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«Cataluña quiere dar un puyazo a España»

Como Sócrates, el genio de la escena baja a la plaza del pueblo, se para y reflexiona sobre la gran tragedia: rejón de muerte a la libertad de ir a los toros

ÁNGEL DE ANTONIO

antonio astorga/ rosario pérez

Cuando Cataluña está a punto de abrir en canal la Fiesta, nos citamos en el sanctasanctórum de Albert Boadella: los Teatros del Canal. Capote en ristre del maestro Joselito, cedido por Las Ventas, el juglar se mece a la verónica con torería y se planta firme por gaoneras. Valiente desde el principio del verbo, Boadella abre la Puerta Grande con su colosal faena en pro de la libertad de ir a los toros...

—Tragedia jacta est. La estocada contra la Grandeza del Rito tiene ya su día y hora marcados en sangre y arena: 28-J, 10:00, Parlament.

—La voluntad política es que desaparezcan las corridas en Cataluña.

—¿Un ajuste de cuentas?

—España es el mundo del toro. El disparo de Cataluña es muy certero.

—¿Y la hipocresía dónde queda?

—No es una defensa de los animales;los abolicionistas la demuestran cuando apoyan los «correbous».

—¿Cuándo hizo su último paseíllo en la Monumental?

—Hace tres semanas, porque me invitó mi amigo Enrique Ponce. Para mí es territorio comanche. Pensé: ¿qué hago aquí? La Cataluña actual no puede resistir algo de esta fuerza y potencia, un ritual con estos contenidos. No corresponde ya a la Cataluña actual.

—¿Los nacionalistas quieren acabar con las corridas porque odian España?

—Odian a España y odian un concepto de la vida, de la moral, del espíritu, de muchas cosas que no están en esta especie de medianía que se ha querido organizar. Se ha utilizado un muro de ficción, folclore un poco cursi, y entiendo que es una sociedad a la que en general le cuesta aguantar un ritual de esta naturaleza.

—¿El mundo del toro ha hecho lo suficiente?

—No. Barcelona, en los años 50, era una de las plazas más importantes del mundo por la dimensión de las corridas y por el dinero que cobraban los toreros. El viejo Balañá era un hombre enormemente apasionado por el mundo del toro, además de un gran negociante. Como ocurre en muchas familias, los hijos van despilfarrando la herencia. En el fondo, no ha existido interés por parte de la empresa durante muchos años en hacer unos buenos carteles, una buena pedagogía...Yo creo que incluso les da cierta pereza, les molesta. En su intimidad quieren acabar con este asunto de los toros. Preferirían recalificar aquello, que es un buen negocio.

—¡Menudo pelotazo!: 300 millones de indemnización a la empresa.

—¡Quién no estaría tentado de traicionar incluso a los toros!

—A cada catalán, la prohibición le costará 42 euros del ala.

—Son razones objetivas, que evitan el despropósito. El mundo animalista es muy patológico. Los antitaurinos, con sus insultos y agresividad, son de una enorme violencia.[

—Fíjese que mueren 70.000 perros y gatos al año y 104 toros en Cataluña.

—¡Esta gente no quiere saber la Historia de una morcilla!

—Pongámonos en la cabeza de un morlaco. Si al toro se le concediera la potestad de prohibir a los políticos nacionalistas, ¿lo haría?

—No, no. Con toda franqueza y sinceridad, tengo que decir que entre morir de una forma determinada (UVI, hospitales...) y morir como un toro, luchando, con la adrenalina a tope, yo prefiero esto. El toro muere luchando, forma parte de su naturaleza. Es más, yo no creo que en principio exista un sufrimiento muy relevante.

—¿Con cuál de los seis encastes políticos del Parlament se pondría?

—Están esos chicos de Ciutadans, buenos chicos, pero nada más.

—¿Y de los otros grupos?

—Son inductores y propagadores de la epidemia, de éxito espectacular.

—¿Qué opina de la libertad de voto de CiU y PSC?

—¡Yo la libertad de voto la querría en todas las votaciones! En lo de los toros la han colocado por alguna cosa perversa. Es lo raro. Muy sospechoso.

—¿Cómo girará CiU la llave?

—La única esperanza es que CiU quisiera hacer alguna especulación en función del futuro, de una alianza con el PP. Incluso a aquellos de CiU que les gustan los toros les pesan más las razones políticas.

—¿Ha sido Sarkozy más listo que Zapatero al respaldar la Fiesta?

—En todo es bastante más listo, hasta en la señora. Francia acabará siendo la que defienda la permanencia de los toros, sobre todo en Europa.

—¿Debería haber cogido nuestro presidente este toro por los cuernos?

—Todo forma parte del cinismo. De la misma manera que Cataluña ha sentido que con Zapatero tenía la mayor oportunidad de independencia después de Felipe V, ahora es lógico que mire hacia otra parte. Si quiere abrir el camino de la independencia a los catalanes, que se marchen, pero que lo paguen antes. Vivimos en una sociedad limitada, que nos pertenece a todos, y hay que pagar las hectáreas.

—¿El Estatut ha echado más leña al fuego antitaurinoespañol?

—El Estatut perjudica a todos los catalanes. Meter una normativa en la que casi se dice cómo tienen que mear los catalanes es una auténtica dictadura. Es un perjuicio a todo ciudadano libre. En el terreno de los toros, es posible que los catalanes hubieran conseguido algo más positivo: que las corridas muriesen lentamente. Con un empresario que ya no hace esfuerzo para que esto se mantenga y con una afición cada vez más acomplejada, era cuestión de tiempo. Pero ellos quieren poner un pica en Flandes y dar un puyazo a España. [13NEGR-JUST]

—¿Qué le parece la decisión de Esperanza Aguirre de declarar Bien de Interés Cultural la Fiesta?

—Perfecta. Si el Gobierno hubiera hecho lo que tendría que hacer, el problema de Cataluña no existiría. Con declarar los toros Patrimonio Artístico Nacional se acababa el cuento. No hay Comunidad que atente contra eso.

—En su tierra, ¿han podado la raíz de la afición con la prohibición de la entrada a los menores?

—Yo creo que debería ser un espectáculo especialmente infantil, un ritual obligatorio. En vez de esos blandengues que tenemos por generaciones, pues ver la realidad de la existencia, pero de una forma artística.

—¿Le causó algún trauma ir con cuatro añitos a los toros?

—¡Qué va! Iba con un palo, una toalla y le arreaba al patinete: el toro.

—Como en el Retablo de las Maravillas, ¿los cocineros hidrogenados serían los abolicionistas y los reaccionarios los partidarios de la libertad?

—El antitaurino es una cosa legítima; otra cosa es la taurofobia. Esto es una instigación casi inquisitorial. Han aparecido estos creadores de una nueva religión que prohíbe y persigue. Se ceban en una actividad que ha promovido un animal semisalvaje al que se le ha respetado su territorio. Un ecologista profundo sería un forofo de la existencia del ganado bravo. La pérdida más grave si desapareciese la Fiesta es su valor ecológico.

—¿La Fiesta ya no se defiende sola?

—Creo que hay Fiesta para rato, pero es necesario estar vigilantes. La existencia de los toros representa una cosa insólita y milagrosa en medio de una sociedad proteccionista. El torero es un ser cada vez más insólito: se pone delante de una fiera de media tonelada que lo quiere matar.

—¿Se ha perdido el concepto del torero como héroe?

—Ahora tenemos a esas putas bien pagadas que llenan los estadios. Son mercenarios que se venden al mejor postor. Encima el público es mucho más salvaje. Cuando hay una buena corrida, nadie va a cascar la Cibeles.

—¿Y la moratoria que permite ir a las corridas con ellas prohibidas?

—Demencial. Tendría gracia que durante la moratoria se llenara la plaza.

—¿Alguna esperanza?

—Si yo hubiese propuesto la prohibición, seguro que tendrían larga vida...

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