Ponce despliega su toreo a las puertas de Madrid
Hasta que salió el cuarto el viaje a Aranjuez sólo merecía la pena por la visita al Real Sitio, por los espárragos y por las fresas. Los tres primeros, demasiado justitos. En todo, en presencia, en fuerzas y en bravura, que no permitió a los ... toreros estar más que dignos. Pero a ese cuarto, más toro que sus hermanos de Torrehandilla, Ponce lo cuidó mucho. Apenas un picotazo y a su buena clase tan solo se oponía su escaso poder.
El valenciano lo había recibido muy bien con el capote, ganándole siempre terreno para rematar con una media parsimoniosa. Con la muleta desplegó todo su repertorio de un toreo de plasticidad. Jugó bien los tiempos y las distancias, y templó, toreó muy despacio; primero con la derecha y después al natural. Relajado el torero en ausencia de ligazón. Todo despacio, citó con la izquierda con la muleta plegada y surgieron buenos muletazos, y las poncinas -hasta tres-, que levantaron definitivamente la faena e hicieron que los tendidos se le entregaran.
Aún quedaba un gran cambio de mano y unos ayudados por bajo para cuadrar al nobilísimo astado. Pero la obra se le escapó con la espada y hasta sonaron dos avisos. Pese a todo le pidieron insistentemente la oreja que paseó en triunfo, a las puertas de Madrid.
Y es que Ponce buscó un éxito grande tras la polémica surgida con la posible sustitución de José Tomás. Se habla de mucho dinero, de una oferta millonaria, y al final el no del maestro de Játiva a Las Ventas. Ni una ni las dos tardes de Tomás serán finalmente para Ponce, que ayer, a las puertas de Madrid, se reivindicó. Madrid y el propio Ponce se lo pierden, o lo ganan, que visto como están las cosas...
El Juli enfadó más que nada porque sus toros apenas se tenían en pie. Lo intentó, pero no pasaban. Ejerció de enfermero y ni con esas. Al segundo lo sobó cuando creía que lo tenía, le obligó por bajo y el animalillo se rajó. Cuando las buenas gentes de Aranjuez ya empezaban a irritarse por el desencanto, Julián se perfiló con el estoque para clavar arriba. Fue lo mejor de su anodina tarde.
A Castella se le apagó muy pronto el tercero, apenas le duró dos series cortas con la derecha. A izquierdas, imposible. Al sexto lo citó de largo y el toro se arrancó. La faena fue de porfía, más a gusto el torero en las cercanías y mal con la espada.
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