Sin tauromaquia, sin democracia
«Que una Comisión Parlamentaria cuya misión es proteger, promover, aumentar y engrandecer la cultura española dedique sus medios a alentar una iniciativa para amputar una manifestación cultural es de una perversidad contraria a cualquier orden lógico», dice el presidente de la Comisión Jurídica de la Fundación del Toro de Lidia
El PSOE da alas a la ley antitaurina
Lorenzo Clemente
La celeridad con la que van produciéndose en los últimos tiempos cambios en los valores y las prácticas más consolidadas de las democracias liberales hacen que no siempre reparemos en hechos realmente sorprendentes. Este martes, la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados ... de España se reunió para dar curso legal a una iniciativa legislativa que tiene como propósito… permitir prohibir una manifestación cultural como es la tauromaquia en algunas partes de España. La Iniciativa Legislativa Popular que ha comenzado su andadura parlamentaria quiere derogar la Ley 18/2013 que protege la tauromaquia como parte del patrimonio cultural español. Y que pueda siquiera llegar a tramitarse es algo realmente insólito: que una Comisión Parlamentaria cuya misión es proteger, promover, aumentar y engrandecer la cultura española dedique sus medios a alentar una iniciativa para amputar una manifestación cultural es de una perversidad contraria a cualquier orden lógico.
Podrá alegarse que la tauromaquia tiene detractores. Pero que la cultura sea o no mayoritaria, que sea o no querida, que para algunos sea incluso deleznable, en modo alguno justifica que los poderes públicos puedan prohibirla.
Resulta especialmente inquietante, además, que trate de fundamentarse la legitimidad de la norma en valores democráticos, porque su contenido supone una visión absolutamente perversa de la democracia por muchas razones.
En primer lugar, porque supone admitir que una mayoría parlamentaria lo puede todo. Y esto no es verdad (o no debería serlo). En una democracia liberal por mayoría no se pueden amputar los derechos humanos, no se puede prohibir una religión, ni una lengua… ni una manifestación cultural (sea ésta mayoritaria o no, sea ampliamente querida o sea custodiada en cenáculos íntimos).
Además, supone consagrar el derecho del poder político a inmiscuirse en ámbitos a los que nunca ha sido llamado. La democracia, como cualquier forma de gobierno, tiene su ámbito propio, que es el de lo público, el de lo común, el de lo imprescindible para que la comunidad política vida en paz. Pero lo que es constitutivo de la persona y de los pueblos es algo que ningún poder político puede prohibir o limitar sin ser considerado totalitario. Y la tauromaquia es algo que forma parte de lo más íntimo de muchas personas y pueblos en nuestro país. Permitir su prohibición es atacar identidades, arraigos, costumbres, ritos y formas de vida. Y eso sólo sería admisible si estuvieran en juego derechos humanos, algo que es obvio que no sucede.
Un tercer elemento aterrador que exhibe tramitar una iniciativa legislativa de este tipo es manifestar que nuestros representantes pueden consagrar una única moral pública. Porque quienes alientan esta propuesta consideran que su moral en el trato a los animales es la única lícita. Una moral, por lo demás, opuesta al antropocentrismo, que es el fundamento de nuestra civilización desde lo mejor de la Ilustración, y sin el cual la suprema dignidad de cada ser humano queda a la intemperie. Los promotores de esta iniciativa y quienes alientan su tramitación consideran que esta moral debe ser impuesta como una religión de Estado, como una ideología única, como una forma de pensamiento de la cual no cabe disentir. Tramitar una iniciativa así es abrir la puerta a que eso suceda con la moral relativa al trato a los animales, pero también con cualquier otra realidad moral. Y no parece que eso sea muy tranquilizador para quienes defendemos la necesidad de convivencia en sociedades plurales y libres.
Por último, esta iniciativa legislativa plantea que cada municipio o Comunidad Autónoma pueda prohibir la tauromaquia, porque la cultura es algo local o regional. Es decir, no sólo es que los poderes públicos puedan determinar qué es cultura. Es que sólo pueden hacerlo desde ámbitos territoriales reducidos. Para ellos, no existe una cultura común española, sino múltiples culturas que pueden ser decididas, manoseadas, prohibidas o manipuladas por taifas territoriales minúsculas. Frente a eso, es imprescindible reivindicar la existencia de una gran cultura española de la que la tauromaquia forma parte. En la que nos reconocemos muchos y en la que nos reconocen desde fuera. Sin complejos y sin entregar lo español, lo común, a ninguna ideología.
Por todo esto, el mero hecho de tramitar esta iniciativa para permitir prohibir la tauromaquia es ahondar en lo diverso y reducir cada vez más lo común y es pervertir la esencia básica de la democracia.
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