Vistalegre
Y Morante cargó la suerte con el toreo de las viejas esencias
Corta una oreja tras una faena de mucho sabor y oye una bronca con el sobrero en un cartel de lujo del que se esperaba más
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Iniciar sesiónDoscientos ochenta días. Lo que dura un embarazo va del 6 de agosto a este viernes 14 en el que se repetía el polémico cartel del Puerto en el mismísimo Madrid . Con parecidas medidas, se colgaba el ‘No hay billetes’ el último verano. ... Idénticos toreros, idéntica ganadería, pero diferente promoción y muy distinta taquilla. Una tristeza de entrada para una terna de tanto relumbrón en Vistalegre, el Palacio que acoge esta primavera la única feria de San Isidro, bautismo que algunos aficionados venteños se niegan a dar. Precisamente la Asociación del Toro estallaba ayer en una carta contra la Comunidad y la empresa de Las Ventas por la ausencia de corrida en la festividad del Patrón: «¿Por qué no hay toros un día tan señalado? El 2 de mayo se abrió la plaza para dar un festival y no ha habido continuidad. ¿Por qué? ¿Utilizaron al aficionado con motivo de las elecciones autonómicas?»
Entre puyazo y puyazo de (y a) la afición, el primer toro partió por dos veces la vara. Enrique Ponce brindó al público y toreramente, con un bonito cambio de mano, anduvo con el de Juan Pedro hasta los medios. Noble este ‘Remolino’, que permitió al valenciano escenificar pasajes de elegancia. Lo oxigenó mucho, pero no fue suficiente para alegrar una embestida que se apagaba, y alargó una eternidad en medio de la impaciencia del personal.
Para eterno el toreo de Morante de la Puebla . De mostaza, puso la salsa en el pabellón de Carabanchel con unas poderosas verónicas y el compás del Guadalquivir. Tras el «¡viva Morante!», el sevillano tomó la muleta y se puso a torear. A torear de verdad, cargando la suerte como raras veces se ve. Naturalidad y dominio frente a un potable toro -más lucido en su manos- pero con cierto fleco de aspereza en los finales. La muleta en la derecha, con el mentón hundido y provocándolo con un sutil toque, y una lujosa izquierda de mando y temple. La belleza de los ayudados por bajo tuvo sones de antiguas glorias. Suya fue una oreja con mucho sabor, la única del sexteto.
Y sabroso el quite de Pablo Aguado por verónicas, con una media rodilla en tierra que causó sensación. Brindó con notas de Bergamín a Vicente Amigo: «Tu música me palia los miedos cuando me visto de torero». Sonrió la revelación sevillana en un deslumbrante cambio de mano. Entre detalles, transcurrieron los muletazos de uno en uno, sin llevar toreado a un toro de buena condición, con una faena entre dos aguas, entre el ‘sí’ y el ‘no’.
Aplaudieron al picador Manuel Quinta y Abraham Neiro en banderillas al cuarto, con tendencia a puntear los engaños y poca clase. Deseoso siempre, Ponce se centró en el pitón izquierdo y se puso insistente entre la división de los tendidos.
Serio el quinto, de nombre ‘Susurro’, que se derrengó en el encuentro con el caballo y se marchó a chiqueros con un pase de pecho de Florito. Un sobrero de Daniel Ruiz , que recibiría tres puyazos, sustituyó al titular. No pareció agradar mucho este remiendo a Morante , que salió directamente con la espada verdadera y, tras un breve macheteo, se tiró a matar al bastote y bueyuno ‘Juguetón’, que poco tenía que ver con el indultado por Ponce en Ciudad Real de este mismo alias. La brevedad de la obra contrastó con la largura en la hora final, lo que desató la pitada. Hasta esa bronca torera traía los aires de la Fiesta Nacional que no pasa de moda.
El valiente quite a una mano del genio de La Puebla del Río le reconcilió de nuevo con la afición tras el buen par de Iván García, que se desmonteró con Pascual Mellinas. ‘Mistela’ no sería el toro ideal para Aguado. Aquerenciado en tablas, se apalancó ayuno de casta y el matador no se dio coba. Faltó bravura en conjunto a la seria y noblota corrida de Juan Pedro Domecq , en la que resplandeció la tauromaquia de Morante. Perduran las viejas esencias, las esencias del toreo de siempre.
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