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Excelente impresión del sevillano Juan Ortega en Las Ventas

Corta la única oreja en una desigual corrida de Valdefresno en el día de La Paloma

Torerísimo ayudado por bajo de Juan Ortega Paloma Aguilar

«Por ser la Virgen de la Paloma…», dicen las seguidillas. Y Susana replica al celoso Julián que, si ella quisiera, «pues me iría con él de verbena/ y a los toros de Carabanchel». Eso era en 1894: 124 años después, vamos a Las Ventas, a la tradicional corrida madrileña del 15 de agosto, el día más taurino del año. Ya se sabe, «si no se torea el 15 de agosto…» Muy devotos de la Virgen de la Paloma eran diestros madrileños como Vicente Pastor, Marcial Lalanda, Julio Aparicio, Antoñete… Y Vicente Zabala padre, inolvidable crítico de este periódico.

En este Madrid de mediados de agosto, ¿vale para algo un triunfo, en esta fecha? Que se lo pregunten a Pepe Moral, que renació, al cortar una oreja; a Javier Jiménez y Román, que abrieron la Puerta Grande…

Los toros de Valdefresno han dado juego muy desigual: varios, flojos; excelente, el tercero.

Actúa por cuarta vez en Las Ventas, esta temporada, Pepe Moral (y volverá en la Feria de Otoño). Conocemos su buen estilo clásico… y sus fallos, con la espada. Muestra su empaque en el primero pero es justo de raza y fuerza, todo queda en nada y mata caído. Sale suelto el cuarto, bien lidiado por Chacón; el toro se viene abajo, en la muleta, y acaba echándose. No ha tenido opción.

Vuelve el sevillano Juan Ortega, que confirmó hace un par de años y entrena con Pepe Luis Vargas; para él, es una ocasión casi única. Maneja el capote con pinturería, traza en el noble segundo excelentes muletazos, con mucho eco en los tendidos y logra una gran estocada: justa oreja. Vuelve a lucir buenas maneras en el quinto pero el toro, flojo y pegajoso, le impide redondear el triunfo y no mata bien. Para lo poco que torea, ha sorprendido gratamente, deja excelente impresión. Se ha ganado estar en la Feria de Otoño.

Noble y soso

El madrileño Francisco José Espada, discípulo de César Jiménez, cortó la primera oreja, en San Isidro. En el tercero, que embiste con alegría, se muestra firme, liga bien los muletazos y mata bien pero tarda en caer. Ha faltado algo… En el sexto, noble y soso, se queda muy quieto, con voluntad y valor, en un trasteo prolongado. Mata bien.

En el libreto de Ricardo de la Vega encuentro frases aplicables a esta corrida. La temperatura: «El calor que hace esta noche/ sí que es una atrocidad». Las ilusiones de los diestros: «También la gente del pueblo/ tiene su corazoncito». Su distinta fortuna: «Unos ríen y otros lloran». Lo difícil de triunfar en Las Ventas: «Tiene razón don Sebastián,/ tiene muchísima razón». La faena de Juan Ortega al segundo: «Olé, olé, olé,/ que te aplaudo yo/ porque sí, señó,/ porque me gustó…» También, algo que encaja con lo que vemos cada día, fuera de la Plaza: «¡Buena está la política!/ ¡Sí, sí, bonita está!/ Pues, ¿y el Ayuntamiento?...» En esto último, me temo, no hemos avanzado: no se ha cumplido lo de que «las ciencias adelantan que es una barbaridad».

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