después, 'naide'
La muerte digna de Paquirri
Puedes pasar toda tu vida como un miserable, pero cabe la posibilidad de que la suerte te brinde el honor de morir en torero
'Morante, herria zurekin'
Llegado un momento de la vida, las cosas dejan de suceder tal día como hoy y pasan a ocurrir tal día como ayer. Tal día como ayer murió Paquirri por disparo de asta en Pozoblanco. Me sale que cuarenta años son dos veces ... veinte años, la unidad de medida de la nostalgia. Si hago memoria, hace veinte años ya hacía veinte años de lo de Paco y yo, que en aquellos días estaba en Cádiz en primero de levanteras, publicaba un reportaje sobre la muerte del torero en el que alguien contaba que la cornada había sonado «como una pedrada en una manta».
Recuerdo los párrafos con las prisas, las ruedas chirriando por los acelerones de la ambulancia camino de Córdoba y la desesperación que hacía 'clin clin' como el ruido del cristal de los botes del suero al chocar en las curvas. En Córdoba esperaba el doctor Vila para intervenir el destrozo y Paquirri le llegó muerto.
No sé quién es el héroe de hoy. Mi Españita de entonces tenía a Paquirri, a Yiyo y al Soro y ahora tenemos 'youtubers', Putellas y Broncano. Será que en este tiempo, la muerte se ha ido poniendo vulgar y como de trámite. Ahora que te parta un toro la femoral es de tontos, pero a palmar en una salita con hilo musical en la que un tipo pagado por el Gobierno que se llama José Luis te pincha un buco de cianuro lo llaman muerte digna. Después, la gente escribe en sus 'stories' que tu barco ha llegado a puerto y otras bobadas sobre la conformidad con la el final de la vida, y a otra cosa, chico. Yo creo que la vida nunca llega a puerto.
«Mi Españita de entonces tenía a Paquirri, a Yiyo y al Soro de héroes, y ahora tenemos 'youtubers', Putellas y Broncano»
La vida siempre termina en naufragio y así debería ser. Prefiero que un toro que me abra en el muslo un túnel de desdichas a que el Estado proporcione una salida incolora, inodora e insípida a mi desesperanza. Prefiero no conocer a mis nietos a que los chicos me vean rendido y pidiendo la hora. Mejor que me trinque la muerte -sucia y traicionera-, trágica al fin y al cabo, y el de las patas negras me quiebre en la plenitud de los ojos azules de Paco y no harto de existir y vencido por el aburrimiento, el cansancio y otras formas menores de desesperación.
De la vida hay que irse así, de golpe, como se van los héroes ungidos a un carro alado del que tiran bueyes del color de la ceniza. Cuarenta años lleva muriendo Paquirri un poco tranquilizando al personal, tumbado en aquella remota enfermería, explicando que la cornada tiene dos trayectorias, una «p'acá y otra p'allá», en fin, echándole cojones. Y desde entonces a uno le gustaría concebir esa muerte para sí. Porque puedes pasar toda tu vida como un miserable, pero cabe la posibilidad de que el destino te brinde el honor de morir en torero, como murió Paquirri.
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