Faena de categoría de Talavante y grave cornada a Jiménez en San Isidro
El extremeño corta la única oreja en la Corrida de la Prensa y el sevillano cae herido
Primer cartel de «No hay billetes», vuelve a acudir Don Juan Carlos , primera actuación de Castella y Talavante, gran ambiente. En los tendidos, se aplauden varias pancartas: «No hay mejor marketing que la casta». «Queremos trapío y seriedad, no el triunfalismo». «Madrid es plaza de primera: honradla» . Tienen razón. Casi todo se viene abajo por la extrema flojedad de los toros del Puerto de San Lorenzo: ¡tres sobreros! Desastre ganadero total. Tiene que salir un sobrero del Conde de Mayalde para que disfrutemos con la emoción de un toro encastado y un torero clásico: Talavante hace vibrar al público y corta una oreja, que pudieron ser dos. No importan los trofeos sino la emoción del toreo auténtico. En el último, Javier Jiménez busca el triunfo y recibe una cornada en el muslo derecho.
En su campaña contra Bush padre, en 1992, Bill Clinton hizo famosa la frase: «¡Es la economía, estúpido!» . Sin ofender a nadie, en la Fiesta habría que adaptarla: «¡El problema es el toro bravo!» Varios diestros no están respondiendo a las expectativas; estamos viendo bajonazos impresentables pero todo eso no debe distraernos: el problema esencial es otro. Me lo recuerda mi vecino de la izquierda, encrespado: «¡Ésta es la Fiesta de los toros!» Y, más resignado, el de la fila de delante: «Seguimos igual. Así, no vamos a ninguna parte». Tienen razón los dos. El público está acudiendo a Las Ventas con renovada ilusión pero se están aburriendo, muchas tardes. Aquí no se tolera un toro débil, que rueda ya antes de la vara; ni un toro soso, que no transmite nada. No nos engañemos: no es un problema de peso (si se quitara la tablilla, no pasaría nada). El exceso de kilos no puede ser una excusa para la flojera de los toros: también se caen toros terciados. Este público quiere ver toros con poder, con fuerza, con casta, con bravura; que asusten y que emocionen. Si no los ve, se quedará en casa.
Devuelto el flojo primero, el sobrero de Buenavista es noble y obediente; dándole distancia, acude galopando: justo lo que necesita Castella para que luzca su toreo estático. Lo mejor, la ligazón de los muletazos. Al alargar la faena, baja en vez de subir y acaba recibiendo dos avisos. El cuarto no quiere ir a los caballos: la lidia se hace premiosa, aburrida. En la muleta, resulta ser un manso manejable, que embiste dormido, sin emoción. Sebastián le coge el aire en algunos naturales pero, de nuevo, prolonga e impacienta: otro aviso.
El tercero flaquea de salida, apenas le pican pero en los primeros muletazos de Javier Jiménez ya se derrumba: ¡desastre total! Cruzando bien, logra una buena estocada. En el sexto, vuelven las broncas. Aunque el toro también ha flaqueado, brinda al público y hace el esfuerzo. Como no humilla, lo hiere en el muslo derecho. Mata al toro Castella.
Acude a San Isidro Talavante con responsabilidad de figura : cuatro tardes, incluidos los victorinos. La afición le espera. El segundo es flojo, corto, soso: no le deja dar ni un lance. Lleva la cara a media altura y puntea la muleta. Corta la faena y hace bien pero mata sin estrecharse. Devuelto el quinto de El Puerto y también el sobrero de Torrealta, sale otro sobrero del Conde de Mayalde, serio, que, al comienzo, espera y mansea. Muy bien Trujillo, como siempre. Aunque el toro embiste sin clase, Alejandro lo va metiendo en la muleta, con gran facilidad y suavidad. Un cambio de mano levanta un clamor. Cuando le cita dándole el pecho, el «7» y el «8» se le entregan: una faena de categoría. Mata con la misma facilidad y corta un trofeo que se recordará.
Seguiremos comentando la faena de Talavante y lamentando la cornada de Javier Jiménez pero no se puede olvidar el desastre anterior: el toro, ¡ése es el gran problema! Si no se quiere poner remedio, la Fiesta corre un grave peligro.
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