Los enverdinados y un brindis a Florito
MADRID. Los toros se han enverdinado, de verde, no de verga, que entonces sería envergados y suena feo. Además para envergados, los sufridores de este San Isidro. Por el mismo sitio que convenimos usted y yo, o sea por la cartera. Conviene matizar para que ... no haya confusiones, que luego vienen los líos lingüísticos, como le pasó a un vecino de localidad que diagnosticó rápidamente una liposucción a un señor o señora que sufría una lipotimia. Lo menos que te puede dar en esta Feria es una liposucción y desintegrarte. Eso que te evitas. En el ruedo, los toros de La Dehesilla, Pereda y Navalrosal se habían autoliposuccionado, es decir, que estaban enverdinados, que dice don Miguel Criado: mucha hierba (verde) en esta frondosa primavera, y no rematan, claro, y se van por los esfínteres los kilos del invierno y los piensos. Pero en la plaza también les daban lipotimias, con lo que el diagnóstico del vecino de localidad del señor o señora valdría para los animalitos; lipotimia o liposucción, qué importa. Total, los veterinarios o presidentes de servicio ayer tampoco distinguen demasiado. Le pregunté a Julián Ávila, que sabe de ganado, creyendo que me iba a instruir sobre si aquel toro primero se había enverdinado, autoliposuccionado o lipotimizado: «Eso es un novillo». Vaya con Julián. Pues el anovillado era además tonto de baba y carajote. Vicente Barrera se lo brindó a María Teresa Campos, que puso luego la mejor de sus sonrisas para devolverle la montera después de la nada.
Barrera ya no ofreció a nadie el sobrero de Navalrosal, al que le cantaron lo de la cabra y la madre que la parió. El devuelto se tapaba por la cara, pero se quedó modorro tras un puyazo, como sonado, aplatanado por el intenso calor que se abalanzó sobre Madrid. La temperatura también debió afectar al diestro valenciano, que por el complicado pitón izquierdo sufrió un hachazo y un desarme, con la guardia baja. Careció de material.
Tampoco lo tuvo Luis Miguel Encabo que, al menos, estuvo animoso toda la tarde. El segundo sobrero, de José Vázquez, quinto bis, cárdeno y altón, tampoco merecía ser brindado. Florito se asomó a la barrera, sin querer pisar el ruedo, que la timidez le puede al callado sabio de los corrales. Florencio Fernández Castillo, don Florito Fernández Castillo en los programas de mano, va a convertirse en uno de los triunfadores de la Feria. No ha fallado hasta el momento nunca, y en caso de que se descuelgue el toro devuelto de la parada de bueyes o lo enfrasca a cuerpo limpio o con la chaquetilla, como ayer, o con unas varitas que lanza que parecen mágicas. Yo también brindo mi crónica a Florito, en su día el Niño de la Plaza en los carteles y hoy templado domador de cabestros, imprescindible en Las Ventas. «El secreto es la paciencia», me dijo una vez. Pues esa, querido Florito, se acabará terminando un día en los tendidos madrileños. Encabo banderilleó con acierto sólo en un par de la moviola, el resto, a cabeza pasada; luego, estuvo voluntarioso con la muleta con aquellas embestidas altas y sin celo. Su primer toro, de Carlos Núñez, tuvo buen aire pero nulas fuerzas. El saludo había sido lucido a la verónica. Todo su afán se estrelló con las caídas del oponente.
Tejela se mostró firme con el sexto, muy parado. Extrajo con sacacorchos y toques algunos derechazos, un par de naturales y unas manoletinas de arrimón. Feo fue el metisaca con la espada, que emborronó una faena por encima de las circunstancias. Había veroniqueado de rodillas (igual que arrancó la faena) al tercero, que era otro enverdinado al que la gente no prestó atención. Unas chicuelinas y la estocada se sobrepusieron al marmolillo.
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