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ABC Cultural

La media de Pablo Aguado que paró el tiempo en la corrida interminable

El capote del sevillano y Urdiales levantan monumentos a la verónica con los toros de más clase de una decepcionante tarde del Pilar, que lidió un conjunto muy desfondado

Los toros de Moisés viajan en avión

Pablo Aguado acaricia la embestida de Guajiro a la verónica Plaza 1
Rosario Pérez

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En el sentido de las agujas del reloj, Pablo Aguado tomó el control del tiempo, sin someterse a su tiranía. Toreando por acidias y ahondando por lentitudes desperezaba verónicas. «No corras, ve despacio, que donde tienes que ir es a ti solo». Cada lance ... era un verso de eternidades de Juan Ramón Jiménez. Tan cerca de la música callada y tan lejos de la prosaica berrea electoral. Que era jornada de reflexión. Acariciaba el capote Pablo, con el sello de la distinción, tan natural, nada impostado. Y de pronto, como si nada, tras aquel alado trébol de la buena suerte, hundió las zapatillas a pies juntos en la arena y giró en una media que bastó para soñar toda la corrida. Interminable (y no precisamente por su fondo) corrida del Pilar, que parecía contagiada de aquel toreo de perezas y se alargó como una madrugada en vela. No se le ocurrió otra cosa a Francisco de Manuel que entrar al quite por el mismo palo en ese segundo toro. Y Aguado apareció de nuevo en escena para enseñar cómo acarician las yemas de unas manos. Otro aroma, ese nosequé que provocaba los oles. Lances de cartel antiguo.

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