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Los peligros del animalismo y el antiespecismo: no solo buscan acabar con los toros, quieren deconstruir la cultura

Las Villas Taurinas de Francia y el Observatorio presentan un informe de André Viard al Senado

Las Arenas de Arlés Efe

ABC

La Unión de Villas Taurinas de Francia (UVTF) y el Observatorio han presentado un informe en el Senado para advertir a los políticos de los peligros del animalismo y el antiespecismo, que pretende «deconstruir la cultura». «La regresión exigida por el antiespecismo implicaría para la especie humana la pérdida de su posición dominante y el regreso a la depredación sexual, nuevamente legitimada por el hecho de ser inducida por pulsiones naturales, comunes a todos los seres vivos, y cuyas derivas sólo la cultura, por medio de las religiones, la moral y el derecho, acertó a contener en las sociedades en las cuales el humanismo prevalece sobre el fanatismo , y la civilización sobre la barbarie«, subraya el escrito, elaborado por André Viard . No solo la sociedad francesa está «amenazada por esta deriva global», es un problema que afecta a todos los países, taurinos o no.

Por su interés, reproducimos el informe completo de Viard, bajo el título 'La tauromaquia en Francia, un patrimonio antropológico, cultural, ecológico y económico':

1 / Un modelo ecológico ejemplar

La cría del toro de lidia se practica en un marco extensivo y por medio de una reproducción natural.

Preserva la biodiversidad y protege ecosistemas frágiles.

El bienestar animal, teniendo en cuenta su definición científica, está plenamente garantizado, siendo el toro criado en libertad en unas condiciones que corresponden a su naturaleza.

2 / Una economía importante a nivel local

En el marco de una centena de festejos celebrados, se lidian cada año en Francia menos de mil toros, cifra muy baja si la comparamos con los 3.000.000 de animales sacrificados cada día para el consumo (según la asociación animalista L214). Y es de notar que cada toro de lidia supone mantener en el campo de 12 a 14 reses bravas.

En tiempos normales estos espectáculos reúnen cada año a unas 400.000 personas, generando una economía indirecta de varias decenas de millones de euros, en beneficio del comercio de las cincuenta ciudades taurinas.

En la reunión llamada 'Grenelle del Medio Ambiente', organizada en 2008 por el gobierno francés, se comprobó que unas 2. 500.000 personas presencian cada año acontecimientos taurinos, formales o de calle, organizados en el marco de las ferias o de fiestas patronales, incluyendo el conjunto de los juegos y tradiciones taurinas.

Según varios sondeos solicitados por oenegés animalistas, 25% de los franceses no desean la prohibición de las corridas.

3 / Un estatuto legal consolidado

Desde la introducción, en 1951, de una excepción a las sanciones previstas por la Ley Grammont para castigar actos de maltrato, la corrida es legal en Francia en las regiones de tradición taurina.

En 2012 el Consejo Constitucional, en el marco de una QPC (cuestión prioritaria de constitucionalidad) ha juzgado que esta excepción cultural era conforme a la Constitución.

Por otra parte, desde el Tratado de Roma, y en los textos siguientes, la Unión Europea ha estipulado que el bienestar animal no puede ir en contra de los patrimonios culturales, sean regionales o nacionales. En este sentido el voto de una hipotética ley de prohibición de la corrida en Francia no podría superar el control de constitucionalidad.

4 / Un patrimonio cultural inmaterial francés

Francia ha inscrito la corrida en su PCI en 2011, después de haber entendido que era conforme con los criterios estipulados por la Unesco.

A pesar de que, de momento, no aparece en las páginas web del ministerio de cultura por «problemas técnicos» (en realidad por motivo de los ataques sufridos por varios altos funcionarios a causa de la publicación de esta ficha de inscripción), esta inscripción es irreversible. En efecto, según la Unesco, una cultura inscrita en el PCI sólo puede ser borrada cuando deja de existir.

Corresponde al ministerio de cultura sacar la corrida del ostracismo en el que se encuentra actualmente, e incluirla en el registro de los espectáculos en vivo a cuyos criterios se conforma plenamente.

5 / Una deriva ideológica

Estando resuelto en cuanto a su aspecto jurídico por una jurisprudencia constante, el debate sobre una posible prohibición de los toros se ha desplazado al campo de la ética, en el cual las asociaciones antitaurinas han sido suplantadas por oenegés animalistas y antiespecistas que actúan de forma incansable.

Su estrategia consiste en aprovecharse de las emociones para provocar un conflicto de civilización y sustituir nuestro humanismo antropocentrista por el antiespecismo. Los argumentos utilizados corresponden a la ideología woke :

Corrida = símbolo del patriarcado machista y sexista

Corrida= reflejo de la discriminación de clases sociales

Corrida (en América) = colonialismo

Corrida (en el País Vasco y en Cataluña) = imperialismo español

Corrida = tortura y perversidad

Por supuesto, la corrida no corresponde a nada de eso.

6 / El hecho generador de las tauromaquias

Si el toro fuese una víctima indefensa, los juegos taurinos jamás hubieran existido. Es por el contrario la agresividad natural del toro la que constituye el hecho generador desde la era neolítica, y esta agresividad se explica por su metabolismo particular: en situación de lidia, el organismo del toro libera importantes cantidades de beta endorfinas ('morfina endógena') quienes bloquean la sensación de dolor, y también de dopamina que acrecienta su agresividad. Por otra parte, secreta una tasa mínima de serotonina, substancia que, por el contrario, contribuye a disminuirla.

Es por lo tanto un animal que ignora el dolor como lo concibe el humano y que aumenta su agresividad para satisfacer su instinto de poder con el cual el hombre se enfrenta arriesgando su vida y tratando al mismo tiempo de expresar belleza.

Por otra parte, lejos de haber sido impuesta a los pueblos que la comparten, la corrida se ha implantado en muchas regiones del mundo por el universalismo de los sentimientos positivos que suscita en una forma de catarsis moderna:

El público no viene a la plaza para ver morir el toro, sino para presenciar el triunfo del hombre que se supera a sí mismo al enfrentarse con el toro.

De esta manera la corrida es una metáfora del destino humano, pues simboliza la transición del estado de naturaleza hacia el estado de cultura, de la animalidad hacia la humanidad.

7 / Un combate humanista

El debate sobre la prohibición de los toros se inscribe en el marco de un cuestionamiento político global del modelo de civilización occidental que la ideología 'woke' interseccional y la cultura de la cancelación pretenden deconstruir y borrar.

Ceder a sus imposiciones, como fue el caso para los circos, los delfinarios o las cacerías tradicionales…equivale a refrendar su proyecto y a condenar numerosos sectores ya amenazados o cuestionados, tales como la ganadería intensiva, la sobrealimentación de los patos y gansos o la equitación.

El error consistiría en disociar estos ataques, sin entender que esta estrategia de dominó corresponde a una ofensiva general que tiene como objetivo la prohibición de toda explotación de otras especies por el hombre.

Por el contrario, es imprescindible emitir una respuesta global al afirmar la preeminencia del paradigma antropocentrista y del humanismo sobre las derivas del antiespecismo, y convertir este preámbulo en una línea de defensa infranqueable con el fin de preservar ciertos sectores profesionales, ciertas tradiciones y culturas regionales, así como la libertad y la diversidad cultural de millones de ciudadanos franceses, cuya herencia constituye un patrimonio valioso en tanto que constitutivo de su identidad.

8 / Deconstruir la deconstrucción

Para defender la tauromaquia bajo un punto de vista humanista, así como todas las actividades cuestionadas por el antiespecismo por medio del 'wokismo' y de las luchas interseccionales, conviene disecar la base filosófica de éste y subrayar sus contradicciones. En una palabra, conviene deconstruir la idea de deconstrucción de la humanidad en nombre de la igualdad de las especies, cuya negación se aparenta al racismo según los antiespecistas.

Primera incongruencia : pretender desplazar al humano del sitio que ha logrado en la cúspide de la escala de las especies equivale a negar las leyes de la selección natural que se imponen a todos, mientras se pretende actuar en conformidad con éstas.

Para los antiespecistas, la cultura no sería más que una excrecencia maligna de la naturaleza, convertida en coartada por la especie humana para avasallar a los otros. Deconstruir la idea de cultura sería por lo tanto una condición previa para instaurar la igualdad entre todas las especies y acabar con las 'discriminaciones especistas'.

Sin embargo, en la realidad, la naturaleza sin la cultura se regula a sí misma por medio de una doble lucha: entre las diferentes especies para ascender en la escala alimentaria con el fin de eliminar cualquier predador; y, dentro de cada especie, en la lucha entre los machos para el dominio exclusivo de las hembras.

Para esas dos reglas que condicionan la evolución de las especies no existe ninguna excepción, salvo para la especie humana desde el momento en que fue capaz de concebirse como tal a sí misma, y de constituirse como el predador último, dos particularidades que el antiespecismo le reprocha y quiere abolir.

La regresión exigida por el antiespecismo implicaría para la especie humana la pérdida de su posición dominante y el regreso a la depredación sexual, nuevamente legitimada por el hecho de ser inducida por pulsiones naturales, comunes a todos los seres vivos, y cuyas derivas sólo la cultura, por medio de las religiones, la moral y el derecho, acertó a contener en las sociedades en las cuales el humanismo prevalece sobre el fanatismo , y la civilización sobre la barbarie.

Segunda incongruencia : por lo tanto, cultura, religión, moral y derecho son los enemigos que el antiespecismo pretende deconstruir borrando su historia, con el fin de permitir a la naturaleza recobrar su pureza original de antaño, cuando no era enmarcada y mancillada por las construcciones intelectuales humanas, entre las cuales, y en primer lugar, está el paradigma antropocentrista, base ética de la civilización, según el cual el hombre es superior a las otras especies por su capacidad de pensar y asumir una responsabilidad específica con respeto a la naturaleza y a las otras especies.

El antiespecismo considera esta afirmación como un concepto fascista, puesto que, por medio del pensamiento y del lenguaje, se supone que el hombre ha impuesto la visión totalitaria de su especie en menoscabo de las otras, justificando así su explotación, asimilada a un genocidio en la dialéctica antiespecista.

Tercera incongruencia : siendo el antiespecismo, por su parte, el producto de un pensamiento y de un lenguaje, no puede escapar a la contradicción en la cual su radicalismo le encierra; contrariamente o lo que afirma éste, su propia realidad constituye una prueba de la diferencia entre la especie humana y las otras. Incluso deformado, el pensamiento humano no tiene nada equivalente.

Consciente de que se adentra en un callejón sin salida, el antiespecismo elude el problema con un recorte y recurre a las emociones: cierto es que el pensamiento, el lenguaje y la moral pertenecen a la especie humana, pero no son criterios determinantes, según él, para justificar una diferenciación rotunda. El único criterio que valga, bajo su punto de vista, para demostrar la igualdad universal entre las especies, poniendo de este modo al hombre a la altura de las otras, es la facultad de sentir: situándose todas al mismo nivel frente al dolor, pues todas lo sienten, todas deben ser consideradas como iguales en todo.

En consecuencia, por el daño que ha causado desde miles de años a las otras especies, el hombre tiene la obligación de considerarse como un animal vergonzoso y de aceptar su deconstrucción, situación que pone también en tela de juicio todos los pilares de la civilización que ha edificado: cultura, religión, derecho, moral y tradiciones.

Tal razonamiento, sin embargo, topa con una contradicción formal que permite rebatir el pensamiento antiespecista en su globalidad: ¿A santos de qué esta construcción intelectual, concebida ella también por la especie humana, podría escapar a la lógica de la cancelación que el antiespecismo quiere imponer a nuestra especie, si no es en razón de la superioridad moral que sus pensadores se atribuyen como algo exclusivo, negándola al resto de la humanidad, y otorgándose el derecho de decidir por todos y en nombre de las otras especies que pretenden liberar.

La trampa está cerrada. Al reivindicar la superioridad de su moral, concepto que, sin embargo, se niega a considerar como un factor de diferenciación entre los humanos y las otras especies, pero que no duda en oponer al resto de la humanidad, el antiespecismo corrobora el paradigma antropocentrista en lugar de refutarlo: incluso si a veces razona mal, el hombre es el único que razona. De hecho, el antiespecismo deconstruye la base filosófica de su cruzada deconstructora.

Para concluir : como viene de observarlo el coloquio organizado en la Sorbona los 7 y 8 de enero de 2022 ('Después de la deconstrucción: reconstruir las ciencias y la cultura'), la sociedad francesa está, hoy en día, amenazada por una deriva global en la cual se enmarca el antiespecismo. Los ataques sufridos por la tauromaquia, la caza, la ganadería, las culturas, las tradiciones, y, más allá, los ataques contra la visión histórica y la autoridad del Estado, son un conjunto de golpes contra la idea de civilización occidental humanista, la que corresponde a los políticos electos defender en todos los campos, haciendo que predomine la razón sobre la emoción.

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