DESDE MI GRADA
Las dos porterías: la rivalidad en el toreo
Repaso los carteles de la Feria de Abril y la de San Isidro y no encuentro esa competencia que atrae al gran público

Lo dijo don Gregorio Corrochano, el más grande crítico taurino –y lo ha repetido Ignacio Ruiz Quintano–: «El secreto del fútbol sólo existe en la competencia de las dos porterías. Quite usted una portería y no queda nada… La competencia: el secreto del éxito».
Encontró ... luego otra metáfora para la misma idea: «Luis Miguel y Antonio Ordóñez están completamente de acuerdo: los dos quieren la misma cosa. Una vez leí que Carlos V, en guerra con su primo Francisco I, al que tuvo prisionero en la Torre de los Lujanes, de Madrid, decía: 'Mi primo y yo estamos completamente de acuerdo: los dos queremos Milán'. Luis Miguel y Antonio Ordóñez, los dos quieren Milán».
La lección es clara: la competencia, la rivalidad, es la salsa del espectáculo. Algunos nos deleitamos con la belleza de un pase de Modric; la mayoría se apasiona al ver ganar a su equipo o perder al rival.
Así sucedió con Luis Miguel y Ordóñez. (Antes, he leído, con Lagartijo y Frascuelo, con Bombita y Machaquito, con Joselito y Belmonte). No tuvo rival Manolete: no quería guerra Pepe Luis. Mostraron estilos contrapuestos Diego Puerta y Paco Camino. Cada uno en su línea, fueron únicos El Cordobés y Curro Romero.
En los últimos años, pudo haber una gran competencia entre Ponce y José Tomás, pero éste la eludió. Igual que ha evitado Pablo Hermoso de Mendoza enfrentarse a Diego Ventura. En los dos casos, ha perdido la Fiesta.
Repaso los carteles de la Feria de Abril y la de San Isidro y no encuentro esa rivalidad que atrae al gran público. Sí hay algún mano a mano, con dos diestros de una línea semejante, como Uceda Leal y Robleño, o Ureña y De Justo… Ninguno de ellos quiere acabar con el otro, lo propio de la auténtica rivalidad.
Cabría hacer un duelo en la cumbre: por ejemplo, el de Morante y Roca Rey, en Sevilla o Madrid, con toros serios, atraería al gran público, aunque cada uno tiene su propia guerra. O abrir los carteles, dejando que intente rivalizar con ellos un joven ambicioso, que venga pidiendo pelea. Pero las figuras actuales no quieren eso: prefieren carteles cerrados, para garantizar la buena entrada y evitar el riesgo de que algún joven intente subírseles a las barbas.
Hoy en día, me temo, la guerra está en la realidad, en Ucrania, no en los ruedos: lo contrario de lo que debería ser.
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