Toros
El gran impacto de la Feria de Málaga: David de Miranda se olvida del cuerpo
Bajo la presencia de Roca Rey (con un mal lote), se juega la vida con hierático valor y sale a hombros en una corrida de Victoriano con un Jaceno de bandera para Escribano
El compromiso ético de Fortes con el toro
Málaga
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Iniciar sesiónBárbaro David de Miranda, que se jugó la vida a carta cabal, con esa serenísima locura de quien quiere ser alguien en el toro. Impactó su heroica faena al tercero, un animal feote, hecho cuesta arriba, con dos puntas y una presencia más norteña ... que del sur. Ausente de casta, con la cara por el palillo, sin humillar ni por equivocación, con el freno echado en el mismísimo embroque. A toro parado y sin querer pasar. En una moneda de oro –como su exposición– fue el emotivo prólogo a un Victoriano tan poco claro. Enamorado se llamaba el galán, con el que el onubense lo hizo todo despacito, con un aplomo que conmovía. Metido entre los pitones, tan cerca que escaneaban sus tripas y su corazón, con los ojos pegados literalmente a sus muslos.
Enamorado lo tuvo media docena de veces en el sitio que duele, para trincarlo y trasladarlo al hule, pero respetó a De Miranda. Como diría don Eduardo Miura, tenía pinta de cabroncete, pero resultó buena gente. Y le perdonó la cornada mientras el de Trigueros convertía la plaza en un volcán en erupción, con ese valor tan natural, tan auténtico. En ambas direcciones se asentó, traspasando la línea que separa el hoy de la posibilidad de un mañana, escondido (no se sabe dónde) el instinto de supervivencia. David se olvidó de su cuerpo y se abandonó con verticalidad, sin un solo aspaviento. Aquel aplastante capítulo se abrochó por manoletinas de lexatin antes de volcarse en la estocada, con los tendidos en pie ante la gran revelación del serial, ante uno de los monumentos al valor de esta temporada. Asomaron los dos pañuelos de una tacada por el palco presidencial tras el arrimón roquista (y un halo ojedista y tomista) de Miranda bajo los ojos del peruano, que ha puesto a funcionar a varios. Esta vez con Canal Sur presente y con el primer 'No hay billetes' de la feria.
Tantas almohadillas como toallas se veían por el puerto marítimo desde el mediodía, con un océano de juventudes atraídas por Roca Rey. Toreaba el Cóndor, imán de la taquilla, y ni la baja de Cayetano liberó huecos. Se echó todo el peso taquillero sobre su espalda, pero el gentío se topó y aupó a David de Miranda. Porque cuando un torero se entrega así, el mundo se rinde.
Tanto se olvidó de su pellejo, tanto se olvidó de sus huesos, de sus músculos, de su sangre, que en el sexto sufrió un duro volteretón adentrado entre los pitones. Quiso y quiso frente a una desigual embestida. Y en ese valentísimo querer se acrecentó el cariño del público para arrancar otra oreja. Los gritos de «¡torero, torero!» retumbaban en la terraza del hotel Maestranza durante su apoteósica puerta grande, con el resplandor de los focos del Gibralfaro, convertido el monte en lo que los revisteros antiguos llamaban 'tendido del sastre'.
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Nadie dirá que se alivió el mandamás con la corrida, aunque no se entiende que en Málaga, por muy plaza de primera que sea, saliese algún toro –como ese sobrero– con pinta bilbaína e incluso pamplonica. Nadie se aburrió en el variado y serio sexteto, que echó por delante un ejemplar para soñar. El regalo de la verdadera bravura, la de la entrega, atendía al nombre de Jaceno. Con el hocico hacia delante desde el saludo a portagayola, cosido a verónicas, en las que repetía y repetía. Extraordinarias su humillación y su fijeza, con esa prontitud en el cite, con esa nobleza para viajar al paraíso con billete de ida y la vuelta abierta. Se abría, además, este Jaceno, que empujó en el peto bravamente, que embistió por derecho en el galleo y con el que Roca Rey se apretó en un quite de aquilatadísimo valor. ¿Duraría el de Victoriano después del desgaste en banderillas? Pues allá siguió, para cantarle las verdades del toreo. Manuel Escribano, su matador, anduvo con indiscutible disposición, con momentos buenos, pero sin ese alma que se espera frente a un ejemplar de tantas excelencias. Con dos pases cambiados mirando al tendido principió una labor rematada por ajustadas manoletinas. Fulminante la estocada y oreja con fuerte petición de otra tras el arrastre de un toro de consagración.
Feria de Málaga
- Coso de la Malagueta. Martes, 19 de agosto de 2025. No hay billetes. Toros de Victoriano del Río (el 5º bis de Toros de Cortés), de seria presencia en conjunto y juego desigual; destacaron el extraordinario 1º y el buen 4º; mansísimo el 2º, infumable el sobrero; descastadísimo el 3º.
- Manuel Escribano (sustituto de Cayetano), de verde esmeralda y oro: estocada desprendida (oreja con fuerte petición); estocada desprendida (oreja).
- Roca Rey, de negro y oro: estocada (saludos); media tendida, tres pinchazos, estocada y dos descabellos (palmas tras dos avisos)
- David de Miranda, de blanco y plata: estocada delantera desprendida (dos orejas); estocada defectuosa (oreja).
Cerca de las nueve de la noche –el festejo duró tres largas horas–, arrancaba la faena al cuarto tras un comprometido tercio de banderillas de Escribano, que sorteó las mejores bolitas. Noble y obediente Voraz, con el que se gustó en una actuación de oreja, insuficiente para irse por el arco triunfal según el reglamento andaluz.
Lo opuesto a su lote fue el de Roca Rey. Huido y distraído su primero, un manso de libro en el que no pareció lo más conveniente ese inicio. Endiosado pedía sujetarlo y someterlo –y que durase lo que tuviese que durar–, pero Andrés optó por una apertura por alto en el filo de navaja, pasándoselo por donde se asusta al miedo. En su terreno, con la tensión latente, transcurriría luego la faena al geniudo, al que robó los muletazos. Enterró un espadazo y saludó. Pinchó y pinchó al sobrerazo quinto, infumable, a oleadas. Roca eligió la corrida, el gran toro se lo llevó Escribano y el triunfo fue para De Miranda, que refrescó la máxima para ser gente y se olvidó del cuerpo.
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