Paco Camino: «A nadie le ponen una pistola en el pecho para que vaya a los toros»
Este lunes cumple 80 años una de las pocas leyendas vivas del toreo del siglo XX. En su finca de Gredos repasa su exitosa carrera y analiza con inquietud la actual situación de la que fue su profesión y del país en general
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Iniciar sesiónLos aficionados seguimos hablando de «El Niño Sabio de Camas», pero hoy cumple ochenta años: se llama Paco Camino . De todos los toreros que yo he visto, es uno de los que, desde el comienzo de su carrera, reunía más cualidades: era clásico y ... dominador, con gracia sevillana. Se retiró de los ruedos hace cuarenta años, ha superado una dolencia y vive, feliz, en su finca de la Sierra de Gredos .
Era hijo de un banderillero, fue un niño prodigio. Comenzó actuando de pantalón corto, como un Arturito Pomar o un Pierino Gamba del toreo. Cuenta la leyenda que, de chiquillo, si quería algún capricho, le ponían como condición que cortara las orejas al próximo novillo... y no tenía problemas para lograrlo. «Desde que tuve uso de razón, quise ser torero . El ambiente ayuda, claro está, pero no basta: hay que tener algo dentro. El noventa y nueve por ciento de los que lo intentan, no llegan a figuras».
Destacó siempre por su claridad de ideas, delante del toro. «Para triunfar en el toreo –explica– hacen falta cabeza y valor, las dos cosas. Si no, no se funciona. Pero la cabeza es lo principal . Lo es en todas las cosas de la vida pero, en el toreo, todavía más: tiene uno menos tiempo para resover los problemas, hay que saber improvisar, estar siempre en torero».
«Me indigna que quieran eliminar todo lo que huele a España: el patriotismo, la lengua española, la Fiesta brava. ¡Qué desastre! El pueblo debería reaccionar ante tanta barbaridad»
Unos pocos privilegiados saben «ver» al instante las condiciones de un toro, entender sus cambios, mantener la cabeza fría, en momentos de tanto riesgo. Ni siquiera todos los matadores lo consiguen. «Es una cuestión, sobre todo, de tener afición, de fijarse continuamente en las reacciones del toro. No entiendo que, ahora, algunos toreros, en el callejón, charlen, fumen, se desentiendan de la lidia. En mis tiempos, eso no pasaba. Siempre me ha preocupado el estudio del toro. Cuando toreaba, decían algunos que yo parecía estar hablando con el toro...», rememora.
Debutó con picadores a los 17 años. Un par de años después, ya era matador de toros y primera figura. La facilidad era su gran arma , no parecía hacer esfuerzos. A punto de torear, estaba tan fresco. Recuerdo haber jugado con él al ping-pong, en el hotel de Bayona, muy poco antes de vestirse de torero. No necesitaba preparación alguna. «Nunca –reconoce– he tenido problemas para torear. Sabía que, a las cinco de la tarde, tenía que hacer el paseíllo y ya está. Jamás he ido a la Plaza forzado. Pasaba miedo , como todos, pero también disfrutaba: el que no disfrute toreando, que no sea torero».
Nunca le vi «aperreado» con un toro. El maestro Marcial Lalanda me dijo que «poseía un extraordinario conocimiento de su profesión». Esa facilidad era un arma de doble filo, porque el público le exigía siempre estar lúcido. «No siempre se pueden hacer faenas brillantes, algunos toros no te lo permiten, pero hay que ser un profesional: no ahogarse, saber estar como hay que estar», afirma.
Dar a cada toro la lidia adecuada es lo que distingue a los auténticos maestros. No todos los públicos lo saben valorar. «Lidiar –asegura– es muy difícil, más difícil que torear. A un toro bondadoso , cualquier joven le pega unos pases bonitos».
Desde muy joven, alternó y compitió con grandes maestros. Admiraba mucho a Antonio Ordóñez pero se entendió mejor con Luis Miguel, a pesar de su fama de orgulloso. «Poco después de tomar la alternativa, ya toreé mano a mano con Antonio Ordóñez, pero Luis Miguel era más agradable, como persona: daba gloria estar con él. No en la plaza, claro está: en el ruedo, no hay amigos», reconoce.
El más valiente que ha conocido fue su amigo y rival Diego Puerta . Para «picarse», algunas tardes, en cualquier ruedo, los dos hacían apuestas. «El público no se enteraba pero él y yo nos jugábamos algo de dinero a quién cortaba más trofeos, quién hacía mejor un quite, quién salía a hombros... Y no todas las tardes ganaba yo. Era un valiente de verdad ».
«Lo de algunos antitaurinos no merece la pena ni comentarlo. ¿Cómo se puede llamar torturador a un torero?»
También toreó mucho con El Cordobés pero seguían caminos muy diferentes. El 1 de mayo de 1965, en Aranjuez, llegaron a las manos . «Mi forma de torear no congeniaba con la suya. Esa tarde, no me gustaba esa ganadería: los toros salieron malos, como yo esperaba, hice un quite y... pasó lo que pasó. En realidad, fue poca cosa pero la prensa le dio mucho bombo. Después de eso, estuvimos algún tiempo sin hablarnos pero, como seguíamos toreando juntos, todo se acabó arreglando. No vale la pena comentarlo más».
Matar seis toros en Las Ventas es empresa muy ardua, en la que muchas figuras han fracasado. El 4 de junio de 1969, en la Corrida de Beneficencia , Camino mató siete –también, el sobrero– y cortó ocho orejas, casi «sin despeinarse». Muchos aficionados lo siguen recordando como una de las mejores corridas que han visto en toda su vida. «Para torear en solitario, en Madrid, hay que estar muy preparado, en todo; también, mentalmente. Yo llevaba ya varios años de alternativa, lo hice en el momento oportuno. Y lo más importante: la corrida duró poco tiempo, nadie se aburrió. Muchas faenas actuales son demasiado largas. Igual que en el teatro, en la Fiesta es fundamental el sentido de la medida», sostiene.
No le gustaban los toros suavones , bondadosos. Demostraba mejor su maestría dominando toros encastados; los dejaba algo «crudos», sin castigarlos excesivamente en varas. Por ejemplo, el encaste Santa Coloma, que hoy rehuyen tantas figuras. «En mi época –advierte– todos lo toreábamos; yo he matado camadas enteras de ese encaste. Eso sí, cuando el toro sale malo, no te debe coger: hay que saber andar con él, darle la lidia adecuada. A mí me han cogido los toros buenos, intentando hacerles una gran faena».
A lo largo de su carrera, sufrió varias cornadas graves. Además, tuvo que vivir una tragedia: el 3 de junio de 1973, su hermano Joaquín sufrió una cogida mortal. No le gusta hablar mucho de eso: «Todo el que se pone delante de un toro sabe las consecuencias que puede tener. Muchas familias lo han sufrido. Por eso es una profesión tan difícil».
Toreó muchas tardes y logró grandes éxitos en Barcelona. Recordándolo, se emociona y se indigna. «Era una de las mejores plazas, tenía una extraordinaria afición. Varias temporadas, toreé yo allí cerca de veinte corridas. Ahora, han querido suprimir los toros porque es la Fiesta española. Como siempre ha dicho ABC, hay que defender la libertad de ir a los toros ... o de no ir, si no quieres. A nadie le ponen una pistola en el pecho para que vaya», proclama. Fue también un ídolo en México y hasta toreó en el Astrodrome de Houston, en un curioso intento de llevar las corridas de toros a los Estados Unidos. «En tres tardes –rememora– acudieron más de ciento treinta mil personas. Es verdad que, para orientarlas, en los momentos oportunos, en unas grandes pantallas ponían «¡Olé!», pero la gente salió muy contenta».
«Alguna noche todavía sueño que estoy toreando, pero un sueño feliz, no una pesadilla»
Era un diestro largo, completo: recuerdo sus verónicas clásicas, sus inigualables chicuelinas de manos bajas, sus naturales mandones... Sólo le faltó banderillear. «Nunca lo he hecho: soy algo torpe de piernas , no tengo habilidad para saltar, ni siquiera la barrera. Lo mío era quedarme quieto; cuando podía, claro», se justifica.
Ha sido uno de los más grandes estoqueadores que yo he visto. Algunas fotos de sus estocadas quedan como un modelo perfecto. «Para hacer bien la suerte, hay que echar la muleta a la pezuña del toro; luego, cruzar, pasar los pitones. Tienes que mirar el morrillo, no los cuernos. Yo he intentado matar bien los toros».
Retirado en el campo
En una entrevista de «El Ruedo», en 1971, decía que el crítico mejor era el de ABC, Antonio Díaz-Cañabate . Sin embargo, quizá por meterse con el escultor Sebastián Miranda, su amigo, gran partidario del diestro, «el Caña» se inventó una expresión, «la mandanga» , que a Camino le parece injusta: «No se puede triunfar en todas las plazas importantes de España y de América si tienes “mandanga”».
En 1987, reapareció una sola tarde, en Nimes, para dar la alternativa a su hijo Rafael . Desde entonces, vive retirado en su finca, donde cría algunas reses de Santa Coloma. El toreo ha sido su vida entera y sigue siéndolo, pero no lo echa de menos; vive feliz, con su mujer, en el campo. «Alguna noche –reconoce– todavía sueño que estoy toreando , pero es un sueño feliz, no una pesadilla. Recuerdo muchas faenas pero no me obsesiono con eso. Todo tiene su momento. ¡Qué bien estoy aquí! El campo me da paz y mucha libertad. Sigo la actualidad taurina, por supuesto, en los periódicos y en la televisión. No me canso de ver ni siquiera novilladas sin picadores: sigue siendo mi gran pasión».
Si siempre pensó y dijo lo que le daba la gana, ahora, a los ochenta años, mucho más. Le preocupa la situación de la Fiesta: «Ha de salir más gente nueva; antes, los toreros no estaban tanto tiempo en activo. Claro que el toro actual lo permite... Lo de algunos antitaurinos no merece la pena ni comentarlo. ¿Cómo se puede llamar “torturador” a un torero? El toro bravo ha sido y es mi vida entera: por eso tengo mi pequeña ganadería».
Más le preocupa la situación española actual: «Me indigna que quieran eliminar todo lo que huele a España: el patriotismo, la lengua española, la Fiesta brava . ¡Qué desastre! El pueblo debería reaccionar ante tanta barbaridad». Conoce Paco Camino la admiración y el afecto que siempre le he tenido pero discrepamos en una cosa: yo opino que él hubiera podido ser todavía más de lo que ha sido, en el toreo, si hubiera querido, y él lo niega: «En el toreo y en la vida –afirma el sevillano– uno llega donde puede, no más. Nunca he buscado ser el número uno, como hacía nuestro común amigo Luis Miguel . Gracias al toro, he conseguido ser algo, en la vida; he logrado muchas cosas con las que soñé, de jovencillo. Me he ganado el respeto de profesionales y aficionados. Siempre he hecho lo que me ha apetecido. Quisiera que se me recordara sólo como un buen torero».
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