¡Por fin a Morante le embiste un toro!
El sevillano y Roca Rey cortan una oreja en la vuelta de los toros a Ciudad Real, que reabría sus puertas tras cinco años de inactividad. Emilio de Justo dio una vuelta al ruedo tras pinchar un importante triunfo
Carteles de Burgos: Enrique Ponce regresa a la feria que se quedó sin verlo por su retirada en 2021
Morante, con el cuarto
El tren a Ciudad Real estaba lleno de pasajeros con sus almohadillas en las manos. No había duda de a dónde iban. Tras cinco años sin toros, el coso de Ciudad Real volvía a abrir sus puertas con una terna de lujo, y la expectación ... estaba por las nubes. Tampoco se lo quisieron perder Víctor Puerto, Gómez del Pilar o Rubén Pinar, presentes en la plaza. Y presenciaron una buena tarde en la que, de no haber sido por la cicatería presidencial y las espadas, los tres toreros habrían abandonado la plaza en volandas. Lo que con los tres primeros toros de Algarra parecía iba a ser un fiasco, se enderezó en la segunda parte de la corrida, donde cada torero pudo lucir su tauromaquia y mostrar sus armas.
Abrió un toro que no cerró la etapa de mala suerte de Morante con los lotes. Desde el principio demostró escasa fuerza, escaso celo y escasa clase. Tras ser banderilleado brillantemente por Curro Javier, que tuvo que desmonterarse, el maestro de La Puebla tuvo que vérselas con estos mimbres. Por su facilidad innata se pudieron ver algunos muletazos de mano baja de mucho gusto; pero el toro no era capaz de permitir redondear ni siquiera una serie completa. A pies juntos, consiguió la única tanda abrochada con pase de pecho. Gracias a estas gotas de calidad, hubiera caído la primera oreja de la tarde de no ser por el fallo con el descabello.
Por fin salió un toro queriendo embestir. Poder, podía poco, pero al menos tenía la casta suficiente como para seguir los engaños. Por supuesto, el primer tercio fue un mero trámite. Excelentemente bregado por Curro Javier y banderilleado por Ferreira, aunque algo fallaba en los arpones, porque los fue perdiendo uno a uno. Con la franela, Morante pudo ilusionar al público con su facilidad y gusto exquisitos. Tandas por ambas manos, cambios de mano, pases de pecho, todo ajustado, en el sitio preciso y con el toque exacto. Nunca pudo obligarle en exceso, pero al menos se gustó en algún muletazo desmayado. En el momento en el que el toro empezó a ir a menos, cogió la espada y lo mató de una estocada corta un poco trasera, de la que salió rodado. Qué poquito necesita el maestro para inundar de torería el escenario. Así lo supo también ver el público, que pidió con fuerza las dos orejas. Pero en el palco, un cicatero presidente concedió tan solo una que supo a poco.
Precioso recibo a la verónica de Emilio de Justo al segundo de la tarde, con dos medias muy bien dibujadas. Ya en banderillas el animal evidenciaba justeza de fuerzas, y con ella llegó a la muleta de Emilio, que paulatinamente fue intentando bajar la mano, porque de primeras el toro se hubiera derrumbado. A base de paciencia logró sacar el fondo de nobleza del de Algarra, y algún natural largo. Era muy difícil lograr la limpieza en el trazo del pase, porque el toro se defendía siempre, cabeceando. Como su hermano, se puso incómodo para entrarle a matar, muy humillado, escarbando, y en un continuo balanceo. Entró rápido De Justo, dejando una media, que fue suficiente.
Emilio se encontró con un quinto ejemplar al que le dio fiesta con la capa, destacando su quite por chicuelinas de manos bajas que remató de una larga templadísima. Salió a por todas el extremeño, hincándose de rodillas en los mismos medios para citar al toro. Si vibrante fue ese inicio de faena, fue a más un trasteo que conectó con el tendido en todo momento. Basó la labor en el pitón derecho, destacando algún muletazo de trazo desmayado y encajada la figura, y los pases de pecho marca de la casa, especialmente uno por el pitón izquierdo larguísimo y profundo, que levantó a toda la plaza. No hubo acople por el izquierdo, porque apenas lo intentó. Con dos probaturas, cambió de mano. Una pena los dos pinchazos previos a la estocada, porque hubiera sido un triunfo clamoroso de puerta grande.
Ciudad Real
- Plaza de toros de Ciudad Real. Domingo, 28 de abril. Lleno en los tendidos. Toros de Luis Algarra, mansos y sin fuerza, menos el quinto y el aplaudido sexto.
- Morante de la Puebla, de coral y oro. Estocada trasera y tres descabellos (saludos). Casi entera arriba (oreja con fuerte petición).
- Emilio de Justo, de lila y oro. Media atravesada y desprendida (saludos). Dos pinchazos y estocada (vuelta tras leve petición).
- Andrés Roca Rey, de obispo y oro. Pinchazo (silencio). Feo pinchazo hondo y estocada entera (oreja).
El tercero de la tarde salió con tan poca historia como los anteriores, siendo protestado por su escaso trapío y poca fuerza. A pesar de tener menos feo estilo que sus hermanos, a la muleta llegó andando, que no embistiendo, y con nula entrega. Y eso que el paso por el caballo había sido prácticamente inexistente. Lo intentó Roca por ambos pitones, con un final a toro parado, de cercanías, a fin de levantar el ánimo del personal. Pero el pinchazo y la rendición del manso, que se echó sin más, terminaron de enfriar el ambiente.
El sexto fue el más completo del encierro. Roca le dio capa y en el trasteo de muleta le exigió en tandas muy largas por los dos pitones. Por el izquierdo se vio a Andrés más incómodo que por el derecho, mostrándose algo desconfiado por ese pitón. Logró conectar con el tendido, con los cambiados por la espalda y circulares invertidos a final de faena. El de Algarra permitió que el torero desarrollara toda su tauromaquia a placer, si bien eran mejores sus inicios que finales a la salida del muletazo.