San Isidro
Rafaelillo y Escribano, heroicos lidiadores
El murciano corta una oreja en el mejor toro de la corrida de Adolfo y Talavante se despide de la Feria con bronca
Rafaelillo
Llegamos al final de la Feria con dos corridas toristas: Adolfo Martín y Victorino Martín. Algunos acuden a Las Ventas ya cansados de Feria. Otros la echarán de menos: la pasión, los momentos de gloria, «la suerte o la muerte» (Gerardo Diego). Lo decía Rafael ... el Gallo: «¿Qué hacen los domingos los ingleses, que no tienen corridas de toros?» Esta tarde, los toros de Adolfo (cinco de los seis, cárdenos), cornivueltos, han sido complicados; al primero, el mejor, le corta Rafaelillo la única oreja. Manuel Escribano se juega la vida de verdad con un toro difícil. En la última de sus cuatro tardes de la Feria, Talavante no logra triunfar con el toro del hierro titular ni con el sobrero.
Actúa por única vez en San Isidro el valentísimo murciano Rafaelillo, curtido en tantas batallas (un Miura, en Pamplona, le estampó contra la barrera, causándole gravísimas lesiones). El primero cumple en varas, corta en banderillas y va a más en la muleta: no es Mentiroso sino un buen toro. Rafaelillo muestra su experiencia lidiadora y se luce en series con mando y temple, bajando mucho la mano en los naturales. La gran estocada provoca que el toro ruede sin puntilla a sus pies, en una muerte espectacular, y le otorguen la oreja. (No hace falta ser alto para realizar correctamente la suerte suprema, haciendo de verdad la cruz). Ha disfrutado más esta vez de lo que habitualmente le permiten los toros que suele lidiar.
El cuarto, bien armado, embiste con furia de salida, Rafaelillo le da con el capote una lidia clásica, que el público aprecia. El toro hace un regate llamativo al caballo, como si fuese un delantero habilidoso; luego logra un gran puyazo Agustín Collado, tirándole el palo. Brinda al público, intentando redondear el éxito, pero el toro se lo piensa y se defiende; ahora parece un defensa leñero, merecedor de tarjeta, que busca el cuerpo. Rafael aguanta parones y derrotes, con valor y conocimiento, metido entre los pitones, pero el toro no pasa, no cabe faena lucida. Este Aviador ha volado bajo, con peligro. Mata trasero a la segunda. El público ha estado con él toda la tarde.
También ha sufrido graves cornadas Manuel Escribano y ha vivido grandes tardes de gloria: el indulto de un Victorino en Sevilla; este año, la hazaña de matar en la Feria de Abril seis Miuras. En San Isidro, se quedó en petición y vuelta su tarde anterior, con toros de Torrealta. Deja lejos al segundo, que acude bien al caballo. Se luce Escribano en un buen par de poder a poder y en el quiebro, al violín. Por la derecha, el toro le permite muy lentos muletazos porque embiste dormidito, se apaga pronto; por la izquierda, vuelve rápido. La faena no llega a cuajar y mata a la tercera.
En el cuarto, Baratero, un nombre ilustre, cornipaso (vuelto de pitones), acude Escribano a portagayola, como suele, y salva el difícil trance. Los pares de banderillas tienen mérito y emoción porque el toro embiste con fuerza. A la muleta acude como un huracán, descompuesto. Cruzándose al pitón contrario y tragando mucho, Manuel le saca algunos muletazos, en una porfía de evidente riesgo. Ha puesto el corazón en un puño a todos, se libra por pelos del percance. Mete la mano con habilidad con la espada y saluda: antes, le hubieran hecho dar la vuelta al ruedo.
Los aficionados valoran que una figura como Talavante se anuncie con esta ganadería. El tercero luce dos velas levantadas, embiste codicioso de salida, humillando mucho y aportando emoción a un par de verónicas (solo un par). Saluda Fini, en banderillas. Alejandro, muy decidido, se echa pronto la muleta a la izquierda, su gran arma. Logra algunos naturales con emoción, aunque el toro protesta y engancha, con cierto genio: surge cierta división, dentro del respeto. Mata entrando muy mal.
Devuelven el último, que renquea. ¿Lamentará Talavante lidiar un Garcigrande en vez de otro Adolfo? No lo creo. El sobrero, grandón, supera los 600 kilos, se queda mucho rato en el peto, acaba coleando un monosabio. A la muleta acude con apagada nobleza: evidentemente, es de otra casta y surge una fuerte división. En medio del griterío, Talavante traza algunos muletazos que no se aprecian y renuncia. Mata fatal. Parece haber perdido el sitio con la espada. Un triste final para sus cuatro tardes en la Feria. ¿Es un problema de falta de entrenamiento o de mentalidad? ¡Quién sabe!
Gerardo Diego le dedicó un hermoso poema a 'La penúltima' corrida de Manolete, en Santander, el día antes de la corrida de Linares: «La penúltima fue. De blanco y oro. / El aire rosa y oro, azul el cielo». A partir de ese ejemplo, generalizaba al mostrar a la Tauromaquia como metáfora de la vida: «La vida y su símbolo, el toreo… / Toda la vida es casi y es apenas». Nadie sabemos cuál será nuestra penúltima. No ha sido ésta una buena tarde para la lírica. Los toros de Adolfo Martín han exigido mucha capacidad lidiadora y gran entrega. Las dos cosas han mostrado Rafaelillo, con el toro más noble, y Escribano. La actitud de los dos me ha recordado el lema clásico: «Yo he hecho lo que he podido; fortuna, lo que ha querido». No cabe exigir más.