Un preocupante guirigay en la plaza de Sevilla

Antonio Ferrera corta una oreja al único toro de Victorino de buen juego; Miguel Ángel Perera sufre una cornada en la región lumbar en el sexto

Miguel Ángel Perera, en el momento de ser prendido por el sexto victorino Efe

Las calles del casco histórico están abarrotadas: es el atractivo único de esta ciudad y también, quieran o no algunos, de su Feria taurina. Me saludan aficionados venidos de muchas ciudades, ilusionados todos por ver la corrida de Victorino [así la contamos en directo] .

Ya hace años desde que el muy inteligente Victorino Martín padre consiguió algo nada fácil: que su ganadería se hiciera un hueco en el marco muy cerrado de las que lidiaban en la Feria de Abril. Sus toros propiciaron grandes éxitos de una serie de diestros; entre otros, Pepín Liria, El Tato, El Cid, Antonio Ferrera, Manuel Escribano...

Hace poco, Victorino hijo lidió una corrida realmente extraordinaria en Hispanoamérica. En los ruedos españoles, en cambio, las últimas tardes no han sido tan triunfales: toros serios, encastados, pero cercanos a la nobleza y sosería; es decir, lo contrario de lo que esperan los aficionados que acuden a ver una corrida de este hierro. Esta tarde, lo hemos confirmado.

No salgo de la Plaza con buen sabor de boca, por tres motivos. Ante todo, por la cornada en la región lumbar de Miguel Ángel Perera, en el último toro. Además, por la decepción de los cuatro primeros victorinos, paradísimos: más marmolillos que victorinos. Salva su honor un Pobrecito, lidiado en quinto lugar, muy noble pero muy lejano de lo que se espera de esa ganadería. Por último -y lo digo con todo respeto -por el guirigay que se ha formado en este toro, con dos anécdotas: primero, la inadecuada intervención de los banderilleros de Ferrera , reclamando trofeos. Las orejas las concede el presidente y las entrega el alguacilillo. Todo lo demás no es legal ni es propio de una Plaza de esta categoría. Y algo más insólito: brinda Ferrera ese quinto a Joaquín, que está en el callejón, y se empeña en que salte al ruedo a recibir el brindis. Se resiste el futbolista pero el diestro insiste y lo consigue: algo nunca visto. Si no me equivoco, en otra ocasiones, la autoridad ha impedido que saltaran a este ruedo algunos matadores, que estaban como espectadores. Que lo haga un deportista, pisando un albero donde ha corrido la sangre de toreros, me parece totalmente improcedente. Creo que se ha equivocado Ferrera y también ha fallado la autoridad , que debió impedirlo. Todo eso no es propio de la Plaza de los Toros de Sevilla, cuya seña de identidad es respetar los ritos taurinos.

Me habían hablado ya de lo bonita que venía esta corrida, de su excelente presentación. Así ha sido pero el juego ha sido decepcionante: los cuatro primeros parecían candidatos a incrementar la triste lista de parados españoles. Una vez más, las hechuras de un toro no garantizan su buen juego.

Lidiando victorinos en Sevilla ha alcanzado Antonio Ferrera algunas de sus más altas cotas, derrochando maestría lidiadora y capacidad de improvisación , una suma nada fácil. Los fallos con la espada le impidieron a veces cortar más trofeos pero dejó para el recuerdo faenas singularísimas. Llega a Sevilla poco después de haber anunciado su gesto, también extraordinario, de matar seis Miuras en los próximos Sanfermines. Luce un singular capote de paseo y uno de brega azul oscuro, con vueltas de color purísima.

Se empeña en dejar muy lejos del caballo al primero, que se niega a ir. (Lo mismo hará en los otros dos). Lo que siempre he escuchado yo es que se debe ir aumentando la distancia, después del primer puyazo, si el toro ha respondido, no ir con una idea preconcebida. En banderillas, aguanta mucho Fernando Sánchez, brillante toda la tarde. Ferrera, muy firme, le saca algunos naturales, con oficio, aunque el toro no quiere ir. Todo lo estropea con la espada. El tercero tiene un comportamiento parecido: lo lleva en seguida al centro y le va arrancando embestidas, muy profesional, pero el toro pasaba por allí, sin celo. Consigue algunos naturales brillantes, forzando mucho la figura. (Recuerdo a don Antonio Machado: “A las palabras de amor / les sienta bien su poquito / de exageración”. Cita para matar como ahora suele hacer, desde lejísimos, con la espada enarbolada como un fusil, camina hacia el toro y, al llegar muy cerca, cuartea y clava. Lo logra a la segunda, la petición es insuficiente: acierta el presidente Luque negando el trofeo.

El quinto es un toro bondadoso, que flaquea y 'se deja', muy bueno para el torero, pero no esperamos eso de esta divisa. Después del brindis, conduce a placer las nobles embestidas, logra naturales a cámara lenta, muy en corto, que levantan un clamor. Esta vez acierta con su espectacular forma de matar: una justa oreja, no dos. Da una segunda vuelta el ruedo por su cuenta. (Un guasón, cerca de mi localidad, pide que Ferrera saque también a Joaquín a dar la vuelta al ruedo con él).

Miguel Ángel Perera lidia dos toros, segundo y cuarto, bien armados pero demasiado parados: decepción e impaciencia del público. El cuarto, que arrastra una mano, parece somnoliento, no dice nada. El trasteo no encuentra eco. El último, muy bien banderilleado por Curro Javier, sí repite y transmite emoción. El diestro, muy firme, se lo enrosca a la cintura pero se le queda debajo y lo voltea: lleva una herida en la región lumbar pero sigue muleteando hasta que el toro - uno más - también se para. Mata con decisión pero la petición es insuficiente.

A la entrada, un aficionado me ha dicho, con toda educación, que veía con preocupación síntomas de decadencia en la forma de comportarse del público de esta plaza, que ha sido ejemplo de conocimiento y de sensibilidad. Yo también los he visto y, después de esta tarde, estoy tan preocupado como él.

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