Hecatombe en la ganadería del Uno: más de cien toros y vacas mueren «congelados» por Filomena
Famosa por su galáctica parada de bueyes en San Fermín, la divisa alcarreña de José María López ha sufrido «un desastre absoluto» con una morgue de reses sobre la nieve
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Iniciar sesiónUna morgue de toros y vacas se hunde en la nieve: más de cien cadáveres negros, colorados, berrendos, botineros... La borrasca Filomena ha provocado un desastre mayúsculo en la ganadería del Uno, famosa por su galáctica parada de cabestros en San Fermín, ... desde «Messi» a «Ronaldo». Precisamente, entre los tres bueyes fenecidos por el temporal, apareció un hermano de este último: «Corredor» se llamaba, uno de los más rebeldes y populares en los encierros. Pero la auténtica hecatombe se ha vivido entre las reses bravas: «Han muerto congelados más de cien animales», dice el ganadero José María López.
«Hemos llegado a estar a 22 grados bajo cero . El problema no es la nieve, el problema son las heladas. La finca es un bloque de hielo. Y eso no hay cuerpo que lo aguante, ni el de un toro. Con su muerte me han arrancado un trozo de mi vida», comenta visiblemente emocionado mientras contempla el cementerio del campo bravo.
Aquellos «gladiadores» criados para la lucha ya no podrán ir a los ruedos. Ni «Garrapato » ni «Rajatablas» , de reatas y hechuras que hacían soñar con embestidas de casta. Tampoco tendrán más descendientes madres con historia en la divisa, como «Zaragatilla» o «Cascabelera». Ni el becerro recién nacido con la placenta aún encima, tristísima su mustia estampa, podrá corretear por el campo. Doblan las campanas en la cabaña de lidia.
«Normalmente berrean y se pelean mucho. Pero desde el Covid, y más ahora con Filomena, están en calma, como si supiesen que están llegando a su fin, como si presagiaran su muerte»
«Es una ruina tremenda, un varapalo del que será muy difícil recuperarse», cuenta López acongojado. Su finca alcarreña del «Maquilón», a medio camino entre Estremera y Almoguera, parecía la pista del Rockefeller Center . Ahora, sobre aquel escenario de patinaje, se alzan torres de gélido cristal a lo largo de 220 hectáreas. «Cuando he comunicado a la OCA (Oficina Comarcal Agraria) las bajas, no daban crédito. "¿Pero tantos se te han muerto?», me decían. Pues sí, tantos, y a esos 105 seguro que hay que sumar alguno más. Para colmo, no hay visos de recibir ayuda alguna. Es dramático», lamenta.
«Aquí no se vive, se sobrevive», sentencia el criador de la ganadería del Uno . Y en esa supervivencia depende «de la caridad, de amigos y familia que me han prestado dinero para mantener esto». Este ganadero, que antes fue torero, explica que estira el pienso como un chicle para que todos los animales tengan sustento, aunque advierte de que «con este frío comen mucho menos, se quedan más quietos; he visto cómo las vacas y los toros hundían el morro y se comían la nieve , pero eso no les aporta las sales minerales necesarias. Les cuesta mucho llegar hasta los comederos». Comederos y bebederos que hay que limpiar por las heladas. Pico y pala. Pala y pico. Un tractor para recorrer la finca y una máquina quitanieves.
¿Alguna ayuda? «Ninguna, al revés, como en Estremera no quitaban la nieve fui como voluntario con mi propia máquina a retirarla para que en el pueblo pudieran moverse un poco mejor y también en la autovía de Valencia. Esto ha sido un caos». ¿Y algún animalista de carnet se ha pasado por la finca? «Esos son unos falsos, esos se quedan en el sofá. ¡Menuda hipocresía! Aquí el que cuida de los toros es el ganadero, que es el que los defiende de verdad».
Su solidaridad (y su ruina) es también la de otros gremios: «Llevo meses sin pagar al del pienso, al de la paja... ¿Cuándo podré hacerlo? Lo malo de esta crisis es la incertidumbre , no sabemos cuándo podrá retomarse la actividad taurina».
José María López lleva 32 años en esta finca de la provincia de Guadalajara, a orillas del Tajo, y asegura que no recuerda nada igual. Nunca los almendros ni los álamos se vistieron tan blanco, ni tantos pájaros amanecían muertos -«veo docenas y docenas cada mañana»- ni sobrevolaban tantos buitres sobre la carroña de las reses heladas. O tanto zorro al acecho. «A lo mejor nevaba un día, pero luego llovía. Algo tan tremendo nunca lo he visto». A las secuelas de Filomena se suman las de una temporada de Covid en la que apenas se lidió un pitón. «Después de un 2020 tan duro, ahora ha venido esto. El negocio se ha vuelto insostenible. Si mis clientes, empresas y Ayuntamientos, no compran porque no hay toros, ¿qué hacemos?»
«Si tengo que mandar mis torosal matadero, me voy con ellos; yo no sé hacer otra cosa y cada toro tiene un significado especial, una historia detrás»
Pese a la oscuridad de un túnel azabache tan kilométrico, se aferra a su divisa. El macelo tampoco es una buena salida: «Ya ni los quieren los carniceros, pagan a 0,80 o un euro el kilo. Para mandar al matadero un toro y que me den 200 euros ya me lo quedo yo. Además, todos tienen algo especial».
Conoce cada animal de pitón a rabo. Y siente nostalgia por la voz del toro de lidia, la de antes de una crisis de tal trapío. A modo de leyenda, una leyenda real, relata que ahora solo reina el silencio: «Normalmente berrean y se pelean mucho . Aquí por las noches no se puede dormir: se pegan, rompen puertas... Pero desde el Covid, y más ahora, están en calma, como si supiesen que están llegando a su fin, como si presagiaran su muerte. Con esta ola de frío y las heladas se acobardan y se mueren por hipotermia».
Animalista de verdadera cuna, ha cogido varios chotos y los ha llevado a su casa, al calor de la lumbre, la misma en la que se refugia su pequeña Valentina, que les da el biberón. No quiere que su destino sea el «de morir congelados en un frigorífico, porque eso es la finca, una nevera». «A otros los he llevado a una nave -añade-, pero son a nimales indomables y las vacas van a por ellos y los saca de allí. No es fácil el manejo de una ganadería brava -tiene 1.600 cabezas, con 800 machos-, y más en circunstancias tan adversas». Una yincana sin fin.
Los más pequeños de la casa, y los de las parideras, han muerto por la borrasca con bautismo de la Santa venerada en un templo italiano. Los rezos no encuentran el milagro que espera. «Se me ha fastidiado la camada», afirma.
López critica la «falta de empatía de los políticos». « García Page no se ha dignado a tener una reunión con nosotros, nos ha citado, pero nunca aparece él -manifiesta-, sino otros. Solo ha televisado algunas corridas para hacerse la foto en el callejón. Los ganaderos de Castilla-La Mancha hemos recibido cero euros. ¡Qué envidia de otras comunidades! A la nuestra parece no importarle que los animales mueran o que las ganaderías desaparezcan. Eso sí, los saneamientos y los miles de euros que cuestan siguen a rajatabla».
Tras agolparse las palabras, José María López suspira. No quiere desprenderse de su hierro, pero también sabe que la temporada pinta bastos. «Si tengo que mandar mis toros al matadero , me voy con ellos; yo no sé hacer otra cosa y cada toro tiene un significado especial, una historia detrás. Aunque, sinceramente, no sé cuánto aguantaré...»
Es la cruda realidad de los ganaderos, la realidad de un campo bravo que se congela por varios frentes. Es tiempo de silencio , «el silencio más triste jamás conocido».
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