Épica de Rafaelillo bajo la lluvia
Monumental de las Ventas . Domingo, 27 de septiembre de 2009. Segunda corrida de la Feria de Otoño. Casi lleno. Toros de Palha, desiguales dentro de la seriedad, sobrados de pitones, mansos y con peligro. Inválido el 2º, repetidor sin humillar el 4º, que ... fue el único que dio opciones.
Rafaelillo , de grana y oro. Estocada (ovación). En el cuarto, pinchazo y estocada desprendida (vuelta al ruedo tras petición).
Javier Valverde , de nazareno y oro. Pinchazo y dos descabellos (silencio). En el quinto, estocada y descabello (palmas).
Iván Fandiño , de aguamar y oro. Estocada (ovación). En el sexto, dos pinchazos y estocada tendida (silencio).
La tarde de los palhas se fue entoldando. La tormenta amenazó a partir del segundo y se desató en el cuarto. Viento y agua, desbandada en los tendidos, y en el ruedo un torero dispuesto a jugársela. Rafaelillo vio su oportunidad con el que a la postre sería el único toro con opciones de la dura y mala corrida del ganadero portugués.
Ese cuarto toro que repetía y aunque sin humillar le permitió a Rafaelillo cuajar una épica actuación. Bajo la lluvia, con la emoción que esa circunstancia siempre suma, el diestro murciano acertó a darle distancia y a quedarse quieto. Los muletazos por el pitón derecho se sucedían aguerridos y con la decisión de un torero en busca del triunfo. El de Palha también se acordaba a veces de lo que dejaba atrás, y por eso ni le permitió a su matador buscar el adorno en el remate de una faena que tuvo entrega y firmeza por doquier. Cuando lo tenía todo ganado, el pinchazo y la estocada baja emborronaron su obra. Con el primero ya había demostrado que venía a entregarse.
Ya está dicho que los palhas no respondieron a lo esperado. Un conjunto desigual de hechuras y parejo en su juego: malo. Poco se parecían los dos primeros o incluso el tercero con los dos grandones que cerraron la tarde. La bravura no apareció por ningún lado. Todos hicieron sonar los hierros en el caballo, demasiados cabezazos, demasiada mansedumbre encubierta a veces por arrancadas engañosas. Mintieron el quinto y el sexto, que apretaron en varas y después desarrollaron peligro. Sólo se tragaban el primer muletazo, después llegaban las tarascadas y el sufrimiento para los toreros.
Javier Valverde poco pudo hacer con el segundo, inválido para más «inri», y bastante hizo con esquivar todo lo que tiraba el quinto.
Iván Fandiño estuvo muy decidido, siempre mostrando un buen concepto del toreo. Acertó en llevar largo al tercero, que sembró el pánico entre los banderilleros. Consiguió robarle algún derechazo largo, de mano baja, que el palha se encargaba de que sólo fuera uno, pues ya se ponía en alerta para el siguiente. Con el que cerró plaza, su voluntad también cercenada.
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