La novillada de Mayalde da una lección a las corridas de Valdemorillo

Los chavales que de cerraban la Feria de San Blas suplieron con ganas esa falta de alma, el alma que atrapa a los aficionados, aunque cada uno con su estilo dejara su sello.

La decisión fue la tarjeta de presentación de Víctor Hernández con el saludo por faroles de rodillas. Templaditos siguieron los lances en pie al primero del Conde de Mayalde. Y de esa línea despaciosa brotó el quite. Un montón de capotazos se llevó Herbolario, con el que el de Los Santos de la Humosa abrió faena por péndulos. Pese a llevar la boca abierta, no se cansaba de embestir el bravito castaño en la correcta labor, rematada por bernadinas. La sensación es que la disposición de Hernández no bastó para domeñar la codicia de Herbolario, pegajosete a veces.

Con el buen cuarto planteó la faena más redonda. Porque suyos fueron los mejores muletazos. Asentado y con aplomo, sacó naturales extraordinarios. Oxigenó con listeza la zurda y siguió volando naturales con templanza, aunque aquello se viviese con demasiada frialdad. Solo cuando se metió en las cercanías el público se despertó. Una oreja se llevó un novillero que ya viene pidiendo toro.

El segundo, más serio por delante que los toros de las corridas anteriores, no perdonó a García Pulido con el capote. Un boquete en la cara externa le abrió en la taleguilla, por fortuna sin consecuencias. En el suelo acabó también Antonio Molina mientras lo lidiaba en el tercio de banderillas. Mucho que lidiar tenía este mayalde, con un peligro que no siempre se adivinó. El triunfador del Circuito de Novilladas lo intentó con entrega, dejando la muleta puesta para llevarlo tapado. Por el derecho se los tragaba, pero por el zurdo se quedaba más corto, mironcete siempre. Aguantó el toledano hasta sacar meritorios naturales. Lo cazó a la primera y cortó una oreja.

Un torito era el quinto, un gran condeso, un gran mayalde. Dispuesto anduvo Pulido, en novillero y queriendo morder al final, aunque pecó de encimista. Fue un cañón con la espada y se ganó dos excesivos trofeos. La vuelta al ruedo pidieron para Andaluz, que fue arrastrado con una sonora ovación.

Se preocupó en exceso por componer Sergio Rodríguez, lo que restaba naturalidad a las cosas que quería hacer bien. Se desmonteró la cuadrilla con los palos, con un destacado par de Juan Carlos Rey. De rodillas arrancó una obra en la que combinó muletazos en los que perseguía alargar el viaje con otros de más abandono. Punteaba el animal, con movilidad. Y Rodríguez allá que seguía en la búsqueda de temple, con un par de naturales y un cambio de mano que gustaron. El broche y la fulminante estocada, que se cayó, desencadenaron la pañolada. La dos orejas le pidieron, pero el palco dijo que una.

Un pase de pecho a la hombrera contraria trajo la hondura en el último minuto, aunque eso de los pectorales da para mucho: algunos maestros dicen que la profundidad está en barrer el lomo del pitón a rabo y no en «cargar sacos». El caso es que cuando Sergio se alejó de ese toque envarado dejó los pases más personales.

A hombros se marchó García Pulido con la tercera puerta grande de la Candelaria 2023 conquistada.