El día que Dalí se fue a los toros de Carabanchel
El genio de Figueras aprovechó una tarde otoñal de hace medio siglo para fundirse con los toreros
Muere el torero Emilio Oliva, el valor y la entrega en los ruedos
«En una corrida podría morirme de una sobredosis de susto o de gusto», sentenció en más de una ocasión Salvador Dalí al referirse a los sentimientos que le provocaba el toreo. El genial artista de Figueras compartió con otros pintores universales como Goya ... y Picasso su fascinación por la tauromaquia, por lo que no era extraño verle en plazas como la Monumental de Barcelona y en la de su pueblo natal.
En Figueras se le organizó un gran homenaje en lo que se bautizó como «Corrida daliniana». Fue el 12 de agosto de 1961 cuando acompañado de su inseparable Gala hizo una entrada triunfal en el ruedo sobre un descapotable en el preámbulo de un festejo en el que actuaron con éxito Curro Girón, Fermín Murillo y Paco Camino.
No son pocos los ejemplos que inundan de toros y toreros toda su obra, aunque es, sin duda, «el torero alucinógeno» es el más reconocido, celebrado y uno de sus cuadros más intrigantes, con dos Venus de Milo de donde surge, como un sueño, el rostro de un torero de época: Manolete.
Salvador Dalí no abandonó nunca la Fiesta como fuente de inspiración, su asistencia a las plazas estaba siempre rodeada de enorme expectación, y unas veces de forma programada y otras sin previo aviso, le gustaba acudir a una barrera para expresar su admiración y apoyo a los toreros.
Así ocurrió una tarde del mes de noviembre de 1973, cuando el dulce otoño madrileño invitaba a la empresa de la popular plaza carabanchelera de Vista Alegre a seguir anunciando corridas de toros los domingos. En el cartel el veterano Adolfo Ávila «El Paquiro», Curro Vázquez y el aragonés Miguel Peropadre «Cinco Villas», que debutaba en La Chata. Los toros del Conde de Ruiseñeda, de gran trapío, permitieron el triunfo de los toreros, que recibieron los parabienes del numeroso público. Un respetable que se sorprendió cuando Dalí y Gala aparecieron en la plaza para ocupar sus localidades de barrera. El pintor iba enfundado en un soberbio abrigo de piel y no dudó en mostrar su entrega con los de luces, para los que agitó en numerosas ocasiones su pañuelo blanco pidiendo los trofeos. «Los genios -y más si son no solo «divos», sino «divinos»- rebosan generosidad con los demás triunfadores», rezaban algunas de las crónicas del momento.
El artista recibió el brindis de los toreros, que aquel día les dio buena suerte. El Paquiro dio una vuelta al ruedo, Curro Vázquez cortó una oreja y a Cinco Villas, un trofeo y vuelta, le sirvió para repetir y triunfar en dos ocasiones más en Vista Alegre en aquel otoño de hace poco más de medio siglo. Cuando Dalí y Gala, como en la Verbena de la Paloma, se fueron a los toros de Carabanchel.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete