Hazte premium Hazte premium

La fiesta más culta

Los toros de Joselito, justos de fuerza, han tenido en general casta y nobleza. Los diestros han cumplido, no entusiasmado, y han matado mal

ANDRÉS AMORÓS

Comenta oportunamente Jesús García Calero, en ABC, el 75 aniversario de la muerte de García Lorca. Se pregunta por qué el poeta abandonó Madrid. Rafael Martínez Nadal, su gran amigo, no tenía duda: iba a pasar con sus padres el día de San Federico, el 18 de julio. Pocos meses antes, Lorca había dicho en una entrevista la frase que tanto repetimos: la Tauromaquia es «la fiesta más culta que hay hoy en el mundo». Así de rotundo.

Los toros de Joselito, justos de fuerza, han tenido en general casta y nobleza. Los diestros han cumplido, no entusiasmado, y han matado mal.

Recibe El Fandi al primero de rodillas, se luce con los palos. La faena es entonada, correcta, deslucida porque el toro flaquea. Mata rápido, entrando de lejos. Le ovacionan de nuevo al juguetear con el cuarto, en banderillas. Muletea voluntarioso, con oficio, en un trasteo ovacionado, que va a más, pero no acierta con los aceros.

Aunque van a coincidir varias veces, mano a mano, no juntaría yo en un cartel a Castella y Perera, por su estilo similar, basado en el estatismo vertical. El segundo toro, «Habilitado», trae el pago de su larga embestida. Castella, muy quieto, se va haciendo con él. El toro da buen juego pero al final se raja. No está lucido al matar.

Lancea muy templado al quinto, hace la estatua en chicuelinas. Saluda Ambel con los palos. Comienza con sus habituales muletazos cambiados, en el centro. El toro, justo de fuerzas, es nobilísimo, le permite estar a gusto, pero se para pronto: el trasteo se hace premioso, se diluye el triunfo. Vuelve a fallar con los aceros.

Saluda Joselito Gutiérrez en el tercero. Poco a poco, consigue Perera naturales mandones, de mano baja. El arrimón final se prolonga: suena un aviso antes de entrar a matar, con poco acierto. En el sexto, que sale suelto, tampoco se luce con el capote pero consigue ligar muletazos por los dos lados: todo correcto pero demasiado repetido, previsible. Otro aviso antes de entrar a matar.

Tenía razón Lorca: ésta es —puede ser— la fiesta más culta que hay en el mundo. Pero la magia no surge de la cantidad de muletazos sino de la emoción. A Federico se le ha llamado «poeta de la intensidad». Eso es lo que hemos echado de menos, esta tarde.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación