FERIA DE OTOÑO
La emoción de Emilio de Justo tras la puerta grande: «Tengo una costilla fracturada, pero Madrid lo cura todo»
ABC acompaña al extremeño en la furgoneta tras conquistar Las Ventas por quinta vez
Emilio de Justo sale por la puerta grande tras salir de la enfermería
Madrid
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Iniciar sesiónLa plaza se quedó helada cuando un decidido Emilio de Justo era llevado a la enfermería en la primera tanda. La Monumental, que ha visto los mayores triunfos y también ha sido testigo de sus peores momentos, veía de nuevo que la fortuna no ... sonreía al extremeño. Sin embargo, durante la tarde llegaron noticias tranquilizadoras: «Va a salir».
Así fue. Todo el público se puso en pie para aplaudir la salida del diestro de la enfermería, y de nuevo le ovacionaron antes de la salida de Diamante, de Victoriano del Río, ganadería que ya había permitido a De Justo triunfar en Las Ventas. Y repitieron hazaña, desorejándolo un entregado Emilio, ante una plaza rota con el torero.
Cientos de personas se agolpaban en Alcalá a aplaudir, vitorear, grabar y tocar al ídolo. Salía Emilio de Justo por quinta vez por la puerta grande de la Monumental con un mar de gente que tiraba de él de un lado a otro. Esa paliza buena no debía ser para el dolorido cuerpo del torero, que miraba como en una nube lo que ocurría. En esos momentos, no se debe sentir más que felicidad.
Un prometedor Osornio en una tarde de tendidos sin cobertura y con un discutido Sobresaliente
Rosario PérezPesó el estreno de la Feria de Otoño con una mansurrona novillada de López Gibaja, en la que se salvó el buen Chabacano mientras la chavalería discutía por el 9 del examen de una compañera. ¡Hay que estudiar!
La misma que inundaba su furgoneta, hasta arriba de amigos, familia y la cuadrilla, que se felicitaban los unos a los otros. «¡La quinta!», se gritaban felices. Ahí es nada. Emocionado entro el de Torrejoncillo, que se abrazó a todos ellos. Su hermana le abrazaba llorando, y le decía que se sentara. Él no sabía si sentarse o seguir en esa nube en la que los gritos de «¡torero, torero!» eran la banda sonora.
«Estoy bastante dolorido, pero la felicidad de salir a hombros en Madrid siempre lo cura todo», decía, sin poder dejar de sonreír, mirando a los aficionados que seguían amontonados alrededor de la furgoneta. «Tengo la costilla fracturada y el dolor es muy fuerte, pero esta plaza me ha dado todo y había que corresponderle con esta entrega», explicaba Emilio, visiblemente estremecido.
Con una contusión costal izquierda -fisura en una costilla-, pendiente de estudio radiológico, como rezaba el parte médico, era un disparate salir, porque le faltaba el aire, y apenas podía respirar cuando estaba con García Padrós. Ponerse enfrente de un astado bravo de 566 kilos parecía una locura, pero «algo me decía dentro que podía pasar y que merecía la pena hacer el esfuerzo». Y mereció la pena.
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