De la boda en Manuel Becerra a Taconero antes de la cogida de Alarcón en Las Ventas
El VAr del Tendido
Con la cara ensangrentada y hecho un eccehomo, el toledano pasó a la enfermería, pero salió para dar cuenta de su restante lote
Un 'embestidor' novillo de Fuente Ymbro estrenó la Feria de Otoño, cuyo marcador inauguró Víctor Hernández con una oreja en una plaza demasiado fría
Álvaro Alarcón, a merced del novillo de Fuente Ymbro, que le puso el pitón en la cara y en el cuello
Mientras en la Iglesia de Nuestra Señora de Covadonga se daban el 'sí, quiero', Las Ventas abría sus puertas para estrenar la Feria de Otoño. En Manuel Becerra rezaban por los novios; en la capilla de la Monumental los toreros encomendaban a La Paloma una ... tarde crucial en su carrera. Un mano a mano con los dos triunfadores de Madrid. Ese era su sentido, sí, pero sin «la sensibilidad» de la que se hablaba en el VAR del tendido de incluir a un tercero en el escaparate venteño. «¿Y si coge a los dos, qué, el sobresaliente?», se preguntaban en el tendido bajo.
De sensibilidad no tuvo mucho la tarde, demasiado fría por momentos, alejada de la boda de medio kilómetro más arriba y metida en un funeral. ¿Por qué tanta frialdad con Víctor Hernández? Al final, cortaría una oreja en el último minuto como recompensa a su 1-O por la fulminante estocada al cuarto.
El cuarto, sí, pues tuvo que despachar dos seguidos después del percance de Álvaro Alarcón en el segundo. Protestaba con genio este Jaranero, que enseñaba las puntas. No le perdonó al toledano y, después de doblarse con inteligencia, cuando toreaba con la mano de la cuchara, lo prendió de modo dramático por la pierna derecha. Ya en la arena, mientras daba vueltas, le pegó un pitonazo a medio camino entre la cara y el cuello. Con el rostro hecho un eccehomo, se incorporó mientras las cuadrillas lo examinaban. Un banderillero se quitó su corbatín y le hizo un torniquete en el muslo. Más abajo, la sangre teñía cada vez más la media rosa. No le importó al triunfador de San Isidro, que siguió dispuesto para plantar batalla al áspero y pegajoso Jaranero, que había recibido de salida algunos pitos por su «justo trapío». De una estocada lo envió al infierno de los desbravados mientras, por su propio pie y cojeando ostensiblemente, pasaba a la enfermería.
Había estrenado el ciclo Taconero. Qué manera de embestir. Por los dos pitones taconeaba. Alguno lo protestó por chico y en el balconcillo del 2 decían que «la báscula de esta plaza hace tiempo que anda estropeada». Sin exageraciones, el de Fuente Ymbro transmitía seriedad. Pero al final todo el mundo se posicionó con el de Ricardo Gallardo, feliz en el burladero mientras contemplaba a la máquina criada en Los Romerales. Quiso mucho Víctor Hernández, con series notables y profundos muletazos en una faena bien estructurada... Pero... siempre hay un pero. Y aquello no terminó de calar mientras en el sector duro le recriminaban la colocación: «Ponte en el sitio, que sabes torear». El descabello enfrió los ánimos tras subirlos en las bernadinas. En saludos quedó el balance, como en el tercero, en el que le pidieron con fuerza el trofeo por su buena estocada. «¿Por qué no da la vuelta al ruedo?», se preguntaban en la sombra. Y con una ovación finalizó el capítulo.
Como Alarcón quería salir a dar cuenta de su lote restante, se corrió turno y Hernández se las vio en cuarto lugar con Vivero. De nuevo mostró su buen concepto con un animal que iba y venía con su son a media altura. Pero otra vez Madrid anduvo friota con el prometedor y capaz torero de Los Santos de la Humosa. Para caldear el ambiente, echó las dos rodillas por tierra en un cierre por manoletinas, con un cambio de mano de regalo. Un cañón con la espada volvió a ser. Se hizo de rogar el presidente, pero esta vez sí cayó la oreja.
Las palmas de tango de los que protestaban el trofeo se mezclaron con la ovación a Álvaro Alarcón, que salió del hule para dar cuenta de los dos que le aguardaban en chiqueros. Por fortuna, el parte hablaba 'solo' de «una cornada en la cara interna del muslo derecho de 15 centímetros que afecta al tejido subcutáneo y aponeurosis muscular, y de un puntazo en región cervical derecha». Al hilo del 7 se alzaron los estatuarios, rematados bellamente por abajo. Crujió entonces la plaza. Ya luego todo fue un sí pero no. «Cuántas posturas hacen los toreros de hoy, deben ponerles como las bailarinas delante de los espejos», decía Burgueño, que leía el ABC entre toro y toro. «Mátalo ya», gritaron. Y de una estocada lo cazó mientras se tragaba su propia muerte el fuenteymbro, ovacionado en el arrastre.
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Cerró el desigual conjunto un sexto que se pegó dos volatines. Volaron los pañuelos verdes como el arroz y los pétalos a los novios de Manuel Becerra, pero el palco lo mantuvo. Nada pudo hacer Alarcón con un animal que quería pero no podía. Porque querer no siempre es poder.
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