FERIA DE VALDEMORILLO
A Vichanero no le hacía falta ni hablar: ¡qué toro!
Tras petición de indulto, fue premiado con la vuelta al ruedo y Castella paseó dos orejas para salir a hombros con Ventura, que hizo el toreo con más alma en una buena corrida de Capea
Los carteles definitivos de San Isidro

«Ay, si los toros hablaran...» Cuántas veces lo escuchamos, pero a Vichanero ni falta le hacía tomar la palabra, porque ya lo hizo con su embestida. La soñada. La ideal para arrancar una temporada, la idónea para gozar con creatividad y frescura. Para deleitar. ... Y allí lo que deleitó fue el toro de Carmen Lorenzo, que pedía el regreso al campo. Pedía el público el indulto, se levantaba de su contrabarrera Gonzalo Santonja cuando el presidente le decía a Sebastián Castella que había que matar. Porque el tiempo pasaba y los avisos llegaban. Extensísima había sido la actuación, pues ya cuajó una faena con el capote, variado y templado, aprovechando las bondades del toro, al que despidieron con los honores de una ovacionadísima vuelta al ruedo. Algo escasito de remate, llevaba la bravura en su sangre: qué nobleza, qué fijeza, que clase... Un máquina de embestir que creció en profundidad por el pitón izquierdo. ¡Vaya toro para arrancar el año! De locura. Dos orejas cortó la figura francesa, aunque más gustó Vichanero. Mientras la gente seguía embistiendo, sorprendió la presencia de un vendedor de palomitas; un guiño en la noche del cine español.
Un silencio se hizo en el prólogo por alto, que pronto se transformó en coros que jaleaban al torero. 'Castellanizada' la Candelaria y centrado el de Béziers con otro toro con posibilidades, de menos temple pero con más chispa. Aunque lanzó algún fuego geniudo por el izquierdo, respondió agradecido cuando condujo por abajo las telas en una notable serie. Tras una larga labor, hizo amagos de rajarse. Otra oreja se embolsó.
El mismo bautismo que el de la vuelta al ruedo, Vichanero, traía el primero de José María Manzanares, aunque sin la clase del anterior, más brusco y a su altura, que era también la del torero, vaciando el viaje por arriba y sin hacer nada a favor del toro. Cuando en el sexto parecía que iría a la deriva, el alicantino corrió la mano por abajo, con gusto y poder, y la plaza vibró por momentos. Demasiado pocos. En ovación se quedó la cosa.
Embistió Vichanero I, embistió la corrida, la gente salió embistiendo, y toreó Ventura, que marcó diferencias en la mixta. A caballo, sí, pero con más alma que ninguno. Cálida empezó su temporada en el invierno de Valdemorillo: tras verse envuelto su nombre (o mejor dicho, el de su apoderado) en la polémica del concurso santanderino, la gran figura del rejoneo ahondó con temple y maestría en las bondades de Malospelos, al que supo medir con listeza. Lo hizo a lomos de una apuesta joven como Quirico y de caballos contrastadísimos como Lío, un prodigio en un quiebro que iluminó la cubierta. De película. Se enfrió algo el personal -con casi lleno en la Candelaria- cuando el toro se tragó la hora final: suya fue la primera oreja.
Soberbio con un bayo que era pura entrega, desde la cola a la boca. Toreando con los riñones al boyante cuarto. Maravilló Ventura a dos pistas y con ese sereno valor. Con Campina -que sabe lo que es andar en los inicios- colocó las cortas. Para poner la guinda con las rosas y el teléfono. Ese que sonaba a última hora para pedir sensaciones de la corrida: más apasionado el toreo ecuestre que el de a pie y más se embestía que se toreaba por las calles.
Feria de San Blas
- Coso de la Candelaria. Sábado, 8 de febrero de 2025. Segunda corrida. Casi lleno. Toros del Capea (1º y 4º) y Carmen Lorenzo (2º, 3º, 5º y 6º); de buen juego, con fijeza y muchas posibilidades en general; el extraordinario 2º fue premiado con la vuelta al ruedo.
- Diego Ventura, de miel y zahones: rejón en dos tiempos (oreja); pinchazo y rejón con derrame (oreja).
- Sebastián Castella, de lila y plata: estocada caída (dos orejas tras aviso); pinchazo y estocada (oreja tras aviso).
- José María Manzanares, de marino y oro: estocada trasera contraria y cinco descabellos (silencio); media (ovación).
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