Novillada de claros y sombras, con la mirada puesta en Sevilla

Burdiel sujetó al primero en los medios con verónicas rodilla en tierra, con gusto. Tras dos puyazos sin mucha historia, quitó Peñaranda por chicuelinas, e intentó replicar el sevillano, aunque el novillo no se dejó. El eficaz tercio de banderillas dio paso a una faena de muleta en la que no se terminaron de entender novillo y novillero. El de Guadaira tuvo dos virtudes, la nobleza y la humillación, pero estaba ayuno de emoción, lo que, unido a falta de ajuste, hizo que el público desconectara de la labor.

Mejor estuvo el sevillano con Canalla, que tenía presencia de toro, cuarto de la tarde, al que dejó dos buenas medias de recibo. Se sacó el sevillano con mucho gusto al novillo a los medios, con trincherazos muy toreros. El novillero estuvo limpio, voluntarioso, y supo ligar tandas a un novillo que embestía con profundidad, especialmente por el pitón izquierdo, aunque hizo el avión por los dos pitones. Faltó rotundidad a la faena, y a lo mejor darle un poquito más de sitio al de Guadaira. Dejó una estocada caída de buena ejecución, y novillo y novillero fueron ovacionados.

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Poco pudo hacer con el último. Con tres largas de rodillas recibió Burdiel al sexto, al que estoqueó por Ismael Martín, y al que brindó, dejando la montera en la puerta de la enfermería. Sin casta alguna durante los primeros tercios, y rajadísimo en el último tercio, no dio ninguna opción a Álvaro, que puso voluntad, pero poca historia tenía el animal.

Dos buenas verónicas y una media dibujó Peñaranda al segundo, que salía siempre desentendido del capote. Lo dejó muy bien colocado en el caballo las dos veces, y las dos veces fue mal picado. Comenzó rodilla en tierra Alejandro sacándose al novillo, que no aguantaba tandas largas y tampoco terminaba de humillar, pero acudía a la muleta de un Peñaranda que tendía a hacer las tandas largas, por lo que se le quedaba el novillo debajo, desluciendo la labor. Lo mejor fue la última tanda por la diestra, y una estocada, en la que se volcó. La ejecución fue perfecta, y la colocación prácticamente: sólo un poco delanterita, pero en todo lo alto, defecto casi imperceptible, mas requirió del verduguillo, que supo usar acertadamente el conquense. Hubo una leve petición, y salió a recibir una ovación desde el tercio. El quinto fue un novillo muy soso, con el que Peñaranda estuvo voluntarioso. Lo intentó por ambos pitones, y el animal iba, pero no tuvo la obra ningún calado en unos tendidos, que estuvieron en silencio.

Ismael Martín se presentó en Madrid con Administrador, y más no pudo dar: puso banderillas, dejando un último par muy bueno, y comenzó en los medios -a lo Rincón- citando al animal para ponerse directamente a torear. Muy rebrincado y sin clase iba el novillo, que le prendió en la segunda tanda. Supo girar en el suelo muy bien, librándose de la voltereta. El novillo sabía lo que se dejaba atrás, y él se puso en el sitio a ligar tandas. Otro susto vino después, y otro milagro ocurrió. Cada vez más agrio se fue poniendo el animal, y cada vez más valor fue demostrando el novillero, que, pese a las evidentes carencias de su juventud, estuvo en novillero, con la entrega que mercecía tal día. La plaza estaba en un «uy» constante, pero nadie dejaba de atender. Dejó, tras un pinchazo, una estocada ligeramente desprendida que necesitó del descabello. En el tercer intento, el bruto animal pegó un cabezazo, saliéndosele el hombro a Ismael, que tuvo que entrar en la enfermería. Terminó de finiquitarlo con varios golpes de cruceta, Burdiel.