte de varas, junto al XXIII Trofeo a la ganadería más brava y un premio, donado por José María Moreno Bermejo al puyazo que más haya podido transmitir con un desembolso de 500 euros que Bermejo pone de su propio bolsillo. Es «por mejorar la suerte de varas», aluden, cuando se les pregunta por su esencia y su existencia. Custodian, además, «algunos dibujos del pintor César Palacios», al que quisieron tanto, y que forman parte del patrimonio más secreto de la peña. Ellos, mientras otros chiflan, está atentos al picador. Se les hace el silencio y casi no hay tiempo para ellos y su desvelo, ese que reza por el «tercio de varas».
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