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La mujer en la crítica taurina

Desde todas sus tribunas, Mariví Romero fue tremendamente incisiva en la denuncia de cualquier desmán de quienes mandaban en el mundo del toro

Mariví Romero Mundotoro

Ángel González Abad

No fue la primera mujer que firmó una crónica taurina, pero sí la que su trabajo tuvo mayor repercursión, tanto a nivel periodístico como popular. En la década de los años setenta de la pasada centuria, la figura de Mariví Romero se hizo muy familiar por sus apariciones en la pequeña pantalla. Al frente de «Revista de Toros» de Televisión Española, formando tándem con Manuel Molés, desde 1973 a 1983, analizó la actualidad del mundo de los toros con un estilo tan personal como crítico en sus opiniones.

Estudió Filosofía y Letras y comenzó a trabajar en el diario «Pueblo», del que su padre, Emilio Romero, era director. En el diario vespertino se prolongaba la popularidad de la periodista en televisión en una sección taurina en la que se repartía el espacio con el referido M olés y Alfonso Navalón . Sus juicios y comentarios eran temidos por toreros, ganaderos y empresarios, aunque ella misma reconoció que «la crítica no necesariamente tiene que ser destructiva. Mi crítica era constructiva, me fijaba en cómo desarrollaba el toro para enjuiciar al torero, sin perjuicios».

Tras su etapa televisiva y el cierre de «Pueblo» , desempeñó la crítica en el diario «Ya», hasta finales de los ochenta, compatibilizando con sus trabajos en radio en la desaparecida Cadena Rato, en COPE y en Onda Cero.

Tras su jubilación, Mariví Romero se retiró a Benidorm, en donde falleció a los 81 años de edad, y en 2013 tuvo una breve reaparición para presentar su libro «La Fiesta del toro bravo», una obra en la que recogía muchas de sus vivencias y ponía en valor la tauromaquia ensalzada por grandes autores tanto de la generación del 98 como del 27, con el objetivo de ofrecer ese bagaje a las nuevas generaciones interesadas por la Fiesta.

Desde todas sus tribunas fue tremendamente incisiva en la denuncia de cualquier desmán de quienes mandaban en el mundo del toro, buscó siempre la integridad del espectáculo , que en su opinión reiterada, nunca se supo vender a la sociedad con toda su grandeza, y eso se lo recriminó a los máximos responsables del sector. «No me gustaría que la Fiesta desapareciera ni que se quedara como algo testimonial», sentenció en una de sus últimas declaraciones, que apostillaba: «Pero eso no depende de mí ni de la gente ajena a este mundo».

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