Cayetano se juega la vida para salvar la de Roca Rey y acaba con una costilla rota
El sexto de la dura y mala corrida de Bañuelos (varios de los toros reseñados inicialmente no pudieron lidiarse y se buscaron otros en el campo) cogió a ambos toreros
El desafío a la muerte de los toreros
El sexto toro cogió también a Cayetano Rivera cuando fue a hacer el quite Roca Rey
«Cayetano, quiero agradecerte porque demostraste tu compañerismo y tu desprecio a la vida por salvar la mía». El mensaje de Roca Rey se extendía como la sombra del miedo tras una tarde de palpitante horror. Hay que ser muy torero para tirarse encima de ... un toro por salvar la vida de un compañero. Rival, pero compañero. Qué dignidad la de Cayetano Rivera Ordóñez, que hizo honor a su nombre, a sus apellidos y a su condición de torero para jugarse literalmente su yo y sus femorales en cada cogida de Andrés Roca Rey. En las dos ocasiones no lo dudó y a cuerpo limpio se fue a hacer el quite. «Se tiró como un león, le he dado las gracias», decía Roberto Domínguez, apoderado del peruano.
Aún con el susto encima, sin conciliar el sueño, el otro mentor, Curro Vázquez, hablaba del horror de la escena. «Pudo ser trágico, podríamos estar hablando de otra cosa ahora». Porque pudo ser fatal, sí. Sin ambages ni medias tintas. Los toros cogen y los toros matan. A todos se lo recordaron Extraordinario y Almibarado, que era lo único agradable que tenían: sus nombres.
Camino del palco de prensa, mi compañero Sixto Naranjo, de Cope, me decía que si no había fijado en el cuadro que había en la zona alta del coso. De muy mal gusto, con Avispado, el toro que mató a Paquirri, en mayúsculas. Tétrico, aunque escondiese la verdad que sobre la negra arena se vería minutos después. Orgulloso estará del gesto de su hijo. Un gesto heroico. Porque si jugarse la vida tiene mérito, hacerlo por salvar la de otros es para que le den el premio al quite de la temporada. Se preguntaban algunos, los menos, que dónde estaba el capote. Nada, su cuerpo era el único arma.
«Le dije que cómo no había cogido el capote, y me respondió que así llegaba antes. Qué tío, qué cojones», cuenta Curro. Porque cualquier segundo contaba. Roca Rey tiene dos velas que poner: una al Santiago Apóstol y otra a San Cayetano. Sin olvidar a San Antonio (Chacón), que tuvo el gesto de ponerse como escudo de su jefe de filas. Qué toreros.
Momento de la cogida de Cayetano
Ya en el segundo toro, se fue directo hacia los pitones, los agarró para zafar a Roca de aquellas dagas que lo buscaban. Y en el sexto, al ver a Almibarado estampar al peruano contra las tablas, saltó como una exhalación hacia el de bañuelos, del propio impulso perdió pie y acabó en los lomos del toro en un terrible volteretón. Soberana la paliza y una costilla flotante rota. «Tiene la décima y muchos dolores, quería marcharse anoche a Madrid, pero le convencimos para que se quedara descansando en el hotel». Qué raza la de Cayetano y qué director de lidia más centrado. Pendiente estuvo de todo, tanto que se olvidó de él mismo por ser ángel y guardián de otros. Los respetos de la afición de Cuatro Caminos se ganó.