El Puerto

Ortega y Aguado, contra la tiranía del tiempo bajo los ecos de la cornada a Morante

Cortan una oreja cada uno en su mano a mano, en el que el trianero se llevó el toro de más excelente ritmo, el toro de la corrida del Puerto. Cigarro se llamaba

Morante de la Puebla y Roca Rey, tambores de guerra en El Puerto de Santa María

Pablo Aguado, ¡torero, torero! Emilio Méndez

Rosario Pérez

El Puerto de Santa María

Atrás quedaba la alta tensión del cartel del sábado. Regresaba la paz con el mano a mano entre Juan Ortega y Pablo Aguado, sin pique ni guasas. La afición no venía a ver guerra ni inmolación, sino belleza y armonía. No era un duelo ... de espadas: era un duelo de almas, aunque no hubiese venido mal animar la rivalidad, que tan bien le sienta a la taquilla. Dos toreros de Sevilla, frente a frente. Y sobre ambos pesaba la sombra de Morante, el dios del Sur que cayó herido en el norte. Llegaban noticias de su cornada en Pontevedra media hora antes de que Juan y Pablo, Pablo y Juan, hiciesen el paseíllo dispuestos a grabar su propio nombre en El Puerto. Al de La Puebla, carne de eternidades, le estaban los toros perdonando la cornada, presentida cada tarde por ese sitio que pisa, por ese terreno que quema. De eso se hablaba, de su valor descomunal y del agujero que hará en las entradas en su año más taquillero... Hasta que Aguado nos concedió un pasaporte a otro mundo, a otros sueños. Qué manera de torear, dominador del tiempo, dominador del viento.

Un remolino puso en apuros al sevillano mientras el segundo toro se le vencía. Más fiera era la embestida de Eolo que la de Langosto, al que puso toreramente en el caballo antes de lentificarse por delantales. Todo con una naturalidad que sobrecogía y que hacía frotarse los ojos: ¿realidad o sueño? Miles de retinas se guardaron ese molinete por Camarón para asentar las zapatillas en una monedita mientras giraba con derecha verticalidad. Todo con compás: cada detalle, cada encuentro con Langosto. Apoteósico el cambio de mano, como ese de pecho bordado artesanalmente. Allí nada se cosía a máquina. En el refugio donde se anclaban los papelillos presentó su izquierda, pero con aquel vendaval era imposible el gobierno. Torería y mucha raza puso Aguado, en estado de gracia y con cabal sitio, desafiando al levante, al poniente y a lo que hiciera falta. De un soberano volapié puso el punto final, aunque el buen toro del Puerto se tragó la muerte y tardó en doblar. De ley la oreja que paseó, de las de mayor sabor de esta temporada portuense.

Con mucha fuerza le pidieron el trofeo que le hubiese aupado por la Puerta Real en el sexto, pero el presidente dijo que nones entre el enfado del público. Manso enciclopédico fue este serio Velosico –por encima del trapío de este escenario–, tan corretón y huido desde que pisó el albero. Complicado en banderillas, no quería pelea, pero el de Sevilla lo anduvo con galanura para sacarlo de su querencia. Y en los medios, sin dejarle más opción que su muleta, ligó dos series con relax e importancia. Sin un solo tirón, pleno de esa difícil sencillez. Pulseaba las telas, que encelaban a Velosico, atraído a su derecha, a ese molinete primoroso. Pero a la mínima quería abandonar el barco, dejar de navegar en los medios y pirarse a la orilla de su querencia. Y allí se marcharía, pero allí no pudo ser. Meritísima la estocada, de esas que decían los antiguos que valían una oreja. Al hilo de las tablas, con el riesgo que implica, sin querer tirar del paso de banderillas. Por derecho. Y la afición lo valoró, aunque no el usía, que se llevó una monumental bronca. Enlotaron al serio sexto con Caracorta, nombre acorde a sus agradables pitones. Sabiamente se lo llevó al platillo para cincelar la media de más categoría. Buena la lidia de Soler y grandioso Iván García con los palos. ¡Torero, torero! En pie puso la plaza. Echó la persiana prontísimo el del Puerto, sin romper nunca hacia delante, y se agradeció la brevedad del matador.

El Puerto de Santa María

  • Plaza Real. Domingo, 10 de agosto de 2025. Última corrida. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Puerto de San Lorenzo y La Ventana (1º), desiguales -alguno por encima del trapío de esta plaza- y de juego variado dentro de sus flecos mansos (lo más, 6º y 4º); destacó el 5º, con ritmo y clase; bueno el 2º; con opciones el 3º, flojito y obediente el 1º
  • Juan Ortega, de visón y oro: media delantera y tendida y tres descabellos (saludos); estocada delantera desprendida (leve petición y saludos); pinchazo hondo y descabello (oreja)
  • Pablo Aguado, de buganvilla y oro: soberbio volapié (oreja); pinchazo y estocada corta caída y atravesada (saludos); gran estocada al hilo de las tablas (fuerte petición de oreja, vuelta al ruedo y bronca al palco).

El reloj, ese tirano de segundos, fue desterrado en el quinto, con las excelencias del ritmo, el son y la clase. Un toro ideal para Juan Ortega, que en conjunto se llevó el mejor lote. A placer toreó a Cigarro. No es que se ralentizara, es que se dormía en cada calada. Era domingo, un domingo sacro, y nadie tenía prisa de que llegara el lunes. Aquí se había venido a ver torear despacio. Qué manera de estirar cada instante a la verónica. Hondas, redondas. Y harina de otros costal, mota a mota, las chicuelinas por perezas. De hipnosis. Porque hipnotizados estaban los tendidos. Fuena una faena torerísima: cada calada a Cigarro, un ole; cada muletazo, un cartel. A cámara lenta los naturales, con un pase de pecho que dignificaba el toreo sin bulla. Ortega aguantó parones, se abandonó. Pero lo pinchó (en lo alto) y el premio se redujo a una oreja con un toro de dos. El aroma de su faena quedó impregnado en el ruedo donde se ha vivido durante dos fines de semana lo más inmenso del verano. Tanto saboreó la vuelta al ruedo que le dieron los tres avisos.

No se había entendido el de Triana con el tercero –cabeceaba, pero tenía que torear– en una faena de detalles. Tampoco tomó vuelo la del bonito primero, justito de fuerza y que poco decía. Lo que luego dirían los toreros no fue abundante, pero sí de caricias. Y a eso se había venido: a olvidarse de batallas y segunderos.

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