San Miguel
Faena cumbre de valor y dominio de un genial Morante de la Puebla
Tarde para la historia del sevillano, que pincha una obra de rabo y corta una oreja
Sevilla
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Iniciar sesiónDespués de haber estado en bastantes cosos, da gusto volver a la Plaza de los Toros sevillana: siempre ha significado la belleza, una historia única y el respeto al rito, sin el que la Fiesta pierde su sentido. Aunque ha llegado el otoño, en Sevilla ... brilla el veranillo de San Miguel pero las velas nos protegen del sol. Me gusta esta Feria casi más que la de Abril, con menos barullo.
Triunfaron en Abril los toros de García Jiménez pero esta tarde duran poco, se apagan. Sólo Morante corta un trofeo; si acierta con la espada, hubiera sido mucho más.
Morante es el único diestro que torea dos tardes. Es justo y oportuno. Como se dice en el fútbol, torea en otra Liga que los demás: en todos los cosos, grandes y pequeños, sin rehuir compañeros ni divisas. Eso es lo propio de las figuras de verdad.
El primero, astifino, embiste con nobleza pero justo de fuerzas. Lo recibe meciendo el capote en siete verónicas magníficas, cargando la suerte, ganando terreno hacia la boca de riego, que ponen al público en pie. Repite en el quite. (Se equivoca Ortega al querer competir por el mismo palo). El comienzo de faena también es sevillanísimo, con ayudados a dos manos ligados con naturales: sencillez, armonía, naturalidad sin afectación… pero el toro se apaga. No hay más que hacer. Mata a la segunda, sin estrecharse.
El cuarto sale flojeando mucho pero, a pesar de las protestas, el presidente lo mantiene. Intenta Morante animar a la gente con garbosas chicuelinas pero, por la izquierda, el toro se vence con peligro. Lo recibe en tablas y le aprieta pero Morante aguanta , sale con preciosos ayudados por bajo. Tragando, liga muletazos meritorios. A pesar del evidente peligro, le saca pases preciosos. Ha sorprendido al público, que se preparaba para la bronca. Con valor y dominio, metido entre los pitones, embraguetándose, le saca derechazos lentos, extraordinarios. Y todavía logra muletazos de categoría por el lado malo, a cámara lenta, con valor auténtico. El sabio público sevillano, en pie, enloquecido, no cree lo que está viendo, interrumpe la faena con gritos de ¡torero! La espada no entra hasta la tercera pero la faena ha sido cumbre: ¡ahí queda eso, para el recuerdo! Suena un aviso pero el público exige la oreja. Si hubiera acertado a la primera, las dos orejas eran seguras y le hubieran pedido el rabo.
Feria de San Miguel
- Real Maestranza de Sevilla. Viernes, 23 de septiembre de 2022. Primera corrida. Casi lleno. Toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez (6º), justos de fuerza y casta.
- Morante de la Puebla, de verde agua y oro. Pinchazo y media (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada. Aviso (oreja).
- Juan Ortega, de grana y oro. Pinchazo y descabello (silencio). En el quinto, dos pinchazos y media (silencio).
- Tomás Rufo, de tabaco y oro. Pinchazo y estocada (saludos). En el sexto, gran estocada y cinco descabellos (palmas de despedida).
Cortó orejas en la goyesca de Ronda Juan Ortega, logró enderezar un poco una temporada sólo discreta. Torea con gran estética a los toros que lo permiten pero no está claro que logre dominar a los otros. El segundo se pega un trompazo con el burladero, da pobre juego en el caballo. Juan Ortega intenta estirarse a la verónica pero el toro queda corto. Se luce Rufo en un quite por chicuelinas. Comienza la faena con bonitos doblones… y el toro se cae porque no lo necesitaba. Queda muy corto, engancha varias veces la muleta: falta mando, la faena se diluye. Mata sin estrecharse. Hemos visto muy poquito.
Dibuja buenos lances en el quinto, que pone en apuros a los banderilleros: pasa a la enfermería Jorge Fuentes. Le saca algunos muletazos de mano baja pero el toro protesta y no logra dominarlo. Mata mal. Otro día será.
Aunque parte del público todavía no se haya enterado, el toledano Tomás Rufo es la gran revelación de la temporada. (No es revelación sino feliz confirmación de sus cualidades lo de Daniel Luque). Sólo hace un año que tomó la alternativa y ha abierto la puerta grande de casi todas las plazas en las que ha actuado, incluidas Sevilla y Madrid, con un toreo clásico y una gran espada.
El tercero, castaño, se llama Durazno. Recuerdo la ranchera de Pedro Infante: «Me he de comer un durazno desde la raíz hasta el hueso. ¡Ay, dime que sí!» Aplaudo los sabios capotazos de José Antonio Carretero. Se luce Fernando Sánchez con los palos y saluda. Dándole distancia, el toro acude con alegría y Rufo liga buenos muletazos, clásicos, mandones, de la escuela toledana. Suena la música ya al concluir la primera tanda. El toro es noble, justo de casta y fuerza. Tomás lo embarca bien, aguanta parones, templa y manda. Parece que va a haber triunfo pero el toro se apaga y se raja a tablas. A la segunda, logra un buen espadazo.
Algo parecido sucede en el último. Lo brinda a José Antonio Carretero, que se despide de los ruedos, después de una magnífica trayectoria, tanto de oro como de plata. Tomás mete en seguida al toro en la muleta, liga derechazos mandones , de mano baja, pero la res se acaba pronto y el triunfo se esfuma. Mata muy bien y descabella muy mal.
Al final, en una escena emotiva, Morante le corta la coleta a José Antonio Carretero, acompañado por su hija: honor a dos grandes toreros.
Esta tarde, Morante sólo ha cortado una oreja pero ha dejado una gloriosa faena para la historia de esta Plaza de los Toros: una faena – insisto – de valor y de dominio, no sólo de estética. Sin eso, no cabe arte verdadero. Cuando se junta todo eso, Sevilla se rinde. Pasará el tiempo y seguiremos recordando «aquella tarde gloriosa de Morante, en San Miguel, cuando nadie daba un duro pone la faena y puso la plaza boca abajo». Así son los genios.
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Posdata. Me ha alegrado, esta mañana, reencontrarme en el ABC con el Recuadro de Antonio Burgos, legítimo heredero de los grandes escritores sevillanos. Sus artículos me han ayudado a entender y sentir muchos misterios de esta ciudad única. Al volver a disfrutar, esta tarde, con la armonía de los arcos de esta Plaza, igual que me sucede cada año, con la emoción de la madrugá, me he acordado especialmente de Antonio Burgos. ¡Que sea por muchos años!
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